Los perfiles del dolor
Los familiares de las v¨ªctimas relatan sus recuerdos y ofrecen el testimonio de su dif¨ªcil regreso a la vida cotidiana
Para conmemorar el quinto aniversario de los atentados del 11-S, el peri¨®dico The New York Times public¨® los retratos de 2.400 de las 2.973 v¨ªctimas. Con ocasi¨®n del quinto aniversario, los periodistas del diario neoyorquino entrevistaron a decenas de familiares. Sus testimonios muestran c¨®mo han podido seguir viviendo sin olvidar lo ocurrido.
STEPHEN K. TOMPSETT Una hija vigilante
Para Dorry Tompset es una lucha diaria asegurarse de que su hija se preocupa demasiado por cuidarla a ella. Stephen, su marido, muri¨® mientras asist¨ªa a una conferencia en la Ventana del Mundo, en el piso m¨¢s alto de las Torres Gemelas. Su hija, Emily, creci¨® protegiendo apasionadamente a su madre. Est¨¢ preocupada por la salud de sus abuelos y pregunta a su madre si est¨¢ contenta en su nuevo trabajo. Cuando cruza por la pantalla de televisi¨®n cualquier referencia al 11-S, Emily, que tiene 14 a?os, instintivamente gira su cabeza hacia su madre y le pregunta si est¨¢ bien. "Estoy tan orgullosa de ella...; es muy buena estudiante, muy buena persona y muy, muy madura", dice su madre.
La se?ora Tompsett trabaj¨® hasta el a?o pasado como consultora, pero recientemente cambi¨® de empleo por otro con menor salario en un hospital en Garden City, en Long Island, sobre todo porque as¨ª puede llevar y recoger a su hija del instituto.
NEILIE ANNE CASEY Una vida con m¨¢s sentido
"Dice un dicho que el tiempo cura todas las heridas", comenta Michael Casey. "Pero yo no quiero decir que es f¨¢cil despu¨¦s de cinco a?os; quiz¨¢s sea un poco menos duro". Su mujer, Neilie, sali¨® de Boston, en un viaje de negocios, en el avi¨®n de American Airlines que se estrell¨® contra la torre norte. "Te gustar¨ªa quitarte de en medio el 11-S, pero no quieres que la gente se olvide".
El se?or Casey, de 38 a?os, era un ejecutivo publicitario en Boston, pero dej¨® el empleo por otro como fot¨®grafo retratista porque "buscaba algo que tuviera m¨¢s sentido". En 2005 se cas¨® con Lisa Hughes, presentadora de la CBS en Boston, a la que conoci¨® a trav¨¦s de amigos comunes. La ma?ana del 11-S ella hab¨ªa tomado un vuelo anterior al que despeg¨® de Boston con destino a Nueva York. Cuando viajaba por Manhattan vio las Torres Gemelas ardiendo. Se qued¨® en la ciudad una semana informando de los atentados para su cadena.
SIGRID WISWE Algunas cosas no cambian
Cada a?o, la doctora Birgit Wiswe tiene que explicar a su peque?a hija qu¨¦ le sucedi¨® a su t¨ªa, Sigrid Wiswe, de 41 a?os. Despu¨¦s del 11-S la familia viaj¨® con la ni?a, tambi¨¦n llamada Sigrid, a Nueva York y se aloj¨® en la habitaci¨®n de un hotel que miraba a la zona cero. "Yo le hab¨ªa explicado que su t¨ªa estaba en un edificio muy grande y que de pronto se derrumb¨®". Y recuerdo que ella me contest¨®: "Bueno, tenemos que arreglarlo y reconstruirlo". Ahora debo decirle la verdad: porqu¨¦ se hundi¨® el edificio, que hab¨ªa aviones y gente muy mala en esos aviones y ese tipo de cosas".
En el sal¨®n de la doctora Wiswe se guardan miles de recuerdos y peque?as cosas de los amigos de Sigrid. Las ropas de su hermana est¨¢n intactas en el armario. A¨²n conserva su n¨²mero de tel¨¦fono m¨®vil y su cuenta de Internet. En los ¨²ltimos cinco a?os, relata la doctora Wiswe, "much¨ªsima gente cambi¨® de muchas maneras: se mudaron de ciudad, de casa, muchos se casaron... Pero yo no puedo cambiarme de hermana; no la puedo sustituir". Sigrid Wiswe trabajaba para American Express y ten¨ªa un peque?o negocio de velas de cera. Ahora, la doctora ofrece las velas a los amigos de su hermana.
MICHAEL EGAN En brazos de amigos
Anna Maria Egan ha estado pele¨¢ndose con ¨¢ngeles. Despu¨¦s de la monstruosidad de ver el hundimiento de las torres gemelas mientras hablaba por tel¨¦fono con su marido, Michael, y con su hermana Christine que estaba con ¨¦l esa ma?ana en su despacho del piso 105 de la torre sur, el coraz¨®n de Anna Maria qued¨® roto. Cuando se encontraba en la sala de espera de un hospital hace 18 meses mientras a su hijo Matthew, que no hab¨ªa cumplido los 20 a?os, le implantaban una v¨¢lvula en el coraz¨®n, rabi¨® contra su suerte. "Mientras esperaba comenc¨¦ a discutir con [su marido] Michael y le dec¨ªa: 'No te puedes llevar ahora a nuestro hijo. Lo necesito', dice ahora la se?ora Egan recordando la imaginaria conversaci¨®n con su marido.
