"Mi verg¨¹enza creci¨® al conocer los cr¨ªmenes de las Waffen-SS"
Llegar a este lugar en la ¨²ltima curva de un camino de arena bajo un arco de hayas, abedules, fresnos y robles centenarios, en un bosque tupido ya casi oto?al en esta reserva natural del patrimonio nacional dan¨¦s, en la isla de Mon, es imposible sin la complicidad de los anfitriones de la casita de tejado de junco y ventanas azules con vistas al mar B¨¢ltico, mirando hacia el este hanse¨¢tico, hacia las costas de la antigua Alemania Oriental, en Greisfswald y Stralsund, y, m¨¢s all¨¢, la vieja Danzig, otrora prusiana y hoy polaca patria de Oskar Matzerath, aquel ni?o repelente y demoledor que tocaba El tambor de hojalata.
G¨¹nter Grass, Nobel de Literatura, Pr¨ªncipe de Asturias, con cientos de premios internacionales, la mayor gloria viva de la literatura alemana, no ha venido a este rinc¨®n a esconderse de la conmoci¨®n mundial, de los ataques, reproches, de la indignaci¨®n pero tambi¨¦n solidaridad que ha generado con la revelaci¨®n en su autobiograf¨ªa Pelando la cebolla de que, en los ¨²ltimos meses de la Segunda Guerra Mundial, sirvi¨® en la divisi¨®n Frundsberg de las Waffen-SS, organizaci¨®n que cometi¨® cr¨ªmenes atroces. Durante 60 a?os, ha explicado Grass, reprimi¨® sus impulsos de sincerarse "por pudor y voluntad de dar forma a la explicaci¨®n".
"Han sido d¨ªas muy dif¨ªciles. Se ha querido liquidarme como persona y callarme para siempre"
"Entro capa a capa en la persona que crece encerrada en aquel sistema ideol¨®gico, en la era nazi"
"La memoria tiende a embellecer y simplificar cuestiones complejas para poder hacerlas narrables"
"Ve¨ªa a las Waffen-SS como unas unidades de ¨¦lite, mejor equipadas y que sufr¨ªan m¨¢s bajas que el resto"
"Si hubiera nacido tres o cuatro a?os antes me habr¨ªa visto envuelto con seguridad en estos cr¨ªmenes"
"Nunca he querido ser una instituci¨®n. Siempre he querido defender mi posici¨®n de ciudadano"
"Mi madre fue violada repetidas veces por soldados del Ej¨¦rcito Rojo. Me enter¨¦ despu¨¦s de su muerte"
"No pod¨ªa hacerlo p¨²blico en una confesi¨®n. Deb¨ªa ser narrado en su contexto, y eso pasa en el libro"
"Joseph era un prisionero de mi edad en Bad Eilbling, b¨¢varo, fan¨¢tico de forma t¨ªmida, cat¨®lica"
"Este libro me ha cambiado, porque a trav¨¦s de la escritura me ha acercado a mi padre y a mi madre"
Mientras, ascend¨ªa hacia la gloria literaria y se erig¨ªa en autoridad moral de la izquierda. ?l sabe que la ocultaci¨®n les parece imperdonable a sus enemigos, deseosos de liquidarle como polemista, pero tambi¨¦n a amigos como el director de cine Volker Schl?ndorff, que llev¨® al cine El tambor de hojalata, o al escritor Erich Loest. Se debaten entre admiraci¨®n y afecto, por un lado, y decepci¨®n. Grass se refugia en esta isla desde hace tres d¨¦cadas, cuando se la descubri¨® su mujer, Ute, que iba all¨ª a observar las playas de la rep¨²blica comunista de la que hab¨ªa huido. "Ahora los veranos son m¨¢s secos, es el cambio clim¨¢tico". Aqu¨ª escribe y dibuja, su otra gran pasi¨®n.
EL PA?S le visita cuando acaba de regresar de las primeras lecturas p¨²blicas de su libro, en esa gran casa de las letras alemanas que es el Berliner Ensemble y en la Nueva ?pera de Francfort. All¨ª tuvo un p¨²blico incondicional que acud¨ªa a escuchar la brillant¨ªsima prosa de Pelando la cebolla, le¨ªda con virtuosismo inigualable. Pero tambi¨¦n a defenderle de cualquier ataque y a perdonarle todo.
