Leves malestares graves
Investigo las probables causas que pueden encontrarse detr¨¢s de esos imprevistos malestares m¨ªnimos que siento ¨²ltimamente ante muchas de las cosas que diariamente leo y veo. ?C¨®mo era aquello de C¨¦line? "Todo lo que en aquellos d¨ªas se le¨ªa, tragaba, chupaba, admiraba, proclamaba, refutaba, defend¨ªa, todo eso no eran sino fantasmas odiosos, falsificaciones y mascaradas. Hasta los traidores eran falsos".
Sucede que si llega el caso de que mi malestar es monstruoso, no investigo nada, porque ya s¨¦ inmediatamente de d¨®nde procede. Por ejemplo, veo una fotograf¨ªa de Stalin o de Hitler, o de cualquiera de sus numerosos seguidores, y no es preciso que investigue las causas de la apabullante repugnancia que me producen. Lo que s¨ª me interesa analizar son ciertos malestares m¨ªnimos, muy leves, casi imperceptibles y en un primer momento inesperados: malestares que siento ante cosas que me producen una lev¨ªsima sensaci¨®n de rechazo, sin que sepa normalmente por qu¨¦. Por ejemplo, ?qu¨¦ me ha ocurrido hoy al ver la noticia sobre El Tricicle en los informativos de la noche? ?Por qu¨¦ ese leve malestar al verles en pa?ales si les considero unos buenos profesionales y nunca he tenido nada contra ellos? Analizo mi reacci¨®n, el leve malestar. La imagen, para ellos, parece soporte indispensable y se dir¨ªa que se hallan a a?os luz del lenguaje escrito. Por ah¨ª tal vez surge el leve cosquilleo de malestar. Por un momento no les veo a ellos, sino a algunos de los que van en bicicleta por mi ciudad y no saben hablar ni escribir. ?Acaso no creo que la m¨¢s grande d¨¢diva que el mundo nos ofrece al nacer son una, dos, tres lenguas acu?adas, desarrolladas y perfeccionadas por millares de generaciones anteriores? Siempre he estado convencido de que los humanos hemos recibido la palabra como una herencia m¨¢gica.
Aprend¨ª con entusiasmo a leer a los tres a?os. Y yo creo que todo lo que en la infancia me molest¨¦ en aprender fueron conocimientos que se han ido transmutando l¨®gicamente a trav¨¦s del tiempo, pero que en el fondo, en sus l¨ªneas maestras, permanecen inmutables a modo de poso eterno, como un sedimento que est¨¢ ah¨ª -como lo est¨¢ el pasado, que es a fin de cuentas imperturbable y se est¨¢ dando y aflorando en nosotros en todo momento, siempre en presente-, como un rescoldo con una desesperada, y como m¨ªnimo inquietante, tendencia conservadora.
Cuando pienso en aquellos d¨ªas de espartano estudio constante, me digo que tal vez no he soportado bien aquellos cambios que despu¨¦s han ido trastocando el paisaje f¨ªsico y moral de mi infancia, un paisaje al que permanezco fiel desde siempre. Es posible que lo viva todo como una agresi¨®n particular a mi memoria propia. Es como si lo midiera todo por el rasero de mi infancia.
Me esforc¨¦ siempre en estudiar porque pens¨¦ que lo mejor que se pod¨ªa hacer en un pa¨ªs tan tenebroso e ignorante como la Espa?a de los a?os cincuenta era dedicarse a pensar y a estudiar, por cuenta propia a ser posible. Y as¨ª los tan celebrados y admirados ¨²ltimos de la clase, siempre con el moco al aire, se me presentan hoy en mi memoria, cuando no como los actuales tocadores de los bombos nacionales, como los grandes culpables de que el pa¨ªs a¨²n no tenga una s¨®lida tradici¨®n democr¨¢tica.
