Lecturas de verano
Todo el verano o¨ªmos pasar libros. Pasaban a nuestro lado, los llevamos en nuestro equipaje de objetos imprescindibles para tiempos de ocio. Los transport¨¢bamos hasta la orilla del mar, nos acompa?aban al chiringuito, esperaban al lado de la tumbona, se paseaban por las manos de nuestros amigos y volv¨ªan a casa, agotados de tanto paseo, con arena entre sus p¨¢ginas, pero poco usados por nuestros ojos. Esos ojos que tras las gafas de sol se entreten¨ªan con la monoton¨ªa del mar, con el desfile playero, con los mismos que se empe?aban en seguir mirando hacia otro lado. Las vacaciones son ese periodo de tranquilidad donde nos vamos a poner al d¨ªa con nuestras lecturas. El tiempo ideal para sumergirnos entre todas esas lecturas pendientes. Visto lo visto, le¨ªdo lo le¨ªdo, m¨¢s bien poco, vuelvo a confirmar que los libros tampoco son para el verano. En mi verano, en ese verano gallego en el que tantos fuegos vimos, tantos humos impidieron nuestras lecturas, tambi¨¦n vimos a otros semejantes que se hab¨ªan hecho parecidas promesas incumplidas de esas lecturas que, un verano m¨¢s, se quedan aplazadas. Agosto es el mes m¨¢s cruel para los libros.
En la playa de Lapam¨¢n, en otras playas de las R¨ªas Bajas, comprob¨¦ c¨®mo Javier Solana paseaba su libro del verano, la nueva traducci¨®n de Guerra y paz, el novel¨®n de Tolst¨®i. Me confes¨® que no pod¨ªa con ¨¦l. Demasiadas p¨¢ginas, demasiada guerra, demasiada historia, demasiada realidad llena de convulsiones para alguien que conoce tan de cerca las convulsiones de la guerra y la paz. Seguimos viviendo en tiempos de guerra y paz. Tiempos tan distintos y tan parecidos a los de Tolst¨®i. Otro amigo com¨²n, Miguel Mu?iz, director del Teatro Real, tambi¨¦n hab¨ªa apostado por Tolst¨®i, por la vuelta a esa universal historia de matrimonio y adulterio. Mu?iz paseaba con Ana Karenina. Tampoco pudo con tanta minuciosa descripci¨®n de las pasiones humanas, demasiado humanas.
Yo les confes¨¦ que tambi¨¦n me enga?¨¦ con mi carga de lecturas de verano. Llevaba varios d¨ªas paseando por esas playas las memorias de P¨ªo Baroja, Desde la ¨²ltima vuelta del camino. Apenas unas cu¨¢ntas p¨¢ginas le¨ªdas. En una de esas p¨¢ginas me encontr¨¦ con una reflexi¨®n sobre la lectura de los libros largos. M¨¢s bien sobre lo poco que se leen. Asegura Baroja que muy pocos hab¨ªan le¨ªdo en Madrid -ni en Par¨ªs o Londres- las obras de Tolst¨®i, de Balzac, de Dickens. Que el "libro no es un manjar propio de gente atareada y afanosa... es para el que cuenta con algo de tiempo, para el que tiene calma y tranquilidad y encuentra momentos de reflexi¨®n y reposo". ?se era el problema. Que en vacaciones no hay tiempo, no hay reposo, casi no hay escenario adecuado para la reflexi¨®n. En verano, mucho m¨¢s que el resto del a?o, somos gente atareada, afanosos buscadores de restaurantes nuevos, de playas desconocidas, de escapadas por el mar, de paseos por las sendas no quemadas, de fiestas de pueblo, de cines de verano y hasta de visitas a bodegas o monasterios. En verano, al menos en mi, nuestro, verano gallego, no hay tiempo para la lectura de los libros gruesos, como los llamaba Baroja.
Despu¨¦s de nuestras confesiones de lectores de novelas o memorias de muchas p¨¢ginas, nos propusimos las lecturas de libros m¨¢s breves. Solana termin¨® la lectura de la novela breve, pero extraordinaria, de Amad a la dama, de Hidalgo Bayal. Miguel Mu?iz se devor¨® aquel ensayo novelado de Sebald llamado Los anillos de Saturno, excelente lectura de un libro fuera de modas.
Yo, empe?ado en leer, tuve que poner tierra por medio, retiro de balneario, refugio en Mondariz. Eso s¨ª, despu¨¦s de asegurarme de que ya no estaba en las cercan¨ªas del balneario el querido amigo y admirado actor que es Sancho Gracia, que suele refugiarse en la zona. Con Sancho cerca no habr¨ªa sido capaz ni de terminar un cuento de Monterroso. Consegu¨ª terminar otro libro breve y excelente, otro libro demasiado poco frecuentado -como los de Hidalgo Bayal o los de Sebald- de Joan Perucho, Historias secretas de balnearios. Un libro que tambi¨¦n sirve para darse cuenta de que en los balnearios, al menos en los balnearios de anta?o, hab¨ªa de todo menos tranquilidad para la lectura. Menos mal que llega el oto?o, que regresamos a la normalidad. Podremos dejar las tareas, los afanes, los ajetreos del tiempo de verano. Volver a la calma de nuestras lecturas. Baroja me sigue esperando. Tambi¨¦n me tientan las memorias de Kenneth Galbraith. Y como llego a un Madrid tomado por el mundo de Alatriste, estoy deseando volver a Quevedo. ?Qu¨¦ felicidad! Las vacaciones han terminado, las lecturas pueden empezar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.