En una larga conversaci¨®n al aire libre con un periodista al que conoce desde hace muchos a?os, Grass deja traslucir que, acostumbrado a ser jaleado y querido, acus¨® el golpe de la cr¨ªtica y la incomprensi¨®n en un principio, pero que ya vuelve a ser casi el mismo.
Pregunta. Todos sus libros son autobiogr¨¢ficos, pero en ¨¦sta su autobiograf¨ªa de aquellos a?os habla de lo que nunca dijo. No acaba de estar claro si est¨¢ usted sorprendido o no por el eco de sus revelaciones. ?Qu¨¦ reacci¨®n preve¨ªa?
Respuesta. Yo he tenido siempre grandes reservas a escribir algo autobiogr¨¢fico porque era muy esc¨¦ptico hacia la forma. El autor tiene que trabajar con sus recuerdos, con su memoria. Y sabemos que la memoria tiende a embellecer situaciones, a presentar cuestiones muy complejas de una forma lo suficientemente simple como para hacerlas narrables. De ah¨ª la desconfianza hacia la propia capacidad de memoria y hacia mis recuerdos. Quer¨ªa escribir a un tiempo, ten¨ªa que ser una narraci¨®n rota. Y con el tiempo le fui cogiendo gusto a esta forma de narrar porque fui quitando estas pieles de la cebolla, fui despegando capas y leyendo cosas entre ellas. Pero adem¨¢s se hac¨ªa posible algo nada f¨¢cil, que era coger a aquel ni?o del a?o 1939, una persona tan lejana ya de m¨ª, y entrar en conversaci¨®n con ella. En principio, ella se niega a ser interrogada y tiene sus secretos, pero se va logrando y, poco a poco, voy entrando en ella, capa a capa, en la persona que crece encerrada en aquel sistema ideol¨®gico, en la era nacionalsocialista.
Ah¨ª se ve ese ritmo: con 15 a?os ya estoy de uniforme en las juventudes hitlerianas; despu¨¦s, con el uniforme de los ayudantes antia¨¦reos con las bater¨ªas; despu¨¦s, en el Reichs-Arbeitsdienst (Frente Juvenil de Trabajo Nacionalsocialista); con 16, con 17, en mi estupidez, yo me hab¨ªa presentado voluntario a los submarinos, y ¨¦stos ya no aceptaban a nadie y, cuando llamaron a filas a mi quinta de 1927, me convocaron y, cuando llegu¨¦ a Dresde, al campamento de instrucci¨®n de tropas, pude comprobar que estaba en un campo de entrenamiento de las Waffen-SS.
Yo entonces, por lo que sab¨ªa, consideraba a las Waffen-SS como unas unidades de ¨¦lite, que estaban mejor equipadas que las dem¨¢s, pero tambi¨¦n que ten¨ªan siempre m¨¢s bajas que las dem¨¢s. Eso se sab¨ªa. Pero yo era joven, quer¨ªa irme de casa. Y en el fondo estaba de acuerdo. Lo que despu¨¦s se puso en relaci¨®n con las Waffen-SS, todos sus cr¨ªmenes, de todo eso no fui consciente hasta despu¨¦s de la guerra. Eso tuvo mucha influencia en que este hecho ¨²nico, este episodio de mi vida, me lo guardara para m¨ª. Est¨¢ relacionado con un sentimiento de verg¨¹enza...
P. ?Y aument¨® con el tiempo?
R. S¨ª, este sentimiento de verg¨¹enza fue creciendo seg¨²n iba viendo y sabiendo todos los cr¨ªmenes de los que eran responsables las Waffen-SS y lo que era la culpa general de todo aquel sistema alem¨¢n que reca¨ªa sobre nosotros. Al dar mis datos biogr¨¢ficos, tambi¨¦n cuando me manifestaba p¨²blicamente y en mis conferencias o art¨ªculos, nunca he ocultado que hasta el final de la guerra yo cre¨ªa en la victoria final [del nazismo]. Y en esta cautividad ideol¨®gica no me parec¨ªa aquello una ocultaci¨®n de algo grave, sino de algo que yo ten¨ªa que solucionar conmigo mismo. Y ahora que esto est¨¢ en el libro, tampoco creo que se acaba la verg¨¹enza de haber estado en una unidad como ¨¦sta, aunque no me viera envuelto en ning¨²n crimen de guerra, gracias a Dios.