Hugo Ch¨¢vez visita por tercera vez a Fidel Castro en el hospital. ?Por qu¨¦ ese imprevisto malestar leve al ver las im¨¢genes? Son esencialmente dos militares totalitarios. Ch¨¢vez, en la primera visita, le regal¨® a Castro un taz¨®n que hab¨ªa pertenecido a Napole¨®n. Ignoro de d¨®nde sali¨® el taz¨®n, pero s¨ª que Ch¨¢vez, tanto como escritor como pintor, es un artista frustrado, y que ¨¦ste es un detalle que ¨²ltimamente oculta en sus biograf¨ªas oficiales, aunque lo que no puede esconder es su rabioso estilo militar, poco propicio para la poes¨ªa. "Le vamos a dar (a la oposici¨®n) un knockout fulminante el 3 de diciembre, ?escr¨ªbanlo!", afirm¨® el otro d¨ªa cuando anunci¨® que quiere estar en el poder hasta 2031.
Ch¨¢vez en mi escuela habr¨ªa sido de los ¨²ltimos de la clase, con malas notas en la asignatura de redacci¨®n y en la de dibujo, en todas salvo en gimnasia. No le soporto. Su reuni¨®n con Castro, por cierto, me record¨® la del general De Gaulle con Franco cuando el primero, ya retirado de la pol¨ªtica, visit¨® Madrid a mediados de los setenta, y le dijo al segundo: "Usted es el general Franco. Yo era el general De Gaulle". Desde aquella misteriosa frase que veo a De Gaulle (al que ten¨ªa por antiguo presidente de una rep¨²blica democr¨¢tica) de una forma nada edificante.
Ni que decir tiene que los cambios actuales en el balompi¨¦ me resultan del todo insoportables (y aqu¨ª entra Javier Mar¨ªas que en Salvajes y sentimentales dijo que el f¨²tbol es para muchos de nosotros la recuperaci¨®n semanal de la infancia). Me agradar¨ªa, por ejemplo, que volvieran los partidos con dos puntos en juego y que se jugaran s¨®lo los domingos a las cinco de la tarde, como antes. Y no me agrada, por ejemplo, toda celebraci¨®n de un gol que no est¨¦ hecha con un sobrio y humilde pu?o al aire. En este sentido, las "celebraciones a lo cucaracha" de Ronaldo y compa?¨ªa alcanzaron la temporada pasada el cenit del mal gusto. Como tambi¨¦n me disgusta que los guardametas se decanten por el estilo del loco Gatti y olviden que la funci¨®n fundamental del portero es ser espiritual y elegante.
Aunque promet¨ª que a Veracruz y a sus playas lejanas no pensaba en la vida nunca volver, he vuelto. Regres¨¦ a Barcelona hace unos d¨ªas. Y ya de nuevo en ella he tenido la impresi¨®n de que lejos, en M¨¦xico, tengo una dignidad que no tengo en mi pa¨ªs. Como si aqu¨ª fuera el prisionero de un entorno. O como si ese entorno no fuera el que realmente me corresponde. Tal vez me conocen demasiado. Pero cuando no me conoc¨ªan, a¨²n era peor.
Leve malestar grave a causa de esto. Del entorno me aburre mucho, por ejemplo, el ruido medi¨¢tico que apoya la mediocridad de la pol¨ªtica catalana de ahora; encuentro superficial y est¨²pida la adoraci¨®n que despliegan los turistas hacia Gaud¨ª; no entiendo por qu¨¦ el Instituto Metropolitano del Taxi no ha multado a los cocheros que en el aeropuerto eligen a sus pasajeros y se niegan a llevar a seg¨²n cuales; no comprendo por qu¨¦ no han despedido al ineficiente director de la compa?¨ªa Iberia; no entiendo que den cuatro miserables euros a los damnificados del d¨ªa de la huelga salvaje del Prat; se me ha ca¨ªdo la cara de verg¨¹enza con el aroma provinciano de TVE-3 al calcular el dinero que han dejado en Barcelona los congresistas internacionales de Cardiolog¨ªa, etc¨¦tera.
Leve malestar con el entorno y deseos de marcharme. Nunca olvido que debemos saber mantener el secreto v¨ªnculo que cada uno tiene con su propio Genius. Por eso tampoco olvido que hay que saber abandonarse a ¨¦l: concederle todo aquello que nos pide, porque su exigencia es la nuestra, su felicidad es nuestra felicidad.
Al final uno descubre que s¨®lo la infancia y la Muerte no cambian. El resto es la calle de en medio, toda llena de extra?os cambalaches, de imprevistas contrariedades leves, algunas graves.
Enrique Vila-Matas es escritor.
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