Nuestra familia ha perdido la guerra
El escritor israel¨ª David Grossman recuerda en este art¨ªculo a su hijo Uri, muerto el s¨¢bado 12 de agosto en el sur de L¨ªbano cuando el carro de combate en el que avanzaba fue alcanzado por un misil antitanque de Hezbol¨¢. D¨ªas antes, David Grossman, junto con los escritores Amos Oz y
A. B. Yehoshua, hab¨ªa formulado un llamamiento al Gobierno israel¨ª para que finalizara sus operaciones militares en L¨ªbano.
Mi querido Uri:
Hace tres d¨ªas que pr¨¢cticamente todos nuestros pensamientos comienzan por una negaci¨®n. No volver¨¢ a venir, no volveremos a hablar, no volveremos a re¨ªr. No volver¨¢ a estar ah¨ª, el chico de mirada ir¨®nica y extraordinario sentido del humor. No volver¨¢ a estar ah¨ª, el joven de sabidur¨ªa mucho m¨¢s profunda que la propia de su edad, de sonrisa c¨¢lida, de apetito saludable. No volver¨¢ a estar ah¨ª, esta rara combinaci¨®n de determinaci¨®n y delicadeza. Faltar¨¢n a partir de ahora su buen juicio y su buen coraz¨®n.
No volveremos a contar con la infinita ternura de Uri, la tranquilidad con la que apaciguaba todas las tormentas. No volveremos a ver juntos Los Simpson o Seinfeld, no volveremos a escuchar contigo a Johnny Cash ni volveremos a sentir tu fuerte abrazo. No volveremos a verte andar y charlar con tu hermano mayor, Yonatan, gesticulando con ardor, ni volveremos a verte besar a tu hermana peque?a, Ruti, a la que tanto quer¨ªas.
Uri, mi amor, durante tu breve existencia todos aprendimos de ti. De tu fuerza y tu empe?o en seguir tu camino, incluso aunque no tuviera salida. Seguimos, estupefactos, tu lucha para que te admitieran en los cursillos de formaci¨®n de jefes de carros de combate. No cediste a la opini¨®n de tus superiores, porque sab¨ªas que pod¨ªas ser un buen jefe y no estabas dispuesto a dar menos de lo que eras capaz. Y cuando lo lograste, pens¨¦: he aqu¨ª un chico que conoce sus posibilidades de manera sencilla y l¨²cida. Sin pretensi¨®n, sin arrogancia. Que no se deja influir por lo que dicen los dem¨¢s de ¨¦l. Que saca la fuerza de s¨ª mismo. Desde que eras ni?o, eras ya as¨ª. Viv¨ªas en armon¨ªa contigo mismo y con los que te rodeaban. Sab¨ªas cu¨¢l era tu sitio, eras consciente de ser querido, conoc¨ªas tus limitaciones y tus cualidades. Y, la verdad, despu¨¦s de haber doblegado a todo el ej¨¦rcito y haber sido nombrado jefe de carros de combate, se vio claramente qu¨¦ tipo de jefe y de hombre eras. Y hoy o¨ªmos hablar a tus amigos y tus soldados del jefe y el amigo, el que se levantaba antes que nadie para organizar todo y que s¨®lo se iba a costar cuando los otros ya dorm¨ªan.
Y ayer, a medianoche, contemplaba la casa, que estaba m¨¢s bien desordenada despu¨¦s de que cientos de personas vinieran a visitarnos para ofrecernos consuelo, y dije: tendr¨ªa que estar Uri para ayudarnos a recoger.
Eras el izquierdista de tu batall¨®n, pero te respetaban porque manten¨ªas tus posiciones sin renunciar a ninguno de tus deberes militares. Recuerdo que me hab¨ªas explicado tu "pol¨ªtica de controles militares" porque t¨² tambi¨¦n hab¨ªas pasado bastante tiempo en esos controles. Dec¨ªas que, si hab¨ªa un ni?o en el coche que acababas de detener, lo primero que hac¨ªas era tratar de tranquilizarle y hacerle re¨ªr. Y te acordabas de aquel ni?o, m¨¢s o menos de la edad de Ruti, y del miedo que le dabas, y lo que ¨¦l te odiaba, con raz¨®n. Pese a ello, hac¨ªas todo lo posible para facilitarle ese momento terrible, pero siempre cumpliendo tu deber, sin concesiones.
Cuando partiste hacia L¨ªbano, tu madre dijo que lo que m¨¢s tem¨ªa era el "s¨ªndrome de Elifelet". Ten¨ªamos mucho miedo de que, como el Elifelet de la canci¨®n, te lanzases en medio de los disparos para salvar a un herido, de que fueras el primero en ofrecerse voluntario para el reabastecimiento de las municiones largo tiempo agotadas. Tem¨ªamos que all¨ª en L¨ªbano, en esta guerra tan dura, te comportases como lo hab¨ªas hecho toda la vida en casa, en la escuela y en el servicio militar, que te ofrecieras a renunciar a un permiso porque otro soldado lo necesitaba m¨¢s que t¨², o porque aquel otro ten¨ªa una situaci¨®n m¨¢s dif¨ªcil en su casa.