S¨®lo estuve poco tiempo en el frente y la divisi¨®n en la que me encuadraba ya s¨®lo exist¨ªa en rudimentos, estaba ya fraccionada; estuve en diversos grupos de gentes unidas casi por azar, entre los que hab¨ªa Wehrmacht [Ej¨¦rcito], Waffen-SS, Volkssturm [Defensa Popular] y hasta miembros de las fuerzas a¨¦reas.
P. Muchos se preguntan c¨®mo es posible que, con lo que estaba sucediendo en esos meses en aquella zona en la que usted se hallaba, con ejecuciones de prisioneros sovi¨¦ticos, con los soldados alemanes desertores o sospechosos de desertar colgados en las alamedas o en las farolas de los pueblos como usted describe en el libro.....
R. S¨ª, s¨ª, eso lo cuento, all¨ª estaban...
P. ?Pero c¨®mo, c¨®mo es posible que estando dentro de la divisi¨®n nunca oyera a compa?eros de las Waffen-SS hablando de hechos semejantes ni tuviera noticia directa sobre los mismos?
R. Para m¨ª todo aquello, hasta aquellos momentos, no me era patente, no era consciente de ello. Soy cr¨ªtico conmigo en mi propio entorno. Que es lo que es, en s¨ª, el contenido del libro. Y esto ya comienza al principio de la guerra, con mi t¨ªo.
P. Cuando ejecutan a su t¨ªo.
R. S¨ª, a mi t¨ªo, que estaba en el servicio de correos polaco, lo matan, acusado de un acto de resistencia. Con la muerte de mi t¨ªo desaparece tambi¨¦n de nuestra vida la totalidad de su familia. Los hijos de mi t¨ªo ten¨ªan mi edad y eran mis compa?eros de juegos, y despu¨¦s de esto ya no se volvi¨® a hablar de ninguno de ellos. Mis padres, de forma oportunista, impusieron el silencio sobre la suerte de todos ellos, y yo no hice preguntas. ?stos son los reproches que me tengo que hacer realmente. O c¨®mo desapareci¨® un compa?ero m¨ªo de colegio. Despu¨¦s de la guerra me lo encontr¨¦ y supe que su padre hab¨ªa sido deportado a un campo de concentraci¨®n, y conoc¨ª la suerte de su familia. Tampoco entonces me pregunt¨¦ nada. Ni cuando detuvieron al profesor de Lat¨ªn, un sacerdote cat¨®lico que desapareci¨® tambi¨¦n durante un tiempo en el campo de concentraci¨®n de Sutthof y volvi¨® y no dijo nada. Y yo no pregunt¨¦. Eso siempre me ha perseguido. O con aquel que en el Arbeitsdienst se negaba a tocar un arma.
P. Eso lo cuenta en el libro, el chico que dice que no y resiste tanto a los mandos como a la presi¨®n y al desprecio de todos los camaradas hasta que tambi¨¦n desaparece.
R. S¨ª, era un testigo de Jehov¨¢. Lo admiramos y odiamos al tiempo porque sufr¨ªamos las consecuencias de su resistencia. ?sas son las omisiones culpables que intento investigar en el libro. Y para m¨ª resultan m¨¢s graves que las pocas semanas en las SS, en las que me vi envuelto sin voluntariedad.
P. Dentro de la conmoci¨®n que han provocado sus revelaciones en Pelando la cebolla se pueden distinguir los ataques l¨®gicos de sus adversarios pol¨ªticos y enemigos de siempre, que ven llegada la ocasi¨®n ideal de zanjar cuentas, pero tambien se distinguen claramente voces de amigos, Schl?ndorff o Loest por ejemplo, que se quejan con mayor o menor amargura de que usted no ha sido franco con ellos. Schl?ndorff dice que sigue admir¨¢ndole y queri¨¦ndole, pero que no le ver¨¢ ya nunca m¨¢s en el pedestal.
