Inmigraci¨®n: ayudar a Canarias
Era de prever que el ?frica subsahariana no quedar¨ªa fuera de los potentes movimientos de poblaci¨®n que han tenido lugar estos ¨²ltimos a?os y que estos movimientos se dirigir¨ªan hacia Canarias y las costas del Mediterr¨¢neo. Tanto el Gobierno espa?ol como las autoridades canarias reaccionan ante estos miles de seres humanos que llegan, a veces descalzos, sedientos, hambrientos, invocando piedad y solidaridad, con humanidad y con mucha frecuencia respetando el derecho a los primeros auxilios. No estoy seguro de que algunos Gobiernos europeos, siempre dispuestos a dar lecciones sobre derechos humanos, har¨ªan lo que hoy est¨¢n haciendo las autoridades espa?olas. Y todo observador serio s¨®lo puede escandalizarse ante la actitud irresponsable de algunos pol¨ªticos que tratan de atribuir al Gobierno la responsabilidad de esta desgracia de causas mundiales y lejanas.
Estos emigrantes salen principalmente de Senegal y de Mauritania. Entre ellos hay menores y mujeres. Todo esto genera una fuerte presencia de ilegales en el territorio nacional, a la vez que dificulta la eficacia del apoyo jur¨ªdico a los emigrantes. Las autoridades espa?olas parece que "tienen la situaci¨®n controlada", como destaca un informe reciente del Parlamento europeo. Los campos de retenci¨®n est¨¢n bien gestionados y bien mantenidos, aunque algunas instalaciones est¨¦n deterioradas y saturadas. En cambio, el recibimiento a las ONG deja a¨²n mucho que desear.
El Gobierno act¨²a en dos ¨¢mbitos: la acci¨®n diplom¨¢tica en direcci¨®n a la UE y la voluntad de implicar a los pa¨ªses africanos de origen o de paso para controlar estos flujos. A finales del mes de mayo, la UE propuso a Espa?a 15 medidas "de choque" para hacer frente a la llegada de emigrantes a Canarias. Pero no ha sido sino muy recientemente cuando han empezado a ponerse en pr¨¢ctica estas medidas, en particular el dispositivo "Hera II", dedicado a reforzar las redes de control mar¨ªtimo. Paralelamente, la Uni¨®n Europea ha anunciado tambi¨¦n una serie de iniciativas de mayor alcance para "reforzar la solidaridad entre los Estados miembros y la lucha contra la inmigraci¨®n ilegal". En particular, figura entre ellas una propuesta para establecer "un c¨®digo comunitario sobre los visados de corta duraci¨®n" que har¨ªa m¨¢s racional, m¨¢s segura y m¨¢s transparente la concesi¨®n de visados para estancias de corta duraci¨®n y de tr¨¢nsito dentro de la Uni¨®n. Se trata de una medida que va en la direcci¨®n correcta, puesto que es indispensable que el sistema de visados europeos sea m¨¢s coherente. Pero no es suficiente. La propuesta es confusa y no especifica las condiciones cualitativas y cuantitativas de la concesi¨®n de visados: ?para qui¨¦n?, ?para hacer qu¨¦?, ?por cu¨¢nto tiempo? Entramos en el n¨²cleo del problema. Volver¨¦ a ello.
Respecto a los pa¨ªses africanos, la diplomacia espa?ola ha entendido perfectamente que con estos pa¨ªses que hasta ahora no pod¨ªan hacer o¨ªr su voz y que ahora tienen los medios para negociar su colaboraci¨®n, m¨¢s vale entablar una estrategia de complicidad que mantener una actitud est¨¦ril de amenazas y de represalias, como la adoptada por Aznar y Blair en la conferencia de Sevilla en el a?o 2002. La relaci¨®n es pues claramente de compromiso y de acuerdo y es, evidentemente, la m¨¢s eficaz. Se han producido o est¨¢n previstas una serie de visitas de los responsables del Gobierno de las que se esperan frutos en cuanto a la readmisi¨®n de los ilegales, el tratamiento com¨²n de la cuesti¨®n de los menores y la puesta en marcha de dispositivos comunes de gesti¨®n de las fronteras mar¨ªtimas.