Para m¨ª eras un hijo y un amigo. Y lo mismo para tu madre. Nuestra alma est¨¢ unida a la tuya. Viv¨ªas en paz contigo mismo, eras de esas personas con las que uno se siente bien. No puedo ni decir en voz alta hasta qu¨¦ punto eras para m¨ª "alguien con el que correr"
[t¨ªtulo de una de las ¨²ltimas novelas del autor].Cada vez que volv¨ªas de permiso, dec¨ªas: ven, pap¨¢, vamos a hablar. Normalmente, ¨ªbamos a sentarnos y conversar a un restaurante. Me contabas un mont¨®n de cosas, Uri, y yo me enorgullec¨ªa y me sent¨ªa honrado de ser tu confidente, de que alguien como t¨² me hubiera escogido.
Recuerdo tu incertidumbre, una vez, por la idea de castigar a un soldado que hab¨ªa infringido la disciplina. Cu¨¢nto sufriste porque la decisi¨®n iba a indignar a los que estaban a tus ¨®rdenes y a los dem¨¢s jefes, mucho m¨¢s indulgentes que t¨² ante ciertas infracciones. Castigar a aquel soldado, efectivamente, te cost¨® mucho desde el punto de vista de las relaciones humanas, pero aquel episodio concreto se transform¨® despu¨¦s en una de las historias fundamentales del batall¨®n, porque estableci¨® ciertas normas de conducta y respeto a las reglas. Y en tu primer permiso me contaste, con un t¨ªmido orgullo, que el comandante del batall¨®n, durante una conversaci¨®n con varios oficiales reci¨¦n llegados, hab¨ªa citado tu decisi¨®n como ejemplo de comportamiento por parte de un jefe.
Has iluminado nuestra vida, Uri. Tu madre y yo te criamos con amor. Fue muy f¨¢cil quererte con todo nuestro coraz¨®n, y s¨¦ que t¨² tambi¨¦n viviste bien. Que tu breve vida fue bella. Espero haber sido un padre digno de un hijo como t¨². Pero s¨¦ que ser el hijo de Michal quiere decir crecer con una generosidad, una gracia y un amor infinitos, y t¨² recibiste todo eso. Lo recibiste en abundancia y supiste apreciarlo, supiste agradecerlo, y no consideraste nada de lo que recib¨ªas como algo que te fuera debido.
En estos momentos no quiero decir nada de la guerra en la que has muerto. Nosotros, nuestra familia, ya la hemos perdido. Israel har¨¢ su examen de conciencia, y nosotros nos encerraremos en nuestro dolor, rodeado de nuestros buenos amigos, arropados en el amor inmenso de tanta gente a la que, en su mayor¨ªa, no conocemos, y a la que agradezco su apoyo ilimitado.
Me gustar¨ªa mucho que tambi¨¦n supi¨¦ramos darnos unos a otros este amor y esta solidaridad en otros momentos. ?se es quiz¨¢ nuestro recurso nacional m¨¢s especial. Nuestra mayor riqueza natural. Me gustar¨ªa que pudi¨¦ramos mostrarnos m¨¢s sensibles unos con otros. Que pudi¨¦ramos liberarnos de la violencia y la enemistad que se han infiltrado tan profundamente en todos los aspectos de nuestra vida. Que supi¨¦ramos cambiar de opini¨®n y salvarnos ahora, justo en el ¨²ltimo instante, porque nos aguardan tiempos muy duros.
Quiero decir alguna cosa m¨¢s. Uri era un joven muy israel¨ª. Su propio nombre es muy israel¨ª y muy hebreo. Era un concentrado de lo que deber¨ªa ser Israel. Lo que est¨¢ ya casi olvidado. Lo que muchas veces se considera casi una curiosidad.
A veces, al observarle, pensaba que era un joven un poco anacr¨®nico. ?l, Yonatan y Ruti. Unos ni?os de los a?os cincuenta. Uri, con su absoluta honradez y su forma de asumir la responsabilidad de todo lo que suced¨ªa a su alrededor. Uri, siempre "en primera l¨ªnea", con el que se pod¨ªa contar. Uri, con su profunda sensibilidad respecto a todos los sufrimientos, todos los males. Con su capacidad para la compasi¨®n. Una palabra que me hac¨ªa pensar en ¨¦l cada vez que me ven¨ªa a la mente.
Era un chico que ten¨ªa unos valores, ese t¨¦rmino tan vilipendiado y ridiculizado en los ¨²ltimos a?os. Porque en nuestro mundo loco, cruel y c¨ªnico, no es cool tener valores. O ser humanista. O sensible al malestar de los otros, aunque esos otros fueran el enemigo en el campo de batalla.
