Inmigraci¨®n y sufragio
En casi todos los pa¨ªses de nuestro entorno, el de la inmigraci¨®n extraeuropea ha sido un fen¨®meno de digesti¨®n gradual, prolongada a lo largo de m¨¢s de cuatro d¨¦cadas. La posesi¨®n de extensos territorios ultramarinos, y su posterior descolonizaci¨®n, hicieron que el paisaje humano de Londres, Bruselas o Amsterdam empezase a motearse de paquistan¨ªes, congole?os, antillanos o moluque?os desde la d¨¦cada de 1960, si no desde antes. Por las mismas fechas, importantes comunidades de origen argelino comenzaban a establecerse en Francia mientras que, en la Alemania del "milagro", los gastarbeiter espa?oles, italianos o yugoslavos iban siendo reemplazados por inmigrantes turcos. Poco despu¨¦s, en los pa¨ªses n¨®rdicos, generosas pol¨ªticas de asilo daban entrada a decenas de miles de refugiados latinoamericanos, africanos o asi¨¢ticos, muchos de los cuales se convirtieron en residentes definitivos. As¨ª, las recientes intensificaci¨®n y mundializaci¨®n de los flujos migratorios hacia Europa han hallado a esas sociedades receptoras y a sus instituciones pol¨ªticas, si no preparadas, por lo menos familiarizadas con el asunto. Esto, obviamente, no impide los problemas ni las crisis epis¨®dicas, ya sea en las banlieues francesas o en los barrios musulmanes de Inglaterra.
A este lado de los Pirineos, por el contrario, la inmigraci¨®n laboral extraeuropea fue inexistente o anecd¨®tica (el servicio dom¨¦stico filipino, los primeros gambianos del Maresme y de Girona...) hasta hace dos o tres lustros, y es a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada cuando ha adquirido un car¨¢cter masivo, hasta alcanzar en Catalu?a, el pasado 1 de enero, los 900.000 individuos empadronados, el 12,8% de la poblaci¨®n total. No s¨¦ si ustedes recuerdan que, poco tiempo atr¨¢s, algunos expertos se?alaban un 6% de poblaci¨®n extranjera no comunitaria como el l¨ªmite a partir del cual pod¨ªan empezar a registrarse, a escala local, conflictos de convivencia. Pues bien, seg¨²n datos extra¨ªdos del Anuario Social de Espa?a 2004 editado por la Fundaci¨®n La Caixa, en esa fecha sumaban ya 143 los municipios catalanes de m¨¢s de 1.000 habitantes que hab¨ªan rebasado con creces ese 6%.
Sobre la progresi¨®n geom¨¦trica del fen¨®meno puede ilustrarnos un ejemplo concreto: el de Salt. En 2004 ese municipio del Giron¨¨s ten¨ªa 23.214 habitantes, de los cuales el 11,7% eran extranjeros; hoy, dos a?os despu¨¦s -tomo las cifras de un reciente reportaje de este diario-, el padr¨®n ha aumentado hasta las 28.500 personas, y se ha triplicado hasta el 33% el porcentaje de extranjeros, pertenecientes a 75 nacionalidades distintas. Que, en estas circunstancias y condiciones, no haya surgido en Catalu?a nada ni remotamente parecido al Front National franc¨¦s o al Vlaams Belang flamenco; que, enarbolando el eslogan "por un mejor control de la inmigraci¨®n", la Plataforma per Catalunya haya conseguido menos de 5.000 votos y cinco concejales en todo el pa¨ªs; que, descontados el brote de Ca'n Anglada y espor¨¢dicas protestas vecinales contra algunas mezquitas, no haya habido altercados significativos entre quienes llegan y los que ya estaban aqu¨ª, eso constituye un verdadero milagro. Laico, pero milagro. ?Debemos, a partir de ah¨ª, tentar a la suerte?
Por otra parte, es evidente que el atractivo de Espa?a y Catalu?a para los inmigrantes, legales o ilegales, lo mismo sudamericanos que magreb¨ªes y subsaharianos, no muestra visos de disminuir. Este pasado agosto, mientras la marea de cayucos dejaba en las costas canarias hasta a 400 sin papeles por d¨ªa, el secretario de Pol¨ªtica Auton¨®mica y Relaciones Institucionales del PSOE, Alfonso Perales, anunci¨®: "en 10 a?os tendremos seis millones de extranjeros". Tal fue el contexto escogido por el PSOE e Izquierda Unida-Iniciativa para lanzar su propuesta parlamentaria de concesi¨®n del voto municipal a los inmigrantes. Y con urgencia: para mayo de 2007, a?adieron.
Pues lo siento, pero me parece una irresponsabilidad tan bienintencionada como fr¨ªvola. ?ste de la inmigraci¨®n es un tema acerca del cual resulta f¨¢cil hacer grandes discursos y trazar planes perfectos desde un despacho institucional -?no iban las sucesivas regularizaciones a "resolver" el problema de los ilegales?-, discursos y planes que pueden ser explosivos una vez ca¨ªdos sobre el ¨¢spero terreno de la realidad. Porque es ah¨ª donde de veras se dirime el profundo cambio sociodemogr¨¢fico que estamos viviendo: en la sutil convivencia cotidiana de las calles, las escuelas o los ambulatorios; en el delicado encaje entre valores, costumbres y modos de vida dispares, entre los miedos de quienes pueden sentirse invadidos y los recelos de quienes tantean los l¨ªmites de la integraci¨®n. Esta misma semana hemos sabido que la econom¨ªa espa?ola crece gracias a los inmigrantes. Estupendo; pero, ?tranquilizar¨¢ eso a la familia aut¨®ctona que no obtenga la plaza escolar deseada, o la ayuda social pedida, en favor de unos inmigrantes m¨¢s necesitados? ?Acallar¨¢ a los vecinos que se sientan agredidos por la instalaci¨®n de una mezquita en su calle? ?Puede alguien garantizar que nuestra econom¨ªa ser¨¢ capaz de absorber esos tres o cuatro millones de inmigrantes adicionales que se anuncian para la pr¨®xima d¨¦cada?
Frente al mantra buenista de derecho al voto para todos -adaptaci¨®n reciente del cl¨¢sico papeles para todos-, frente a las prisas inexplicables y alarmantes, opino que lo sensato ser¨ªa abrir un debate pol¨ªtico y social reposado y pedag¨®gico sobre este importante tema, para luego traducir sus conclusiones en reformas legales aplicables de manera paulatina a partir de 2011, en funci¨®n del arraigo y la reciprocidad. Que no puede haber inmigrantes perpetuos, privados por siempre del derecho al sufragio es tan evidente como que un sistema pol¨ªtico estable no puede aumentar su censo electoral con un 10% o 20% de reci¨¦n llegados cada cuatro a?os. Y, por favor, que los pol¨ªticos dejen de acusarse de "electoralismo" a cuenta de la inmigraci¨®n: hace mucho tiempo que nuestros partidos -todos- no se posicionan sobre ¨¦ste ni sobre ning¨²n otro asunto sin previo c¨¢lculo de p¨¦rdidas-beneficios electorales.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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