?Ser¨¢n suficientes todas estas medidas para contener la emigraci¨®n subsahariana? En realidad, ¨¦sta seguir¨¢ existiendo al menos por tres razones esenciales. De entrada, es la expresi¨®n de un despertar estructural de la emigraci¨®n subsahariana, que ha sido contenida estos ¨²ltimos 15 a?os y que ahora ha explotado. Adem¨¢s, estos pa¨ªses en general est¨¢n desbordados por los movimientos migratorios en el interior del ?frica subsahariana y no quieren, por mil razones leg¨ªtimas, convertirse ellos mismos en pa¨ªses de inmigraci¨®n. Finalmente, el grado real de su colaboraci¨®n deja mucho que desear, puesto que la ayuda que se les proporciona es dif¨ªcil de controlar y puede servir para otros fines.El problema de fondo sigue planteado: es el de la demanda migratoria que viene de toda el ?frica subsahariana. Es a esto a lo que hay que responder. Ahora bien, est¨¢ claro que el Gobierno espa?ol no puede ofrecer ¨¦l solo una soluci¨®n, aunque est¨¦ condenado a gestionar, en primera l¨ªnea, las incoherencias y la impotencia de la UE. ?Qu¨¦ se puede hacer para actuar profundamente sobre las causas de estas migraciones? De entrada, hay que intentar comprender su contenido sociol¨®gico: ?qui¨¦nes son?, ?de d¨®nde vienen? A continuaci¨®n, ?no ha llegado el momento de admitir que es anormal que se ofrezca la libertad de circulaci¨®n a los ciudadanos de Europa del Este mientras que en el sur la barrera es cada vez m¨¢s alta? ?No ha llegado el momento de pensar en un tratamiento m¨¢s equitativo de los flujos migratorios? Desde luego, no es realista abrir las fronteras, pero la cuesti¨®n de los visados para los subsaharianos se deber¨ªa repensar por completo. Se sabe que los visados para un periodo de corta duraci¨®n se conceden de forma opaca y que, con frecuencia, son vulnerados por los beneficiarios. De hecho, pueden servir para favorecer la inmigraci¨®n de las clases medias (los que pueden pagarlos u obtenerlos corrompiendo a funcionarios poco honestos). Ante esto, la Uni¨®n deber¨ªa reflexionar sobre la puesta en marcha de mecanismos de control democr¨¢ticos para concederlos (ya s¨¦ que est¨¢ previsto, pero de una manera muy ambigua) y, principalmente, sobre c¨®mo incrementar su n¨²mero para los trabajadores no cualificados y los j¨®venes que buscan formaci¨®n, aunque s¨®lo fuera para legalizar en el origen los flujos que, de todas maneras, tienden a desarrollarse.
Esto se podr¨ªa hacer por ejemplo instaurando "contratos de emigraci¨®n temporal" que afectar¨ªan tanto a los menores con la perspectiva de formarse como a los trabajadores en el marco del empleo temporal. Hay que abrir oficinas en las regiones y los pa¨ªses de salida para tratar las demandas de emigraci¨®n, como hicieron algunos pa¨ªses de la Uni¨®n en los pa¨ªses del Este en los noventa. En realidad, hay que convertir la misma cuesti¨®n de las migraciones en un vector al servicio del futuro desarrollo de los pa¨ªses subsaharianos. Se podr¨ªan establecer con estos pa¨ªses grandes planes comunes de gesti¨®n de los flujos de poblaci¨®n, de los que podr¨ªan tambi¨¦n sacar ventajas econ¨®micas. La Uni¨®n deber¨ªa tomarse en serio este problema, y no cerrar los ojos a la espera de que el desarrollo lejano e incierto de estos pa¨ªses "acabe" mec¨¢nicamente con las migraciones. Es la ¨²nica manera de ser cre¨ªble ante los Estados de origen. Y ser¨ªa en todo caso una se?al importante de esperanza para los candidatos a la emigraci¨®n, la esperanza de que un d¨ªa puedan emigrar legalmente en lugar de cruzar desiertos y mares con el riesgo de morir.
Sami Na?r es profesor invitado en la Universidad Carlos III. Su ¨²ltimo libro es Y vendr¨¢n... Las migraciones en tiempos hostiles (Bronce, 2006). Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
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