Lorca: setenta a?os despu¨¦s
?Cu¨¢ntas v¨ªctimas de la represi¨®n franquista, durante y despu¨¦s de la guerra, yacen todav¨ªa en fosas comunes, cunetas, pozos, barrancos, descampados? No se sabe todav¨ªa con exactitud, pero parece muy dif¨ªcil, a la luz de las investigaciones m¨¢s recientes, que la cifra pueda bajar de 50.000 o 60.000. Con toda probabilidad es mucho m¨¢s alta.
De las v¨ªctimas, el m¨¢s famoso aqu¨ª y fuera, indudablemente, es Federico Garc¨ªa Lorca. ?Yacen los restos del genial poeta donde creemos, al lado de un viejo olivo no lejos de la Fuente Grande de Alfacar, lugar hoy se?alado por un plinto, dentro del parque Garc¨ªa Lorca, dedicado a la memoria no s¨®lo de Federico, sino de todos los muertos de la Guerra Civil, los del otro bando incluido? ?Podemos estar seguros? Cuando a m¨ª me llev¨® all¨ª en 1966 Manuel Castilla Blanco, quien, a sus dieciocho a?os, obligado, tuvo que enterrar a Lorca y a sus compa?eros de infortunio -el maestro del pueblo de Pulianas Di¨®scoro Galindo Gonz¨¢lez, y los toreros Francisco Galad¨ª Melgar y Joaqu¨ªn Arcollas Cabezas-, me asegur¨® que no hab¨ªa duda: que fue all¨ª, paso m¨¢s paso menos, donde llev¨® a cabo aquella ma?ana de agosto de 1936 su macabra tarea. En 1955, diez a?os antes de que yo le conociera, Castilla Blanco hab¨ªa acompa?ado hasta el mismo lugar al investigador espa?ol, nacionalizado norteamericano, Agust¨ªn Pen¨®n, que luego, despu¨¦s de recoger mucha documentaci¨®n sobre la muerte del poeta, hab¨ªa desaparecido sin dejar rastro. Hoy, los papeles de Pen¨®n (que muri¨® en 1976) se han publicado. Confirman lo que a m¨ª me dijo Castilla Blanco en 1966. El sitio donde dec¨ªa haber enterrado, con seguridad, a Lorca y los otros tres era el mismo, exactamente. Todo coincid¨ªa.
Cuarenta a?os despu¨¦s siguen circulando por Granada, sin embargo, versiones alternativas, discrepantes. Se dice que, pocos d¨ªas despu¨¦s de consumado el crimen, los rebeldes, al darse cuenta del enorme error pol¨ªtico cometido, quitaron el cad¨¢ver de donde estaba y lo inhumaron otra vez en lugar secreto; que la familia del poeta, pagando una cantidad astron¨®mica, consigui¨® hacerse con los restos del poeta y los volvieron a enterrar, sigilosamente, en su propiedad de la Huerta de San Vicente, nada menos, y que por eso no quieren ahora que se abra la fosa de Alfacar y se compruebe que no est¨¢ all¨ª; que Manuel Castilla Blanco no hab¨ªa empezado entonces a trabajar como enterrador forzoso y que por lo tanto no pod¨ªa haber estado en Alfacar la ma?ana de la tragedia; y as¨ª por el estilo, ad n¨¢useam.
Estimo que no es justo, ni bueno para nadie, que a estas alturas no sepamos la verdad de una vez por todas. La ¨²nica manera de saberla y de silenciar para siempre los rumores y las especulaciones y los bulos y las tonter¨ªas es efectuar, con la tecnolog¨ªa a punto que hoy existe -y de que dispone la Universidad de Granada-, la b¨²squeda cient¨ªfica de los restos del poeta y de los muertos a su lado. Si su familia, una vez hechas las averiguaciones, prefiriera dejarlos all¨ª, estoy convencido de que nadie pondr¨ªa la m¨¢s m¨ªnima objeci¨®n. Por lo que toca a los descendientes de Di¨®scoro Galindo Gonz¨¢lez, su nieta ha dicho recientemente que ellos se satisfar¨ªan con tener la constancia de que el abuelo est¨¢ all¨ª. No conozco el sentir de los parientes de los dos toreros, puede que sea id¨¦ntico. Seg¨²n la Asociaci¨®n para la Memoria Hist¨®rica, son muchas las familias de los asesinados que as¨ª enfocan el asunto: quieren saber d¨®nde est¨¢n sus sacrificados, quieren que haya reconocimiento, un monumento, una placa, pero no exhumar los restos. Es dif¨ªcil entender por qu¨¦ no parece haber nadie en el entorno familiar del poeta que lo entienda as¨ª y est¨¦ dispuesto a decirlo abiertamente. Entre gentes pretendidamente progresistas, liberales, uno esperar¨ªa discrepancias, distintos puntos de vista, matices. ?O es que la familia Lorca est¨¢ ya, como una pi?a, con los que repiten machaconamente que no se debe "remover" el pasado, que s¨®lo incumbe pensar en el futuro, que hay que olvidar, etc., es decir, alineada con el Partido Popular? Hace unas semanas, en una entrevista publicada en el suplemento dominical de EL PA?S, Manuel Fraga Iribarne se permiti¨® decir que quienes investigan sobre la represi¨®n franquista son unos "botarates" vengativos y guerracivilistas. Me pareci¨® muy ofensivo. Habr¨ªa que contestarle que ellos, los ganadores, tuvieron cuarenta a?os para desenterrar a sus v¨ªctimas, y que lo hicieron (all¨ª est¨¢, adem¨¢s de la del Valle de los Ca¨ªdos, la inmensa cruz blanca de Paracuellos, hoy repintada y reluciente para que se vea bien desde el aire). Entretanto, los vencidos no pudieron, so pena de graves problemas con las autoridades franquistas, ni aproximarse a los lugares donde yac¨ªan los suyos. Habr¨ªa que pedir a las derechas de este pa¨ªs, tan cat¨®licas ellas, un poco de piedad hacia las familias de los vencidos. ?O es demasiado pedir?
Entretanto, la fama del poeta granadino no hace sino crecer y crecer, sucedi¨¦ndose traducciones y montajes de sus obras alrededor del mundo. En estos mismos momentos se est¨¢ desarrollando en el Arcola Theatre de Londres un festival titulado "?Viva Lorca!", con un variado programa de actividades que se prolongar¨¢n hasta septiembre: puestas en escena de Mariana Pineda y Yerma, recitales, m¨²sica, y una obra original de Emily Lewis, muy bien recibida, titulada Hace Lorca (la alusi¨®n va por Jorge Guill¨¦n, que dec¨ªa que, cuando estaba el poeta, no hac¨ªa ni calor ni fr¨ªo, hac¨ªa... Federico). El hecho incontestable es que Lorca y su obra siguen fascinando, y que millones de personas, s¨ª, millones, se han sentido y se sienten enriquecidos como seres humanos gracias al contacto de su palabra. Honor a ¨¦l y a todos los que cayeron como resultado de aquella nefasta sublevaci¨®n.
Ian Gibson es hispanista, autor, entre otros libros, de Vida, pasi¨®n y muerte de Federico Garc¨ªa Lorca.
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