R. Se me puede criticar, y desde luego yo voy a aceptarlo. Pero tambi¨¦n reclamo para m¨ª el derecho de reservarme mis cuestiones hasta que encuentre f¨®rmulas de expresarlas. Por ejemplo, he tardado mucho tiempo en escribir Krebsgang (A paso de cangrejo), en el que me ocupo de la suerte de los expulsados alemanes [de los territorios orientales]. Eso ten¨ªa mucho que ver con el destino de mis padres. Durante la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de la ciudad de Danzig [actual Gdansk, en Polonia], mi madre fue violada repetidas veces por soldados del Ej¨¦rcito Rojo. Para evitar que violaran a mi hermana, ella se pon¨ªa una y otra vez delante, y para que la ni?a de 14 a?os no fuera violada, ella lo fue de forma continua. Mi madre jam¨¢s habl¨® sobre ello, y s¨®lo lo supe despu¨¦s de su muerte. ?nicamente pude hablar de ello al escribir ese libro. ?sa es la complejidad de este proceso literario que se hace as¨ª en el paso (hacia atr¨¢s) del cangrejo. Creo de verdad que es mi derecho.
No he dicho ninguna falsedad. Lo que he hecho ha sido guardarme un hecho para m¨ª mismo a la espera de encontrar una forma de explicarlo, de articularlo literariamente. Esto no pod¨ªa hacerlo p¨²blico con una confesi¨®n, sino que ten¨ªa que ser narrado en el marco del entorno en el que crec¨ª entonces.
Adem¨¢s, el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) -el diario que public¨® la primera informaci¨®n al respecto- ha presentado todo esto de forma err¨®nea, porque no fue una confesi¨®n que yo les hice a ellos. Al contrario, el libro ya lo ten¨ªan, como todas las redacciones desde semanas antes, en ejemplares adelantados de prepublicaci¨®n. La oleada de indignaci¨®n lleg¨® porque Schirrmacher (un editor de FAZ) public¨® esa parte concreta. Acepto la cr¨ªtica; tambi¨¦n respeto las expectativas decepcionadas. Pero nadie puede impedirme que yo me guarde algo hasta articularlo como crea necesario.
P. Hay quien dice que usted ahora se bajar¨¢ del pedestal y de dar porrazos morales a los dem¨¢s.
R. Lo que pasa es que algunos han querido utilizar esta ocasi¨®n para intentar liquidarme como ciudadano pol¨ªtico y dicen que me tengo que callar la boca. Eso, por supuesto, es una estupidez.
P. Dicen que usted se ha arrogado una autoridad, Schl?ndorff lo dice, que le ser¨¢ dif¨ªcil mantener.
R. Yo jam¨¢s me he entronizado. Ni lo he querido. Nunca he pedido esto. Ya se hizo esto con Heinrich B?ll, lo de presentarle como la conciencia de la naci¨®n. Y ambos nos negamos a ello. ?Qu¨¦ conciencia voy a descargar yo y por qu¨¦?
P. Lo que pasa es que, como un texto que tengo aqu¨ª delante, en una intervenci¨®n con Juan Goytisolo en Madrid, usted condena los silencios sobre el pasado nacionalsocialista alem¨¢n con vehemencia.
R. Y es que siempre he hecho lo contrario. En mis libros y en mis discursos pol¨ªticos siempre se habla de ello. Y tambi¨¦n he hablado siempre de mi implicaci¨®n como hombre joven en el sistema. Nunca hice de ello un secreto. Y me he preguntado a m¨ª mismo, porque si hubiera nacido tres o cuatro a?os antes me habr¨ªa visto envuelto con toda seguridad en estos cr¨ªmenes. Esto les pas¨® a muchos. Por eso, lo m¨ªo [no haberlo hecho] no es ning¨²n m¨¦rito. Pero es mi derecho tambi¨¦n el manifestarme en contra de que antiguos nacionalsocialistas de relieve llegaran a puestos dirigentes y que un nazi importante como Hans Georg Kissinger llegara a canciller federal. O que el Gabinete de Konrad Adenauer tuviera muchos miembros que hab¨ªan sido del partido nazi y en puestos destacados. Es mi derecho, y lo mantengo hoy.
P. Ni Thomas Mann, ni Heinrich B?ll, ambos Premio Nobel tambi¨¦n, ni Gottfried Benn, tres montruos de la literatura alemana del siglo XX, han llegado a tener la repercusi¨®n, la presencia social que ha tenido usted. ?La siente peligrar tras este libro y los ecos que ha tenido?
