Un artista de la vida
El 16 de abril del a?o pasado muri¨® Paco Manzano Landero, el hombre m¨¢s imaginativo y singular que he conocido nunca. Era guitarrista, inventor, fil¨®sofo, electricista, mec¨¢nico, alba?il, herrero, carpintero fino, zahor¨ª, vinatero, escultor, buen caballista, agricultor y ganadero, un poco curandero, y poseedor de otras muchas destrezas de artes y oficios que ahora no recuerdo. Era tambi¨¦n el hombre con m¨¢s ganas de vivir del mundo, y yo no s¨¦ de nadie -incluidos personajes literarios- capaz de tener tantos proyectos al mismo tiempo en la cabeza. Porque, sobre todo, ¨¦l era un so?ador. Ten¨ªa el alma incansable y asombradiza de los ni?os y siempre andaba urdiendo algo, embelesado en ideas que a veces eran muy simples y a veces meramente imposibles.
Paco era primo hermano m¨ªo, y tambi¨¦n mi cu?ado. Cuando yo era ni?o ¨¦l andaba ya en la mocedad, y ya entonces ten¨ªa fama de imaginativo y ma?oso, de artista nato, a lo que hab¨ªa que a?adir su figura: delgado como un junco, siempre erguido, y con unos andares garbosos con un toque flamenco. Siendo muchacho, ya hab¨ªa fabricado con un trozo de madera y la varilla de un paraguas una escopeta que se cargaba por la boca, y tambi¨¦n una guitarra, en la que aprendi¨® a dar sus primeros rasgueos. En aquellos a?os en que los dos viv¨ªamos en el pueblo, en Alburquerque, para m¨ª era ya una figura legendaria. Sus padres, como los m¨ªos, eran campesinos. Pero ¨¦l no parec¨ªa haber nacido para el campo. Entre sus amigos, nunca supe por qu¨¦, le llamaban Henry, y eso contribu¨ªa a alentar la admiraci¨®n que entonces le ten¨ªa y que no ha cesado ni cesar¨¢ nunca.
En 1960 mi familia emigr¨® a Madrid y unos a?os despu¨¦s lo hizo Paco, ¨¦l solo, y se vino a vivir a nuestra casa, y all¨ª iniciamos una amistad llena de sue?os y complicidades que dur¨® hasta su muerte. Paco lleg¨® a Madrid con la idea de probar suerte como torero, y anduvo en tratos con un apoderado, pero finalmente decidi¨® dedicarse a lo que m¨¢s le gustaba en el mundo: la guitarra flamenca. Se hab¨ªa tra¨ªdo del pueblo una guitarrita barata, y recuerdo que para hacerme una demostraci¨®n de su maestr¨ªa se ech¨® el instrumento a la espalda y en ese escorzo punte¨® la melod¨ªa del himno nacional. Yo me qued¨¦ asombrado ante aquel alarde t¨¦cnico, casi cosa de magia.
Nos hicimos, en efecto, muy amigos. ?l me aconsejaba, me guiaba, me llenaba la cabeza de p¨¢jaros, y yo era su acompa?ante, su aprendiz, su escudero. Aunque me sacaba doce a?os, yo no ten¨ªa, ni tuve nunca, mucha conciencia de la diferencia de edad, quiz¨¢ porque Paco era tan novelero y maquinador que parec¨ªa al margen de las cautelas y circunspecciones de la madurez.
Para costearse la estancia y el aprendizaje de la guitarra, trabaj¨® aqu¨ª y all¨¢, en oficios bastos que no estaban a la altura de sus m¨¦ritos, pero todo era un tr¨¢mite hacia el gran objetivo de su vida: hacerse guitarrista flamenco. Y yo, claro est¨¢, lo acompa?¨¦ tambi¨¦n en esa aventura prodigiosa. Nos levant¨¢bamos a las cuatro de la ma?ana para hacer ejercicios con sordina, y s¨®lo dej¨¢bamos de tocar para comer y poco m¨¢s. Entre otras cosas, invent¨® por entonces un ingenio de alambre con cuatro agujeros donde uno met¨ªa los dedos de la mano izquierda para abrirlos bien y poder trastear con soltura en el m¨¢stil. Pero, sobre todo, empez¨® a desarrollar la teor¨ªa de que el secreto de la guitarra consist¨ªa en dejar que las manos tocasen solas, mientras la mente iba un punto por delante de la m¨²sica, despejando el camino. "Hay que dejar a las manos que hagan su oficio", sol¨ªa decir. Y cuando olvid¨¢bamos una falseta: "No pasa nada. T¨² no te acuerdas pero las manos s¨ª. Ya ver¨¢s como ellas encuentran solas el camino". Toda su vida anduvo a vueltas con ¨¦sa y otras teor¨ªas, y todos los a?os cre¨ªa estar a punto de dar con el secreto para llegar por un atajo al virtuosismo.
D¨¢bamos clase con un guitarrista muy bueno, Paquito Jim¨¦nez, que hab¨ªa trabajado en grandes compa?¨ªas antes de quedarse ciego total. ?l nos ense?¨® todos los palos del flamenco, y en cuanto dominamos un poco el comp¨¢s levantamos el vuelo y empezamos a frecuentar las academias de baile, y all¨ª nos salieron los primeros, y modestos, contratos. Juntos nos hab¨ªamos sacado el carn¨¦ de profesional (Circo, Variedades y Espect¨¢culos se llamaba la secci¨®n ministerial que controlaba el ramo) en el teatro de La Latina, y recuerdo que Paco toc¨® ante el tribunal una sole¨¢ y una farruca, y que cuando d¨ªas despu¨¦s le entregaron el carn¨¦ no cab¨ªa en s¨ª de gozo, y ya ve¨ªa ante s¨ª cumplido el futuro de artista al que siempre aspir¨®.