Matthew se ha recuperado y su hermano Jonathan, de 23 a?os, ha acabado sus estudios. La familia se ha ido a trasladado a Connecticut, donde viv¨ªan antes de mudarse al centro de Nueva Jersey ocho meses antes del 11-S. Despu¨¦s, un largo retiro en Sicilia, la tierra de sus antepasados, ha ayudado a la recuperaci¨®n an¨ªmica de todos. Los aniversarios los pasaban en casa, pero este a?o la familia quiere ir al solar de los atentados "antes de que construyan". Anna Maria quiere depositar unas flores en el fondo de la zona cero.
ROBERT G. McILVAINE Reencuentro con la sonrisa
El doloroso peregrinaje anual de Robert McIlvaine padre y su familia desde Oreland, en Pensilvania, a la zona cero es una espada de doble filo. "Tengo miedo de morir acudiendo all¨ª; pero ayuda a hacer el 11-S soportable. Siempre, la noche antes de acudir al aniversario, la familia cena en grupo en un restaurante desde donde se contempla la Estatua de la Libertad. Robert, de 26 a?os, hijo del se?or McIlvaine muri¨® en la torre norte. "La primera vez que volv¨ª a sonre¨ªr fue en uno de esas cenas", recuerda el padre. Su vida se ha transformado desde la p¨¦rdida de Bobby, como llama a su hijo. Ahora forma parte de un grupo pacifista, que viaja a Colombia y a Jap¨®n, y pasa mucho tiempo "investigando las causas del 11-S", que cree que fue un castigo por las implicaciones americanas en operaciones secretas y golpes de estado.
LEON W. SMITH JR. Un legado para escolares
"Cuando se aproxima el 11-S, es como una bofetada en la cabeza", dice Irene Smich, recordando cuando el cartero se acerc¨® a ella el otro d¨ªa mientras regaba las flores. Disculp¨¢ndose t¨ªmidamente, le entreg¨® una caja con las copias de cintas con llamadas de emergencia del 11-S. Ella dej¨® el paquete en un armario y no lo abri¨®. "Me hundi¨® el d¨ªa. Sab¨ªa que me las iban a enviar, pero no sab¨ªa cuando".
La se?ora Smith perdi¨® a su ¨²nico hijo el bombero Leon W. Smith junior, de 48 a?os. "Tengo que hacer cosas que obliguen a la gente a no olvidar a mi hijo, Leon, y mantener viva su memoria", dice. Con la ayuda de su iglesia, la Iglesia de Santa Mar¨ªa, ha empezado un programa de ayudas para escolarizar estudiantes que no pueden pagarse el colegio. "Si no creyera en Dios, no podr¨ªa estar aqu¨ª, estar¨ªa en alg¨²n manicomio", dice.
MICHAEL E. ROBERTS Una madre m¨ªstica
En ellos hay un solo dolor, pero los tres miembros de la familia del bombero Michael Edward Roberts lo recuerdan de formas distintas. John Roberto, el padre, guarda una r¨¦plica del escudo n¨²mero 6611 de su hijo, una reliquia de cuando era bombero en Nueva York, y que representa el esp¨ªritu de su hijo. Karem, la m¨¢s joven hermana de Michael, lleva con dolor el recuerdo de su hermano, que tanto confiaba en ella. Su madre, Ver¨®nica, es la ¨²nica que lleva el dolor con menos angustia, en parte para asegurarse que el nombre de su hijo no sea confundido con el de otro joven bombero de Pear River, con el mismo nombre, que tambi¨¦n muri¨® el 11-S. Y durante cinco a?os ha asistido a las cenas de la Peque?a Liga para presentar el mismo premio que su hijo gan¨® una vez. Y cruz¨® el Atl¨¢ntico hasta la estaci¨®n de bomberos de Cork, en Irlanda, que adoptaron el recuerdo de Michael como propio. Y, siempre, cuida las rosas del jard¨ªn que plant¨® su hijo.
ROBERT LeBLANC Encontrar nuevos retos
Durante el primer a?o y medio, mantuvo su trabajo veterinario en Lee, NH, pero luego Andrea Le Blanc se retir¨®. "Me sent¨ªa a veces como un animal herido", dice. "Cuando me lam¨ª mis heridas y cicatrizaron, tuve que salir de caja". Su marido, Robert Le Blanc, de 70 a?os, un profesor em¨¦rito de geograf¨ªa en New Hampshire viajaba en uno de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas.. Inesperadamente, una organizaci¨®n llamada Familias paran un Ma?ana Pac¨ªfico contact¨® con ella. SDe uni¨® a ellos y en 2003 acudi¨® a la primera vez en su vida a una manifestaci¨®n en Washington. Luego dej¨® su cl¨ªnica veterinaria para dedicarse a la causa del pacifismo. El pasado verano lo pas¨® en Jap¨®n participando en marchas conmemorativas de las bombas at¨®micas contra Nagasaki e Hiroshima. En abril, fue una de las familias que testificaron con la defensa en el juicio con de pena de muerte de Zacarias Moussaoui. Tratar de parar la guerra le ha servido de consuelo. Tiene 62 a?os y antes del 11-S ten¨ªa dos nietos, y desde oentonces otros tres han aumentado la famialia, con otro m¨¢s ebn camino.
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