Blindar el cielo para llegar a tierra
El 11-S cambi¨® la forma de viajar en avi¨®n y de proyectar determinados edificios altos
Al piloto Manuel Chamorro, hace un a?o, al llegar a EE UU, le preguntaron sobre cu¨¢l era la intenci¨®n de su viaje. Chamorro contest¨® la verdad: "Voy a un curso de pilotos sobre accidentes a¨¦reos". Al momento, la polic¨ªa lo condujo a un cuarto aparte, le registr¨® y le interrog¨® durante una hora hasta que se convenci¨® de que lo que comentaba Chamorro era cierto y que no constitu¨ªa ning¨²n riesgo para la seguridad del pa¨ªs.
Desde que en la ma?ana del 11 de septiembre dos aviones se estamparon contra las Torres Gemelas, otro contra el Pent¨¢gono en Washington y otro contra un sembrado en Pensilvania, la manera de volar en avi¨®n ha cambiado en el mundo.
Y sobre todo en Estados Unidos: antes del atentado, en EE UU los pasajeros de vuelos interiores efectuaban casi los mismos y escasos controles que los que pod¨ªan sufrir en un viaje en autob¨²s de Chicago a Denver. Ahora es al contrario. Se ha pasado de un extremo al otro.
Ahora, absolutamente todas las maletas que viajan en la bodega de carga son inspeccionadas por el esc¨¢ner
Desde el 11-S, nadie sube a un avi¨®n con tijeritas de u?as, sacacorchos o art¨ªculos punzantes en los bolsos de mano
De cualquier forma, ya nada ser¨¢ igual: desde el 11 de septiembre, todas las compa?¨ªas a¨¦reas del mundo han modificado las puertas de acceso a la cabina. Antes se abr¨ªan con un simple patad¨®n. Ahora son blindadas y s¨®lo permiten el acceso mediante una clave num¨¦rica. "Antes no era extra?o viajar con la puerta de la cabina abierta o entreabierta y dejar a veces que alg¨²n pasajero que lo solicitara entrara para que mirara; ahora, eso es impensable", comenta Chamorro, piloto comercial y miembro del Colegio Oficial de Pilotos.
El objetivo es evidente: que nadie pueda volver a hacerse con los mandos de un avi¨®n para convertirlo en un misil rebosante de gas¨®leo.
Desde el 11 de septiembre de 2001, absolutamente nadie sube al avi¨®n con tijeritas para las u?as, prendedores de ropa, sacacorchos o art¨ªculos punzantes de cualquier tipo en el bolso de mano. Desde el frustrado intento de atentado en Londres, ocurrido hace un mes, adem¨¢s, ning¨²n viajero con destino a EE UU o el Reino Unido sube tampoco con envases con l¨ªquidos.
"Esto se est¨¢ convirtiendo en algo ingobernable. A este paso acabaremos pidiendo a los pasajeros que suban desnudos a bordo", razona Chamorro. "Habr¨ªa que primar otros m¨¦todos de seguridad, porque estas restricciones conducen al infinito", a?ade.
Controles en maletas
La normativa relativa a la seguridad se ha unificado en los ¨²ltimos cinco a?os. Ahora, todas las maletas que van a parar a la bodega de carga de los aviones son inspeccionadas por el esc¨¢ner. Antes s¨®lo pasaban este control aleatoriamente. En el aeropuerto de Barajas, esta inspecci¨®n al 100% de las maletas, bolsos o paquetes que suben al avi¨®n se lleva a cabo desde 2003, seg¨²n fuentes de AENA.
Todos estos controles son a¨²n m¨¢s exhaustivos en los viajes con destino a Estados Unidos. Ahora, el bolso de mano de cualquier europeo que se desplace a este pa¨ªs pasa por dos monitores de rayos X.
Los datos de este pasajero, adem¨¢s, viajan a velocidad cibern¨¦tica hasta los archivos norteamericanos mientras el viajero est¨¢ en el aire.
?Todo esto significa m¨¢s tiempo de espera? ?Todos estos controles equivalen a perder horas en las salas de embarque?
"Al principio s¨ª", contesta un portavoz de Iberia. "Pero poco a poco los aeropuertos se fueron equipando con m¨¦todos que lograron igualar el tiempo de espera al que se empleaba antes del 11-S", a?ade. Sergio Patin, director general en Espa?a de Continental Air Lines, est¨¢ de acuerdo: "Antes del 11-S se ped¨ªan dos horas de antelaci¨®n para un vuelo transoce¨¢nico; despu¨¦s del 11-S llegamos a pedir tres y cuatro. Ahora, desde lo de Londres, volvemos a las tres horas. Pero regresaremos a las dos horas o dos horas y media".
La imagen de dos aviones estrell¨¢ndose en directo contra las fachadas de las Torres Gemelas no s¨®lo afect¨® a la manera de viajar. Todo el mundo se pregunt¨® tambi¨¦n si los rascacielos eran seguros o, cuando menos, convenientes. El arquitecto Javier Pioz, que ha dise?ado una aut¨¦ntica "ciudad vertical" para 100.000 personas en Shanghai que a¨²n aguarda el permiso del Gobierno chino y que actualmente trabaja en otro rascacielos en Calcuta, asegura que el 11-S "cambi¨® la manera de construir edificios altos". "El concepto caja de cristal elevada pas¨® a la historia. Ahora se pide que el macroedificio est¨¦ dividido, aunque sea en altura, por distritos independientes, y que un edificio sea autosuficiente, como un barco en alta mar", argumenta Pioz.
Ricardo Aroca, decano del Colegio de Arquitectos, recuerda que el 11-S "paraliz¨® la construcci¨®n de rascacielos". "Pero luego se reemprendi¨® y ahora, por ejemplo, se construye uno en Dubai de 700 metros". Y concluye: "No creo que se haya cambiado mucho. Las medidas de seguridad ya eran elevadas. Y t¨¦cnicamente, que un avi¨®n se estrelle es algo imposible de resolver. No se puede vivir pensando que se va a estampar un avi¨®n contra tu edificio".
El avance del terrorismo suicida
El 23 de octubre de 1983, Estados Unidos sufri¨® en el L¨ªbano un ataque suicida mucho m¨¢s letal que los padecidos por sus buques de guerra en el Pac¨ªfico durante la II Guerra Mundial a manos de los pilotos kamikazes japoneses. Murieron 241 militares en el ataque de un cami¨®n-bomba conducido por un piloto suicida contra el cuartel general de la Infanter¨ªa de Marina norteamericana desplegada en Beirut. Poco despu¨¦s, los marines se retiraban de L¨ªbano. Aquel atentado fue el comienzo de un terrorismo suicida, predicado por los nuevos imanes de la yihad, que se extender¨ªa en pocos a?os por todo el mundo y que alcanz¨® su mayor impacto simb¨®lico el 11 de septiembre de 2001. El ataque kamikaze contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono -la Casa Blanca era el tercer objetivo, frustrado por los pasajeros del vuelo United 93- ha sido el atentado simb¨®lico que abri¨® un conflicto sangriento que ha derivado en dos guerras, la de Afganist¨¢n y la de Irak, y cuyo fin no se vislumbra.
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