Lorca, otra vez en la fosa
Todav¨ªa debo creer en los Reyes Magos de Oriente. Yo pensaba que las barbaridades con el tiempo cicatrizaban, tambi¨¦n me habr¨ªa jugado los cuartos con cualquiera por demostrarle que los asesinos de Lorca, a d¨ªa de hoy, andar¨ªan arrepentidos de su crimen, o que la obsesi¨®n por dividirnos en dos Espa?as era una man¨ªa recurrente de nuestros abuelos. Pero resulta que no es del todo cierto, que cuando la mayor¨ªa de ciudadanos ha aprendido a convivir sin rencor, todav¨ªa quedan restos de aquel pa¨ªs de matones y sermones, con la sangre caliente y, lo que es m¨¢s grave, dispuesto a vencer en algunas batallas.
El cuerpo me ped¨ªa titular esta columna ?Rubianes, no te rindas! Pero despu¨¦s de leer lo que el actor dice al anunciar que retira su espect¨¢culo Lorca eran todos del Teatro Espa?ol, he optado por remover la tierra sagrada que esconde el cuerpo del poeta. Sostiene Rubianes que en este pa¨ªs, libre, no se puede trabajar con tanquetas de polic¨ªa en la puerta y que no est¨¢ dispuesto a que se mancille otra vez el nombre de Lorca, menos por los portadores del mismo esp¨ªritu que lo mat¨®.
Aunque me repatea que se haya tenido que llegar a este punto, m¨¢s con un alcalde que se ha lavado las manos ante los talibanes de las esencias patrias, a Rubianes no le falta raz¨®n. La primera vez que vi y escuch¨¦ un espect¨¢culo suyo qued¨¦ fascinado. Por su inteligencia, por su versatilidad, por su capacidad de provocaci¨®n. Fue en las caballerizas del Palacio de la Magdalena, en Santander, y fuera paseaban veraneantes y estudiantes en pa?os menores. La segunda vez que volv¨ª a contemplarlo con uno de sus fascinantes mon¨®logos sobre un escenario, en el teatro Alfil de Madrid -cuando no se hab¨ªa recobrado la man¨ªa de poner bombas cerca de los camerinos, como le ocurri¨® el invierno pasado a Leo Bassi-, este camale¨®n hilarante y salvaje, como los grandes bufones, me produjo agujetas en la mand¨ªbula de toda la carcajada liberadora que me hizo expulsar en lo que calificar¨ªa de un exorcismo reconfortante.
Rubianes es un azote y duele. Pero tambi¨¦n da gusto participar de su lib¨¦rrima concepci¨®n del mundo y de las cosas, con su sano pisoteo de los dogmas y los tab¨²es, empezando por la masculinidad, siguiendo por la Iglesia y acabando con la Corona. Tiene, faltar¨ªa m¨¢s, todo el derecho de denunciar y tronar contra esa Espa?a que le echa de los teatros. Aunque con eso que dijo se haya pasado un pelo, como ¨¦l sabe perfectamente. Pero siempre ser¨¢ mucho peor esa baba vengativa que te espera con el hacha a la vuelta de la esquina, nueve meses despu¨¦s, dispuesta a hacerte pagar toda tu vida. M¨¢s si es a costa de un p¨²blico al que le hubiese gustado comulgar con su Lorca eran todos, ese espect¨¢culo que los predicadores y atizadores de las nuevas hogueras de la Inquisici¨®n, tan tristemente espa?ola, los que cada ma?ana hacen su particular pase¨ªllo por ondas, p¨²lpitos y maitines, han logrado echar a la hoguera. Uno no sabe muy bien d¨®nde se les absuelve de sus pecados a estos enemigos del pensamiento abierto, aunque me da que esa paranoia que lucen se cura mejor en los psiqui¨¢tricos que en los confesionarios. Pero que tengan claro que somos muchos los que despreciamos y vomitamos encima de esa concepci¨®n sucia, cainita, violenta, vengativa y reduccionista de su Espa?a. Que somos muchos los que queremos vivir en otra Espa?a, m¨¢s parecida a ¨¦sta, con los muertos desenterrados, con la cabeza alta, con la bandera laica y la voluntad libre, basada en el respeto mutuo. Hay una crucial diferencia: nosotros no cabemos en su terru?o; pero s¨ª hay lugar para ellos en el nuestro. Les pedir¨ªamos por favor que dejen en la puerta las pistolas y las ansias de venganza.
Estar¨ªamos dispuestos incluso a ser generosos con las recetas de Tranquimaz¨ªn porque, por ahora, habr¨¢ que conformarse con que no nos vuelvan a todos tarumbas. Para eso es muy conveniente seguir bebiendo del Siglo de las Luces, de Rousseau y de Voltaire, en vez de chutarse tanto Queipo de Llano y Ricardo de la Cierva en vena, ya que con este panorama, m¨¢s que atender las voces que claman por desenterrar a Lorca de la fosa en la que se supone que le arrojaron, vamos a tener que hacer un esfuerzo para que no le vuelvan a asesinar retir¨¢ndole de los escenarios, esos templos donde el genio granadino nos desnuda de nuestras verg¨¹enzas todav¨ªa hoy, entre la poes¨ªa y la crudeza.
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