La construcci¨®n de la soledad
Natascha Kampusch protagoniza desde agosto una historia que ahora ya se conoce casi entera. La ha contado ella misma en la televisi¨®n austriaca, y medios de todo el mundo (anoche, en Espa?a, Antena 3) est¨¢n en curso de redifundirla.
A ella -lo dijo en la tele-, le han indignado "las fabricaciones", y ha aprovechado la ocasi¨®n para contar con detalle las circunstancias y los antecedentes de su cautiverio. Aludi¨® a un hecho: el secuestrador estaba en la calle, junto a su furgoneta, y ella tuvo un presentimiento. Que hubiera variado la ruta le hubiera salvado de una tragedia que ese azar ya luego hizo duradera.
Mientras no se supo qu¨¦ ocurri¨®, el morbo p¨²blico lanz¨® todo tipo de especulaciones que ella ha considerado hirientes. Cuando hablaba, ante las c¨¢maras, miraba con insistencia hacia su lado izquierdo; un equipo la asesoraba sobre lo que deb¨ªa decir, y ante las mismas c¨¢maras se indign¨®, ri¨®, se comport¨® con la apostura que los psiquiatras ya hab¨ªan adelantado que manten¨ªa esta muchacha que vivi¨® tan horrendo cautiverio.
Los psiquiatras hab¨ªan dicho que era fuerte, y que se estaba componiendo; hasta eso se puso en duda. En el retrato robot que distribuyeron los cotillas conven¨ªa que Natascha fuera v¨ªctima, adem¨¢s, de un acusado s¨ªndrome de Estocolmo; a partir de ah¨ª el morbo estaba abonado.
El hecho de que no viera a sus padres inmediatamente despu¨¦s de que ella misma se liberara contribuy¨®, tambi¨¦n, a componer una imagen adecuada a las sensibilidades sangrientas y ros¨¢ceas. Kampusch no quer¨ªa ver a sus padres. Es mejor as¨ª que esperar a que la realidad destroce una especulaci¨®n.
Pero ha venido la chica y ha contado su historia. Algunos habr¨¢n aclarado sus ideas, pero los que quer¨ªan alimentar el morbo ya no pueden hacer otra cosa que guardarse la hiriente suficiencia con la que hablan de lo que no saben. Les da igual saber; seguir¨¢n hiriendo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.