La ra¨ªz del problema
"La sensaci¨®n que cada uno tiene de su propia seguridad". En estos t¨¦rminos defini¨® Montesquieu la libertad en Del Esp¨ªritu de las Leyes a mediados del siglo XVIII. Sigue siendo la mejor definici¨®n que se ha dado de ella. No la seguridad sino la sensaci¨®n de seguridad es el presupuesto de la libertad personal. Quien no se siente seguro no es libre. Est¨¢ privado casi por completo o ejerce al menos de manera muy o bastante devaluada, seg¨²n la intensidad de esa sensaci¨®n de inseguridad, del primero, tras el derecho a la vida obviamente, de los derechos fundamentales.
Aqu¨ª es donde est¨¢ la ra¨ªz del problema de la violencia de g¨¦nero y es donde reside la mayor dificultad para su erradicaci¨®n. Hay millones de mujeres que est¨¢n privadas o que tienen seriamente limitada su libertad personal. Sin este dato no se entiende en qu¨¦ consiste la violencia de g¨¦nero. El n¨²mero de mujeres que muere cada a?o como consecuencia de este tipo de violencia no es m¨¢s que la punta del iceberg. Por cada mujer que muere hay miles que sufren agresiones que no tienen como resultado la muerte de la agredida y centenares de miles que padecen maltrato f¨ªsico y/o psicol¨®gico que no deja huella visible y millones que se ven obligadas a alterar su conducta y no hacen lo que desear¨ªan hacer por miedo a las consecuencias. La base de la pir¨¢mide de la violencia de g¨¦nero es inmensa. Sin ella no se explica el n¨²mero tan extraordinariamente elevado de mujeres que mueren cada a?o por violencia de g¨¦nero. Sin la quiebra de la libertad personal de millones de mujeres no se producir¨ªa el n¨²mero de muertes que se produce cada a?o.
Este es un problema exclusivamente femenino. Claro que una mujer puede agredir a un var¨®n y ocasionarle una lesi¨®n e incluso la muerte. Pero no hay millones de varones que se sientan inseguros en su convivencia y que, como consecuencia de ello, se vean afectados en el ejercicio del derecho a la libertad personal. La violencia de la mujer contra el var¨®n no es un problema ni en la sociedad espa?ola ni en ninguna otra, tanto si est¨¢ constituida democr¨¢ticamente como si no lo est¨¢. Es la agresi¨®n del var¨®n a la mujer la que constituye una aut¨¦ntica epidemia y como tal debe ser analizada y combatida.
Y ello exige que se diferencie la posici¨®n del var¨®n y de la mujer, sin que tal diferenciaci¨®n pueda ser entendida como una quiebra de la igualdad constitucional. ?Hay alguna diferenciaci¨®n m¨¢s objetiva y razonable que dar una respuesta normativa distinta a la violencia que ejerce el var¨®n sobre la mujer que a la que ejerce la mujer sobre el var¨®n? Esto es de una obviedad tal que casi cuesta trabajo imaginar que se pueda tener alguna duda al respecto.
Y sin embargo, no ha sido as¨ª. La ley de violencia contra las mujeres ha sido cuestionada tanto en el interior de la comunidad acad¨¦mica como dentro del propio poder judicial -en este momento hay dos cuestiones de inconstitucionalidad contra la ley elevadas por dos ¨®rganos judiciales- por suponer una ruptura del principio de igualdad. Si esto ocurre entre personas con formaci¨®n indiscutible y con conocimiento de la naturaleza del problema, ?qu¨¦ es lo que no ocurrir¨¢ en la sociedad en su conjunto?
Este no es un dato irrelevante en lo que las dificultades que est¨¢ encontrando la aplicaci¨®n de la ley se refiere. El ruido que acompa?¨® la aprobaci¨®n de la ley y que se ha mantenido con posterioridad la ha privado de buena parte del efecto pedag¨®gico que deber¨ªa haber producido en la sociedad espa?ola. Nadie pod¨ªa ni puede esperar que con la ley exclusivamente se iba a resolver de manera inmediata el problema de la violencia de g¨¦nero, pero generando dudas sobre la constitucionalidad de la ley y poniendo el ¨¦nfasis sobre su car¨¢cter discriminatorio, no se contribu¨ªa a crear el clima apropiado para aplicarla con todas sus consecuencias. Las dudas al hacer frente a un problema de esta naturaleza suelen ser muy negativas.
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