Pero de Uri aprend¨ª que se puede y se debe ser todo eso a la vez. Que debemos defendernos, sin duda, pero en los dos sentidos: defender nuestras vidas, y tambi¨¦n empe?arnos en proteger nuestra alma, empe?arnos en protegerla de la tentaci¨®n de la fuerza y las ideas simplistas, la distorsi¨®n del cinismo, la contaminaci¨®n del coraz¨®n y el desprecio del individuo que constituyen la aut¨¦ntica y gran maldici¨®n de quienes viven en una zona de tragedia como la nuestra.
Uri ten¨ªa sencillamente el valor de ser ¨¦l, siempre, en cualquier situaci¨®n, de encontrar su voz exacta en todo lo que dec¨ªa y hac¨ªa, y eso le proteg¨ªa de la contaminaci¨®n, la desfiguraci¨®n y la degradaci¨®n del alma.
Uri era adem¨¢s un chico divertido, de un humor y una sagacidad incre¨ªbles, y es imposible hablar de ¨¦l sin mencionar algunos de sus "hallazgos". Por ejemplo, cuando ten¨ªa 13 a?os, le dije: imag¨ªnate que puedas ir con tus hijos un d¨ªa al espacio, como vamos hoy a Europa. Y ¨¦l me respondi¨® sonriendo: "El espacio no me atrae demasiado, en la tierra se encuentra de todo".
En otra ocasi¨®n, en el coche, Michal y yo habl¨¢bamos de un nuevo libro que hab¨ªa despertado gran inter¨¦s y est¨¢bamos citando a escritores y cr¨ªticos. Uri, que deb¨ªa de tener nueve a?os, nos interpel¨® desde el asiento de atr¨¢s: "?Eh, los elitistas, recordar que llev¨¢is detr¨¢s a un inculto que no entiende nada de lo que dec¨ªs!".
O, por ejemplo, una vez que ten¨ªa un higo seco en la mano (le encantaban los higos): "Dime, pap¨¢, ?los higos secos son los que han cometido un pecado en su vida anterior?".
O cuando me resist¨ªa a aceptar una invitaci¨®n a Jap¨®n: "?C¨®mo puedes decir que no? ?T¨² sabes lo que es vivir en el ¨²nico pa¨ªs en el que no hay turistas japoneses?".
En la noche del s¨¢bado al domingo, a las tres menos veinte, llamaron a nuestra puerta y por el interfono se oy¨® la voz de un oficial. Fui a abrir y pens¨¦: ya est¨¢, la vida se ha terminado.
Pero cinco horas despu¨¦s, cuando Michal y yo entramos en la habitaci¨®n de Ruti y la despertamos para darle la terrible noticia, ella, tras las primeras l¨¢grimas, dijo: "Pero seguiremos viviendo, ?verdad? Viviremos y nos pasearemos como antes. Quiero seguir cantando en el coro, riendo como siempre, aprender a tocar la guitarra". La abrazamos y le dijimos que ¨ªbamos a seguir viviendo, y Ruti continu¨®: "Qu¨¦ tr¨ªo tan extraordinario ¨¦ramos, Yonatan, Uri y yo".
Y es verdad que sois extraordinarios. Yonatan, Uri y t¨² no erais s¨®lo hermanos, sino amigos de coraz¨®n y de alma. Ten¨ªais un mundo propio, un lenguaje propio y un humor propio. Ruti, Uri te quer¨ªa con toda su alma. Con qu¨¦ ternura te hablaba. Recuerdo su ¨²ltima llamada de tel¨¦fono, despu¨¦s de expresar su alegr¨ªa por el alto el fuego que hab¨ªa proclamado la ONU, insisti¨® en hablar contigo. Y t¨² lloraste despu¨¦s. Como si ya lo supieras.
Nuestra vida no se ha terminado. S¨®lo hemos sufrido un golpe muy duro. Sacaremos la fuerza para soportarlo de nosotros mismos, del hecho de estar juntos, Michal y yo, nuestros hijos, y tambi¨¦n el abuelo y las abuelas que quer¨ªan a Uri con todo su coraz¨®n -le llamaban Neshumeh (mi peque?a alma)-, y los t¨ªos, t¨ªas y primos, y todos sus amigos del colegio y el ej¨¦rcito, que est¨¢n pendientes de nosotros con aprensi¨®n y afecto.
Y tambi¨¦n sacaremos la fuerza de Uri. Pose¨ªa una fuerza que nos bastar¨¢ para muchos a?os. La luz que proyectaba -de vida, de vigor, de inocencia y de amor- era tan intensa que seguir¨¢ ilumin¨¢ndonos incluso despu¨¦s de que el astro que la produc¨ªa se haya apagado. Amor nuestro, hemos tenido el enorme privilegio de haber estado contigo, gracias por cada momento en el que estuviste con nosotros.
Pap¨¢, mam¨¢, Yonatan y Ruti.
? David Grossman. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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