"S¨®lo pensaba en huir"
La joven austriaca Natascha Kampusch mantuvo vivo su deseo de escapar durante los ocho a?os que dur¨® su secuestro
Natascha Kampusch ha mostrado por primera vez su rostro descubierto en p¨²blico. La joven de 18 a?os, que el pasado 23 de agosto logr¨® liberarse de su secuestrador tras ocho a?os y medio de cautiverio, concedi¨® tres entrevistas a la televisi¨®n p¨²blica austriaca ORF, al diario Kronenzeitung y al semanario News. Compareci¨® ante la prensa por voluntad propia y con el consentimiento de sus asesores, que consideran adecuado el momento para reducir la presi¨®n de los medios de comunicaci¨®n, ansiosos por desvelar el enigma.
"S¨®lo pensaba en huir", dijo a la revista. "Una y otra vez me preguntaba por qu¨¦ entre los muchos millones de seres humanos ten¨ªa que pasarme esto a m¨ª (...). Me sent¨ªa como una gallina en una jaula. Seguro que han visto en la televisi¨®n y la prensa mi calabozo, as¨ª que saben cu¨¢n peque?o era. Pensaba: seguro que no he venido al mundo para estar encerrada y arruinar mi vida. Me desesperaba esa injusticia". "Le jur¨¦ a mi futuro yo que liberar¨ªa a aquella ni?a".
"Sab¨ªa que mi huida era su condena a muerte", dice la joven a prop¨®sito de su secuestrador
Todos los que la han visto est¨¢n sorprendidos por la inteligencia y la fuerza de Natascha
Tanto los periodistas que la entrevistaron como los psiquiatras que la cuidan se muestran sorprendidos por la inteligencia, la perfecta dicci¨®n, la brillante ret¨®rica y la fuerza de voluntad de esta joven p¨¢lida y delgada que pas¨® toda su adolescencia sometida a la tiran¨ªa del raptor, Wolfgang Priklopil, un t¨¦cnico electr¨®nico de 44 a?os. Tanto es as¨ª, que fue el tema principal de una mesa redonda celebrada tras la entrevista.
Kampusch vivi¨® encerrada en un zulo de reducidas dimensiones, completamente aislada del mundo exterior, que la daba por muerta. "Fue muy frustrante saber que me estaban buscando con una excavadora. Buscaban mi cuerpo. Sent¨ª que ya me hab¨ªan eliminado".
Ella insiste en ser llamada por su apellido, en preservar su esfera ¨ªntima. Ella misma decidi¨® qu¨¦ preguntas responder. En ninguna de las entrevistas hay menciones detalladas de su relaci¨®n con su secuestrador, que se suicid¨® tir¨¢ndose a la v¨ªa del tren al enterarse de la huida de su reh¨¦n. "Yo sab¨ªa que mi huida era su condena a muerte, porque ¨¦l ya me lo hab¨ªa anunciado", dijo. "Nadie deber¨ªa suicidarse. Podr¨ªa haberme dado tanta informaci¨®n. Ahora tenemos que reconstruir todas las circunstancias complejas sin ¨¦l".
Kampusch, hija de padres divorciados, ten¨ªa diez a?os aquella ma?ana del 2 de marzo de 1998 en que, de camino a la escuela, fue abordada por un hombre que la meti¨® a la fuerza en su camioneta blanca. Es un momento que recuerda con todo lujo de detalles. Frente a las c¨¢maras de televisi¨®n, relat¨® que su madre ya entonces le hab¨ªa ense?ado a desconfiar de los "secuestradores de ni?os". Al divisar a aquel desconocido, pens¨® en cambiar de acera, pero desisti¨®, algo por lo que luego se sinti¨® furiosa consigo misma.
Tambi¨¦n recuerda el "silencio fantasmal" del cuarto sin ventanas, de s¨®lo cinco metros cuadrados, que Wolfgang Priklopil, al que se refiere como "el criminal", hab¨ªa construido debajo de su casa en Strasshof, cerca de Viena. Era un crimen planificado con minuciosidad.
