Rompecabezas en tres dimensiones
De Cuzco a Machu Picchu, con paradas en los pueblos del valle sagrado
Cuzco (o Cusco), tambi¨¦n llamado "el ombligo del mundo", conquistado en 1534 por Pizarro, fue la capital del Imperio Inca, pero Lima, fundada en 1536 y con la ventaja de estar en la costa, lo fue del virreinato. Cuzco est¨¢ a 1.089 kil¨®metros al suroeste de Lima, en el valle del Huatanay, en la parte oriental de los Andes, a 3.200 metros sobre el nivel del mar. Quien lo visite debe saber que las tres primeras horas ha de perderlas (o aprovecharlas) tumbado en la cama de su hotel, para adaptarse y no sufrir el soroche o mal de altura. Comer poco y tomar mate de coca es otro buen consejo.
En Cuzco, los conquistadores destruyeron y construyeron mucho, con una particularidad: gran parte de lo que levantaron fue sobre antiguos muros incas. Esta superposici¨®n arquitect¨®nica es un perfecto resumen del alma cuzque?a. Un magn¨ªfico ejemplo es el convento de Santo Domingo, construido sobre el Coricancha, el templo del sol. Las construcciones nobles incas (templos y palacios) se hac¨ªan con enormes bloques de piedra, desiguales y perfectamente pulimentados, que encajaban unos en otros como un puzle de tres dimensiones, sin la m¨¢s m¨ªnima fisura. La piedra m¨¢s famosa es la de los doce ¨¢ngulos, cerca de la plaza de Armas, en la calle del Triunfo. Los turistas se fotograf¨ªan a su lado, y goza del privilegio de contar con un vigilante para ella sola.
Un museo al aire libre
En 1950, un terremoto asol¨® Cuzco -los paramentos incas fueron casi lo ¨²nico que resisti¨®-, pero la reconstrucci¨®n se hizo con acierto y apenas se nota. Pasear por ella, por el barrio de San Blas o de los artesanos; por sus plazas, como la de Armas; por sus calles, como la de Loreto (estrecha por conservar el trazado ind¨ªgena), es un regalo. No hay espacio para hablar aqu¨ª de todos sus monumentos. La catedral, el imponente convento de La Merced, cuya rehabilitaci¨®n con ayuda espa?ola a¨²n no ha acabado y que guarda una famosa custodia, o la iglesia de los jesuitas son s¨®lo parte de ellos. Merece la pena pasarse por el Museo Inca. Al ver las momias me acord¨¦ de las aventuras de Tint¨ªn y del c¨®mic Las siete bolas de cristal. De todas formas, casi todo el centro de Cuzco es como un museo al aire libre. Una animada vida nocturna, la artesan¨ªa -con la alpaca como representaci¨®n estrella- y una buena oferta gastron¨®mica -la cocina peruana es excelente- hacen que se pueda disfrutar no s¨®lo con los ojos.
Cuzco es adem¨¢s el principal punto de partida para recorrer el Valle Sagrado e ir a Machu Picchu. El Valle Sagrado, el granero de los incas, bordeado de monta?as, se abre al paso del r¨ªo Vilcanota. Los cultivos (ma¨ªz, patata, avena, jud¨ªas, trigo, melloco...), muy verdes en abril; animales dom¨¦sticos aqu¨ª y all¨¢ (caballos, vacas, cerdos, asnos, cabras, llamas); diminutas ancianas vestidas con sombrero de hongo, poncho de colores, faldas anchas y grises, cargando le?a o ma¨ªz, y a veces los Andes nevados dominando el fondo, hacen muy entretenidos los trayectos. Pero su fama se debe a los numerosos restos arqueol¨®gicos. Alquilando un coche con conductor en una agencia, visit¨¦ Chinchero, Ollantaytambo y P¨ªsac, unos 175 kil¨®metros de recorrido. S¨®lo dispon¨ªa de un d¨ªa, y tuve que renunciar, por ejemplo, a Calca y Moray.