R. Yo no puedo valorarlo. Yo nunca he querido ser una instituci¨®n, yo siempre he sido celoso de defender mi posici¨®n como ciudadano que ha entendido las lecciones del tiempo que le ha tocado vivir, que ha entendido que esta democracia nos ha sido regalada y que hab¨ªa que aprovecharla. Porque la democracia de Weimar se fue al traste por la lucha pol¨ªtica, por las luchas del poder, y as¨ª se convirti¨® en bot¨ªn de los nacionalsocialistas. Yo lo s¨¦ y lo digo en el libro, y perdone que vuelva al libro, pero est¨¢ la escena del trabajo en la mina en la que se produce una pelea y los comunistas y los nazis forman una alianza contra los socialdem¨®cratas. Y es ah¨ª donde veo la escenificaci¨®n del fin de la democracia de Weimar. Aquello eran lecciones, aunque tardara despu¨¦s en convertirme en hombre pol¨ªtico.
P. Muchos miembros de su generaci¨®n literaria, el Grupo 47, en la posguerra, por edad, ven¨ªan del frente. Acabo de leer unas declaraciones de Marcel Reich-Ranicki en las que se plantea el antisemitismo de parte del grupo.
R. Eso es un perfecto disparate. En primer lugar, hab¨ªa en el grupo toda una serie de jud¨ªos. Gracias a Dios no hab¨ªa filosemitismo. Pero nos trat¨¢bamos como compa?eros todos. Lo que pasa es que hab¨ªa muchos que hab¨ªan sido soldados y ten¨ªan sus experiencias, y se estaba en un proceso de aprendizaje que hab¨ªa que hacer. Lo que en todo caso se rechazaba en el Grupo 47 eran textos ideol¨®gicos. All¨ª no habr¨ªa tenido oportunidad alguna ning¨²n neonazi ni tampoco un comunista dogm¨¢tico.
P. El quiebro hacia la izquierda totalitaria, y en muchos casos despu¨¦s a la decepci¨®n con la misma, forma parte de su generaci¨®n intelectual europea. Usted nunca tuvo veleidades comunistas. Su amigo Erich Loest, del que hablamos antes, pas¨® directamente a los comunistas desde la juventud nazi. Usted, sin embargo, siempre estuvo con Camus frente a Sartre.
R. Loest estuvo en la Werwolf [organizaci¨®n nazi formada para acciones de insurgencia terrorista contra los aliados tras la derrota en 1945], se hizo comunista y despu¨¦s pas¨® en Bautzen (c¨¢rcel de la RDA) m¨¢s de siete a?os. Alemania ten¨ªa una singularidad, especialmente respecto a Francia, por la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de la RDA; los comunistas en el Oeste jam¨¢s tuvieron la m¨ªnima oportunidad. Tambi¨¦n en el contacto con los escritores del Este, aun con los simpatizantes con el r¨¦gimen, se notaban las dificultades que ten¨ªan con la censura. Y lo que sufr¨ªa [la poetisa] Christa Wolf, por ejemplo.
P. La tragedia est¨¢ en que los archivos han demostrado que Christa Wolf fue informante de la Stasi [polic¨ªa pol¨ªtica de la RDA].
R. S¨ª que lo fue, pero s¨®lo al principio y sin comprometer realmente a nadie. El trato con estas fichas de la Stasi de repente puso bajo sospecha a todo un pueblo. Fue un disparate. Yo siempre supe que fui espiado por la Stasi. Viv¨ªa en Berl¨ªn y pasaba mucho al Este.Me he negado a ver las fichas. No quiero saber qui¨¦n lo hac¨ªa porque no me considero da?ado. Los informantes no ten¨ªan nada que ver con la prohibici¨®n de mis libros.Ahora, peri¨®dicos del grupo Springer dicen que yo he revelado mi paso por las Waffen-SS por temor a que lo hicieran otros a partir de los archivos de la Stasi. Un aut¨¦ntico disparate. All¨ª han salido ahora 500 p¨¢ginas sobre m¨ª que revelan que siempre me vigilaron.
P. Han surgido voces exigiendo que se le retiraran premios. Ni con el Nobel ni con el Pr¨ªncipe de Asturias han tenido eco, y en Polonia ha recibido una gran satisfacci¨®n con el apoyo del alcalde de Gdansk y de muchas personalidades de la transici¨®n polaca, que recuerdan la labor a favor del entendimiento de quien naci¨® en una ciudad alemana hoy polaca.
R. En efecto, el alcalde Abramowicz ha tenido un gesto que yo agradezco. En Polonia hay ahora un Gobierno populista de derechas que busca, como los comunistas antes, esa propaganda con la imagen del enemigo en Alemania.