As¨ª que durante algunos a?os se dedic¨® profesionalmente a la guitarra. Hizo muchas giras y acompa?¨® a muchos bailaores y cantaores, entre otros, por ejemplo, a Roc¨ªo Jurado. Pero luego se cas¨®, vinieron los hijos, y el trabajo de artista era demasiado bohemio e incierto para llevar una vida familiar ordenada. As¨ª que busc¨® un oficio fino hasta que, a?os despu¨¦s, le entr¨® la nostalgia de Alburquerque, del campo, de la vida libre y retirada. Y volvi¨® a sus or¨ªgenes. Pero, ante todo, y por encima de cualquier otro quehacer, ¨¦l sigui¨® siendo guitarrista. Se levantaba siempre al amanecer, armaba una buena lumbre, hac¨ªa caf¨¦, encend¨ªa un cigarrito y se pon¨ªa a tocar con la misma ilusi¨®n y esmero que si estuviera en escena. Porque Paco era un artista en todas sus tareas. Le gustaba hacer los oficios con jeito, con lentitud y con finura. Arreglar un motor, cepillar una tabla, soldar un hierro, ali?ar un gazpacho, curar un vino. A veces dec¨ªa: "Me voy a pensar", y se sub¨ªa a un cabezo y all¨ª se estaba d¨¢ndole vueltas a alguna teor¨ªa o a alg¨²n nuevo proyecto. Y no se cansaba de inventar cosas. Por ejemplo, invent¨® un enorme artefacto para orde?ar en alto las cabras, sin tener que agacharse. La cabra sub¨ªa una rampa y ya arriba era inmovilizada en una especie de jaula que parec¨ªa m¨¢s para leones que para cabras, a la vez que la engatusaba con un poco de pienso que hab¨ªa en un comedero. Se abr¨ªa despu¨¦s una trampilla y la cabra, ya orde?ada, bajaba por otra rampa. Tanto lleg¨® a gustarle el invento a las cabras que la que bajaba se pon¨ªa otra vez en la cola para repetir la operaci¨®n. Eso s¨ª, mientras Paco orde?aba una cabra, mi hermana Luisa orde?aba ocho o diez. Pero as¨ª era Paco: un artista, para el que el tiempo no contaba.
Y eso sin contar la visi¨®n m¨¢gica que ten¨ªa del mundo, porque su estado natural era el asombro. ?Por qu¨¦ el toro se amansa debajo de una higuera? ?Por qu¨¦ la ortiga no te pica si no le tienes miedo? ?Por qu¨¦ una cuerda de guitarra hecha con tripa de oveja no afina con otra hecha de lobo? La v¨ªbora, cuando va a beber, deja el veneno a un lado, en alguna piedra, para que no se le malogre con el agua. Si entonces aparece alguien y le pisa y estropea el veneno, la v¨ªbora muere retorci¨¦ndose de impotencia y de rabia. El mundo estaba lleno de enigmas, de prodigios, y vivir era un continuo maravillarse de las cosas.
Habl¨¦ por tel¨¦fono con ¨¦l unos d¨ªas antes de su muerte. Como siempre, me dijo: "Vete afilando las u?as que ya estoy dando con el secreto del toque". Y luego, como yo entonces andaba con alg¨²n trastorno digestivo, me dijo: "Vente para ac¨¢ y yo te lo curo". Porque para todo tipo de males de barriga no hab¨ªa nada mejor que una variedad de arcilla blanca que ¨¦l conoc¨ªa y que dejaba reposar unos d¨ªas en un taz¨®n de barro con agua pura de manantial. Un trago de esa agua, y se acabaron los problemas. Y para los infartos, un curandero portugu¨¦s le hab¨ªa ense?ado el modo de anularlos. Se trataba de hacer una determinada figura con los dedos de las manos: "Ya lo ver¨¢s cuando nos veamos".
Yo me lo imagino en el d¨ªa de su muerte haciendo con arte la tarea m¨¢s humilde. Por ejemplo, afilando una navaja. Pasadas lentas y gustosas por la piedra de solim¨¢n. El placer desinteresado de las cosas bien hechas. El dulzor de los frutos sazonados por la experiencia. No hay prisa, no hay apuro. De la huerta llega un olor a frondas, a tierra f¨¦rtil y a humedad perfumada. Las navajas hay que afilarlas con cuidado de no mellarles el alma. Todo en el mundo tiene su lado est¨¦tico. Incluso en el no hacer nada se ve la ma?a y gentileza de la gente. Expone la navaja al sol y entorna los ojos para calibrar el filo y la calidad del brillo. Hoy es s¨¢bado, 16 de abril. Luego ir¨¢ al pueblo a comprar los ingredientes para hacer un buen arroz, y unos aperitivos, porque antes vendr¨¢n unos vecinos y beber¨¢n unos vasos de los distintos vinos que el mismo Paco ha hecho.
Y en eso andaba cuando la vida le dio el golpe de gracia. Form¨® con las manos la figura m¨¢gica que le hab¨ªa ense?ado el curandero, de modo que hasta en su mala hora fue fiel a la gracia de las cosas bien hechas. La vida ya no es lo mismo sin ¨¦l. Porque no s¨®lo se fue un gran artista y un gran amigo, sino un maestro irrepetible en el oficio de vivir.
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