Astillas en La Concha
Pas¨® en la pelota a mano, en el herri kirolak, en la pala y en la cesta punta, es decir, en todos los deportes donde las rivalidades personales adquieren categor¨ªa de batalla campal. Los deportes familiares tienden a la autofagia con una voracidad sorprendente. El remo, quiz¨¢s envidioso, no ha evitado la batalla. Al contrario, ha reclamado su jerarqu¨ªa y ha soliviantado el mar hasta el punto de conseguir que todo salga mal, que todos tengan culpa de algo y que el futuro sea de lo m¨¢s complejo. Lo malo es que en la discusi¨®n deportivo-tabernaria-institucional nadie ha salido ganando. En la batalla del presunto dopaje de Astillero y en la batalla de La Concha nadie lo ha hecho bien, lo cual es anecd¨®ticamente meritorio, pero humanamente deplorable.
Astillero debe saber que su actuaci¨®n en el control efectuado por el Gobierno vasco tras la Bandera de Hondarribia de septiembre de 2005 fue cuando menos sospechosa. No es normal que 16 remeros aleguen cuestiones f¨ªsicas para utilizar productos prohibidos. No hay nacionalismo ni sentido com¨²n que lo explique, sobre todo cuando la batalla antidopaje no respeta figuras nacionales ni internacionales. No es normal que el Gobierno vasco utilice un m¨¦todo tan chapucero para investigar un caso de presunto dopaje, enmascarando a la Ertaintza para un interrogatorio que nada hubiera solucionado, y no es normal que quiera superar al juez por un prurito de protagonismo. No es normal que el presidente de Cantabria establezca una batalla nacionalista vasco-c¨¢ntabra por un asunto tan menor. Por mucho que le ponga Espa?a, su papel era otro: el que no hizo.
No es normal que los clubes de remo utilicen su uni¨®n para evitar a un rival que hab¨ªa avasallado en los dos ¨²ltimos a?os. Y, sobre todo, no es normal que la Bandera de La Concha, la principal competici¨®n del a?o, se haya visto envuelta en tama?as turbulencias. Quiz¨¢s sean normales tres sentencias judiciales contradictorias en poco m¨¢s de un mes para asumir o no a Astillero. Resulta un acto de ¨®pera bufa que el Gobierno quiera invalidar a Astillero por no pagar la sanci¨®n econ¨®mica cuando los jueces suspenden la sanci¨®n del Ejecutivo auton¨®mico y proponen una fianza precautoria. Resulta triste la incapacidad del CAT y el Ayuntamiento para tener una voz propia. El dopaje es la muerte del deporte, pero en tanto un juez no lo sancione, prevalece la presunci¨®n de inocencia. Lo dem¨¢s es poner astillas en La Concha y en el remo. Astillero por lo que hizo, y el Gobierno vasco por lo que hace. Y los de en medio, porque no saben o no contestan.
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