Elogio de un seleccionador
Uno de los grandes triunfadores de este Mundial japon¨¦s no ha metido todav¨ªa ninguna canasta. Se llama Pepu Hern¨¢ndez y se le reconoce f¨¢cilmente porque se sienta cerca de los jugadores, lleva barba y no para quieto durante los partidos de Espa?a. Es el seleccionador desde hace pocos meses pero ya son suficientes para afirmar que la Federaci¨®n ha acertado de pleno en su contrataci¨®n. Y no era f¨¢cil, salvo que por la discutible norma de la ACB que impide a un entrenador ser a la vez t¨¦cnico de la selecci¨®n dejaba los candidatos reducidos a unos pocos. Pero sea como sea, Pepu ha demostrado que el puesto le va como anillo al dedo y que estamos de enhorabuena pues su trayectoria con el equipo nacional puede ser larga y fructuosa. Su trabajo est¨¢ siendo impecable y no es f¨¢cil, a pesar de que hay que reconocer que la materia prima con la que cuenta es de primera calidad. Pero eso no asegura el ¨¦xito. Ni tampoco el cari?o y admiraci¨®n que provoca este grupo.
Pepu ha entendido a la perfecci¨®n la sustancia de su trabajo. No ha intentado hacer ni m¨¢s ni menos. No ha querido demostrar nada. Simplemente y como le gusta decir a ¨¦l, ha llegado a la selecci¨®n con un objetivo: ayudar y molestar lo menos posible. A fe cierta que lo ha conseguido. Por primera vez en a?os, no existe ninguna voz discordante ni reproche off the record. Como s¨®lo hace la gente que es consciente de su verdadero papel en esta pel¨ªcula, ha trasladado todo el protagonismo a los que deber¨ªan ser siempre actores principales: los jugadores. Eso no significa que se haya plegado a sus demandas o haya tenido que traicionar ninguno de sus credos, sino que ha comprendido que en el breve espacio de tiempo que tiene para trabajar, s¨®lo puede trasmitir esp¨ªritu, confianza, ¨¢nimo y tres o cuatro conceptos de juego claros y sencillos. Afortunadamente para ¨¦l, para los jugadores y para cualquier amante de este tipo tan din¨¢mico de baloncesto, sus ideas coinciden con el gusto de sus hombres, por lo que la simbiosis parece ser perfecta. Lo que est¨¢ haciendo con gran eficacia en la selecci¨®n no difiere en mucho a lo que intentaba inculcar a sus j¨®venes chavales del Estudiantes. Valent¨ªa, orgullo de pertenencia, descaro y respeto, que no miedo, a los rivales. Lo que pasa es que el material con el que cuenta ahora es muy superior a lo que hab¨ªa pose¨ªdo en su club de siempre. Pero la base conceptual es la misma, aunque ¨¦l se empe?e en decir que este baloncesto que nos tiene embelesado no es suyo, sino de los jugadores. Ni siquiera ha sucumbido a la vanidad de creer que este ¨¦xito le corresponde en alguna medida, cosa que es cierta. Una vez que termina el partido, se retrasa dos pasos para dejar que sean los jugadores los que reciban los parabienes y halagos.
El pecado en el que alg¨²n que otro seleccionador anterior incurri¨® no parece haberle afectado por ahora, lo que a la postre repercute en el respeto del grupo. Tan accesible como el primer d¨ªa, Pepu ha conseguido el dif¨ªcil equilibrio de mandar en la cancha y compartir fuera de ella. Vigila sin opresi¨®n, controla sin resultar agobiante, impone sin resultar dictatorial. Tiene dos meses y lo asume con normalidad, no intentando resolver en este breve espacio de tiempo cuestiones para las que se necesita mucho m¨¢s tiempo. A pesar de que seguro que el cuerpo le pide m¨¢s marcha, es consciente de que no puede cargar la mano en exceso, por temor a resultar pesado, ni tampoco ser demasiado liviano, pues al final de su trabajo espera una gran competici¨®n. En este juego de equilibrios Pepu ha triunfado en toda regla. Su simbiosis ha resultado perfecta y se merece la mejor de las enhorabuenas. En estas circunstancias, cuestiones puntuales como el acierto o el fallo en determinadas decisiones resulta secundario, pues ni provoca tensiones ni tampoco dudas. Porque la m¨¢s importante ha sido desvelada. A la primera oportunidad Pepu Hern¨¢ndez ha demostrado que el puesto le va como un guante. Como si de la elecci¨®n del Papa se tratase, seleccionador habemus.
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