P. El enemigo exterior y el enemigo interior. El pasado como instrumento pol¨ªtico. En Polonia y en Espa?a se utiliza contra las transiciones a la democracia.
R. Hablar del pasado no puede suponer saldar cuentas presentes. Eso es el abuso del pasado sacado de contexto. Es una demagogia que tambi¨¦n tuvimos aqu¨ª en Alemania. El canciller Adenauer difamaba a Willy Brandt llam¨¢ndole "hijo de madre soltera", lo que entonces a¨²n funcionaba. Y jugaba con la ignorancia de la gente aludiendo a contactos de Brandt con el POUM en la Guerra Civil para sugerir contactos con los comunistas sovi¨¦ticos, cuando el POUM fue v¨ªctima de Stalin.
P. Joachim Fest, bi¨®grafo de Hitler, publica tambi¨¦n sus memorias. Dice que no se f¨ªa ya de usted.
R. S¨ª, dice Fest que no me comprar¨ªa un coche usado. Yo jam¨¢s he hablado de ¨¦l, pero creo que es el ¨²ltimo que puede decir algo despu¨¦s de escribir un libro dando por bueno todo lo que le dec¨ªa Albert Speer [ministro y arquitecto del nazismo], al que presenta como un nazi caballeroso. Ahora sabemos que Speer estaba informado de la Conferencia de Wannsee [donde en 1942 se decidi¨® la soluci¨®n final del Holocausto] y que estaba implicado en la expropiaci¨®n de bienes jud¨ªos. Fest es el ¨²ltimo que puede hablar cr¨ªticamente de esto.
P. Ha dicho que los ataques le hab¨ªan llegado a suponer una "amenaza existencial" y que lo ha superado gracias a los apoyos de los amigos. ?Este libro le ha cambiado m¨¢s que los otros?
R. S¨ª, los primeros d¨ªas han sido muy dif¨ªciles. Se me ha querido liquidar como persona y callarme para siempre. Pero despu¨¦s me ha llegado comprensi¨®n y muestras de apoyo de escritores y de gente que ni conoc¨ªa. Ahora, con el libro publicado, me llega el aliento de los lectores. Y es cierto que este libro me ha cambiado m¨¢s porque a trav¨¦s de la escritura s¨ª me he acercado m¨¢s a mi padre y a mi madre. A mi padre siempre le tuve mucha distancia, y ahora me es m¨¢s cercano, pero adem¨¢s he tenido que escuchar como no hab¨ªa hecho antes a ese egocentrismo del joven.
P. Para terminar, hablemos de otro joven que se top¨® en el campo de prisioneros. Est¨¢ seguro de que ese Joseph era el actual papa Benedicto XVI.
R. Ha sido una cosa curiosa que me ha sucedido durante el proceso de escritura. Yo estaba recordando a un joven, tambi¨¦n de 17 a?os, con el que en Bad Elbling, un campo con m¨¢s de 100.000 prisioneros, hab¨ªa escarbado una covacha y hab¨ªamos tensado por encima una tela que ¨¦l ten¨ªa y nos proteg¨ªa de la lluvia. Ambos ten¨ªamos hambre, yo hab¨ªa conseguido unas migas y nos juntamos y pas¨¢bamos el tiempo hablando de todo. ?l era rigurosamente cat¨®lico, en s¨ª un chico cari?oso, pero muy fan¨¢tico, fan¨¢tico de una forma t¨ªmida cat¨®lica.
P. Pero si en aquella ¨¦poca el fan¨¢tico era usted.
R. No, qu¨¦ va, yo ya no cre¨ªa. Aunque llegara de una educaci¨®n cat¨®lica.
P. Me refiero a la ideolog¨ªa.
R. No, es que no habl¨¢bamos de ideolog¨ªa, sino de cuestiones de fe, de la Inmaculada Concepci¨®n y esas cosas. En todo caso, cuando fue nombrado, viendo su biograf¨ªa, que hab¨ªa estado en bater¨ªas antia¨¦reas y fue prisionero de guerra en Bad Eilbling como yo... Y me acord¨¦ de Joseph. Era b¨¢varo. Por eso pudo salir en libertad, porque ten¨ªa un domicilio que dejar registrado. Yo no ten¨ªa porque mi casa quedaba all¨ª lejos. En Gdansk.
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