Desde la plaza de Chinchero se goza de una vista hermos¨ªsima. En 1480, el soberano ind¨ªgena T¨²pac Yupanqui construy¨® un complejo para descansar y solazarse. El rebelde Manco Inca lo incendi¨® durante su huida de los espa?oles. El pueblo, de piedra y adobe, es muy pintoresco. M¨¢s all¨¢ del campanario est¨¢n los restos de las construcciones incas. Ollantaytambo, una grandiosa fortaleza que hac¨ªa frontera con los belicosos antis de la selva, conserva su trazado inca. En la iglesia, de muros pintados, unos indios con ponchos y chullos asist¨ªan a misa en espa?ol. Subiendo a la monta?a se hallan las terrazas, el templo de las diez ventanas y un acueducto. Una gran roca con forma de c¨®ndor sirvi¨® para elegir la ubicaci¨®n del templo principal. Los restos de P¨ªsac, tambi¨¦n en las faldas de una monta?a, imponen por su extensi¨®n y los estrechos senderos que se asoman al abismo. Algunos de sus andenes, que ascienden de los 3.000 a los 3.450 metros, recuerdan anfiteatros cl¨¢sicos. ?Cu¨¢nto trabajo!, piensa uno, admirado.
Tanto como las ruinas y los paisajes me impresion¨® una casa en Ollantaytambo. En el patio holgazaneaban un par de gatos y un perro. En el interior, en penumbra, una mujer tej¨ªa. Un par de ni?os jugaban. En un fuego, algo bull¨ªa dentro de un caldero. En una repisa se alineaban cuencos con grano y semillas. Al entrar not¨¦ una vibraci¨®n de actividad y nerviosismo: dos docenas de cuyes (una especie de cobayas) garabateaban con sus patitas en el suelo de tierra. Rodeado de reliquias, un televisor parec¨ªa la discordancia que hay que buscar en un pasatiempo.
Aguas Calientes
A Machu Picchu, la Ciudad Perdida de los incas, en las laderas orientales de los Andes, se llega por el Camino Inca despu¨¦s de cuatro d¨ªas de trekking, o en tren (cuatro horas y media) hasta Aguas Calientes, y de all¨ª se toma un autob¨²s que en 20 minutos asciende hasta la monta?a en la que se ubica. El esfuerzo vale la pena: Machu Picchu nos sobrecoger¨¢. Descubierto en 1911 por Hiram Bingham, el lugar en el que se halla, una monta?a rodeada de laderas cubiertas de frondosa vegetaci¨®n, es de una belleza apabullante. Se divide en dos sectores, agr¨ªcola -terrazas y graneros- y urbano -viviendas y templos-, y uno se maravilla incluso siendo parte integrante de una manada de turistas. Construido a mediados del siglo XV, se calcula que su poblaci¨®n era de unas 700 personas. El Intihuatana ("donde se amarra el sol"), la Casa del Guardi¨¢n, la del Inca, los andenes... Las horas pasadas en las ruinas, entre piedras, llamas y verdor, no se olvidan f¨¢cilmente. En el lugar en el que se adoraba el sol, unos anglosajones han colocado unas piedras m¨¢gicas y, en corro, tomados de las manos, concentrados, imaginan dar y recibir energ¨ªa.
En el avi¨®n hacia Madrid, adormilado, me acuerdo de la llegada a Cuzco desde Machu Picchu. El tren se va acercando y de pronto se detiene y da marcha atr¨¢s. De nuevo avanza, de nuevo se detiene. Pienso que ese tren llegando a la estaci¨®n de San Pedro, avanzando en zig-zag, retrocediendo a veces, pero cada vez m¨¢s cerca de su destino final, tal vez sea una buena met¨¢fora de la vida.
Mart¨ªn Casariego (Madrid, 1962), es autor de la novela Nieve al sol (Espasa).
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Prefijo internacional: 00 51.- Cuzco tiene cerca de 320.000 habitantes.- Divisa: sol. Diez soles equivalen a 2,30 euros aproximadamente.C¨®mo llegar- Iberia (902 40 05 00; www.iberia.es) vuela directo a Lima, con salida desde Madrid, a partir de 1.072 euros, tasas incluidas.- Aero C¨®ndor (00 51 16 14 60 14; www.aerocondor.com.pe) conecta Lima y Cuzco con tres vuelos diarios. Tarifa de ida y vuelta, a partir de 128 euros, tasas incluidas.Dormir- Hostal Resbalosa (84 22 48 39). Calle Resbalosa, 494. Cerca de la plaza de Armas, econ¨®mico y frecuentado por excursionistas. La habitaci¨®n doble cuesta 20 euros.Informaci¨®n- www.peruturismo.com.- www.infocusco.com.- www.perucultural.org.pe.
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