Cuando la suerte juega
Volaba el triple de Nocioni y el reloj se par¨®. La estrecha l¨ªnea entre el ¨¦xito y el fracaso, el bien y el mal, la alegr¨ªa extrema y la pena m¨¢s grande se hac¨ªa m¨¢s evidente que nunca, pues del resultado de ese lanzamiento depend¨ªan un mont¨®n de cosas. Realmente, todo el an¨¢lisis de lo ocurrido no deber¨ªa variar cuando el final de la historia depende de un hecho puntual. Pero eso no es m¨¢s que una utop¨ªa. En ese lanzamiento todo pod¨ªa cobrar sentido y tambi¨¦n pod¨ªa dejar de tenerlo. En la banda, con el coraz¨®n a punto de estallarle y las l¨¢grimas ya apareciendo, pues, fuese cual fuese lo que aconteciese, iban a salir de sus ojos, estaba Gasol, el gigante herido, el hombre que nunca juega mal como dec¨ªa Mumbr¨² al final del partido, el jugador que con m¨¢s determinaci¨®n ha perseguido el entrar en la historia con este equipo. Su lesi¨®n, de alcance a¨²n por determinar, pero que no tiene buena pinta, hab¨ªa sido un golpe bajo. Despu¨¦s de todo lo sufrido, con tanto por decidir, y vas y te quedas sin tu santo y se?a. Dicen que la suerte es para el que se la merece, pero a veces se comporta al rev¨¦s, pues si alguien se hab¨ªa ganado el derecho a disfrutar de una noche de gloria era Gasol. Con su retirada, el partido cobr¨® un extra de dramatismo. Como si no fuese suficiente con lo que estaba en juego sumado a lo que hab¨ªa provocado Grecia con su victoria.
Todos eran Gasol y sufr¨ªan por ¨¦l. Esa reacci¨®n engrandece a estos chicos
Viendo a Gasol incapaz de apoyar su pie, la ecuaci¨®n era clara. Una victoria cumpl¨ªa sobradamente objetivos y tampoco convert¨ªa en imposible el oro incluso sin el concurso del mejor jugador del equipo. Una derrota, en cambio, con Estados Unidos a la vuelta de la esquina, sin tiempo para recobrarse del mazazo y con la sensaci¨®n de que la recuperaci¨®n de Pau estaba descartada, anunciaba una vuelta con las maletas vac¨ªas.
El bal¨®n de Nocioni se acercaba al aro y, como cuentan que ocurre cuando est¨¢s a punto de pasar a mejor vida, todos los recuerdos del partido pasaron a velocidad del rayo. La salida en tromba de Argentina, que sorprendi¨® a los espa?oles y les sumi¨® en una especie de aturdimiento. El rescate que protagonizaron un espl¨¦ndido Sergio Rodriguez y la velocidad de Rudy. La extrema dureza con la que se emplearon los argentinos. La oportunidad que tuvo Espa?a de poner tierra de por medio y que los triples, sobre todo de S¨¢nchez, imposibilitaron. La confirmaci¨®n de la extrema competitividad argentina y la seguridad de encontrarnos ante una ocasi¨®n ¨²nica. En definitiva, la disputa de un partido mayor, de ¨¦sos que te mantienen con el alma encogida y que transportan a este deporte al m¨¢ximo de su belleza. Pero eso ya carec¨ªa de importancia. Lo ¨²nico que contaba era saber si Nocioni ser¨ªa el h¨¦roe.
Afortunadamente, el bal¨®n no encontr¨® la red. Fue como un gui?o m¨¢s de la suerte; la confirmaci¨®n de que, por encima de otras cuestiones, para salir indemne de una batalla de estas caracter¨ªsticas hay que contar con ella. Lo que se nos neg¨® en los Juegos de Atenas, lo que se complic¨® en exceso con la lesi¨®n de Gasol, era devuelto con creces. Espa?a era finalista de todo un Mundial, la ratificaci¨®n de la excelencia de este grupo, la exaltaci¨®n de un colectivo que ha calado por lo que hace, por c¨®mo lo hace y por la sinceridad de lo que transmite.
Al terminar el partido, Pepu Hern¨¢ndez confesaba que el ambiente en el vestuario distaba de ser el de un equipo que acababa de cumplir un sue?o. La raz¨®n, que todos eran Gasol y sufr¨ªan por ¨¦l. Despu¨¦s de lo visto en el partido anterior, de observar hasta d¨®nde te pueden llevar los ego¨ªsmos y las individualidades mal entendidas, esa reacci¨®n engrandece a estos chicos por poner a los compa?eros por delante de cualquiera de los objetivos, por muy importantes que sean. Aunque s¨®lo sea por eso, merecen que la suerte, la misma que les acerc¨® al abismo para luego rescatarles, siga a su lado. Al menos, durante 48 horas.
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