Ocho a?os vivi¨® sin que la viera un m¨¦dico. Por primera vez despu¨¦s de dos meses le fue permitido lavarse en el cuarto de ba?o del piso superior de la casa. Despu¨¦s de un a?o, por primera vez tuvo una radio. Luego fueron llegando los semanarios, y por ¨²ltimo los diarios. Uno de los expertos que particip¨® en la mesa redonda televisada explic¨® que el buen manejo que Kampusch tiene de los medios de comunicaci¨®n se debe a que eran el cord¨®n umbilical que la conectaban con el mundo exterior.
En los ¨²ltimos a?os, a veces pod¨ªa pasar el tiempo en otras habitaciones de la casa "haciendo tareas cotidianas hasta que ¨¦l me mandaba de vuelta al zulo a dormir, a vivir, siempre que ¨¦l sal¨ªa". De vez en cuando le daba para leer el peri¨®dico y luego inspeccionaba cada una de las p¨¢ginas, por temor a que ella escribiera alguna palabra que saliera al exterior como grito de socorro. Seg¨²n Kampusch, "¨¦l padec¨ªa de fuerte paranoia y era un desconfiado cr¨®nico. Un intento de huida fallido hubiera significado para m¨ª no salir m¨¢s del zulo. Ten¨ªa que ganarme su confianza poco a poco... No pod¨ªa arriesgar nada, menos que nada un intento de huida fallido".
Lleg¨® a comunicar a su secuestrador su deseo de huir. Entonces ¨¦l analizaba con ella todas las v¨ªas de escape, para demostrarle que era imposible, seg¨²n cont¨® al periodista Christoph Feuerstein, de ORF. Cuando pensaba en liberarse, le daba una "pena terrible" que la madre de Priklopil se enterara del horror cometido por su hijo, que "se destruyera la imagen del mundo que ella, los amigos de ¨¦l y sus conocidos ten¨ªan. ?l aparec¨ªa como un hombre amable y correcto. Ahora su madre ha perdido la esperanza en la vida, en su hijo, y a su hijo mismo".
De lo poco que la joven insin¨²a de su relaci¨®n con Priklopil se desprende que era muy compleja. Natascha se hab¨ªa acostumbrado a vivir con miedo, pero no era ¨²nicamente sumisa. "Yo era m¨¢s fuerte que ¨¦l", dijo, porque "¨¦l ten¨ªa una personalidad inestable, le faltaba seguridad en s¨ª mismo", debido a su infancia. Seg¨²n dijo, ella misma lo "oblig¨®" a que le hiciera regalos y celebrara Navidades, Pascuas y su cumplea?os, para tener una orientaci¨®n en el tiempo. "A veces so?aba con cortarle la cabeza, si hubiera tenido un hacha".
Preguntada si cre¨ªa en Dios, Natascha respondi¨®: "Bueno, soy ambivalente. S¨ª, un poco. Rezaba un poco, pero ya despu¨¦s no. El criminal tambi¨¦n rezaba. Yo dec¨ªa: eso no puede ser. Pensaba que incluso Fidel Castro reza".
Las pocas veces que pudo salir al exterior con su secuestrador, Kampusch se esmeraba en atraer la atenci¨®n con su mirada. Al mismo tiempo, esbozaba la misma sonrisa que ten¨ªa en la foto hecha a sus 10 a?os, publicada tantas veces en los primeros a?os de su desaparici¨®n. La muchacha sab¨ªa que los a?os la hab¨ªan transformado, pero su esperanza era que aquella sonrisa hubiera quedado grabada en la memoria de alguna persona a su alrededor. En vano.
Un momento que recuerda con angustia fue cuando, en un supermercado de bricolaje, un empleado le pregunt¨®: "?En qu¨¦ puedo ayudarla?". Ella sinti¨® que la respuesta se le quedaba atragantada y s¨®lo pudo sonre¨ªr. Priklopil estaba muy cerca de ella, atento, y le hab¨ªa advertido que matar¨ªa a cualquier persona a la que se confiara.
La huida definitiva fue "espont¨¢nea". Aprovech¨® un momento en que ¨¦l estaba hablando por tel¨¦fono. Sali¨® corriendo, salt¨® por los matorrales que separan las viviendas unifamiliares del barrio, hasta que hall¨® una ventana abierta y pidi¨® ayuda a una se?ora que estaba dentro. "No me dej¨® entrar, lo que me sorprendi¨®. Pero dejar entrar a casa a un extra?o... Hay que comprenderla". Natascha le explic¨® la situaci¨®n y le pidi¨® que llamara a la polic¨ªa. "A pesar de ello, a la mujer le preocupaba sobre todo que no le pisara el c¨¦sped. Yo estaba bajo los efectos de un shock". Finalmente, llam¨® a los agentes.
"?Alguna vez ¨¦l la amenaz¨®?", le pregunta el periodista de News. "S¨ª, pero antes yo no ten¨ªa miedo. Amo la libertad y para m¨ª la muerte significaba la libertad definitiva, mi liberaci¨®n de ¨¦l. Pero ¨¦l siempre me dijo que si yo ped¨ªa ayuda a los vecinos, los matar¨ªa primero, luego a m¨ª y por ¨²ltimo a s¨ª mismo."
Kampusch, que ya se ha reencontrado con sus padres y su hermana mayor, echa de menos a sus gatos, y sue?a con conocer mundo. "Le he pedido a mi madre que hagamos un crucero, que vayamos en tren a Berl¨ªn. Tambi¨¦n quiero ver Londres. Y Nueva York".
Recuperar el tiempo perdido
Natascha Kampusch afronta un cambio radical al pasar de una vida invisible a ser centro de la atenci¨®n mundial. Las conversaciones con la televisi¨®n ORF, el diario Kronenzeitung y el semanario News fueron realizadas bajo m¨¢ximo secreto en el hospital AKH de Viena, ante dos psic¨®logos y un abogado que interrump¨ªan a los periodistas cuando las preguntas pod¨ªan ser abusivas para la fr¨¢gil situaci¨®n emocional de la joven. Pero los expertos que la acompa?an ponen de relieve la fuerza de su car¨¢cter. Conf¨ªa en su propio criterio, y con gusto ha asumido las riendas que los psic¨®logos le tienden para que aprenda a valerse por s¨ª misma.
Natascha se present¨® en televisi¨®n vestida con tejanos, una camisa violeta y un pa?uelo en la cabeza para ocultar algo de s¨ª misma. A pesar de haber pasado tanto tiempo aislada, sabe expresarse e insiste en la palabra precisa, si bien de vez en cuando se irrita y tiene que interrumpir s¨²bitamente la conversaci¨®n. Natascha quiere recuperar el tiempo perdido y hacer el examen de bachillerato. Le gustar¨ªa ser abogada, periodista, psic¨®loga o actriz.
La televisi¨®n ORF, entidad p¨²blica, no ha pagado por la entrevista, comprometi¨¦ndose a vender el material a otras emisoras. Todo lo que se recaude, que podr¨ªa superar el medio mill¨®n de euros, est¨¢ destinado a un fondo para que Kampusch tenga medios propios. Los dos peri¨®dicos tambi¨¦n contribuir¨¢n a proporcionar estudios, trabajo y vivienda a la joven.
Actualmente, convive con otros j¨®venes en un centro de atenci¨®n especial en un hospital: "Me he acostumbrado ya a mi nueva vida. Me sorprende lo r¨¢pido que ha sido. Ahora vivo con otra gente, y no me causa dificultades". Seg¨²n su abogado, ha mostrado el deseo de quedarse con la casa donde estuvo secuestrada, pero sin entrar en conflicto con la madre de su raptor.
La joven anunci¨® tambi¨¦n que quiere ayudar mediante dos proyectos: uno dedicado a mujeres raptadas y violadas en Ciudad Ju¨¢rez (M¨¦xico), y otro dedicado a combatir el hambre en ?frica.
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