Matizando
No todo Madrid hubiera ido al Teatro Espa?ol a proferir insultos y amenazas contra una obra dirigida por el se?or Rubianes. Muchos creemos que estrenar su obra hubiera sido la respuesta educada a su exabrupto. No todo Madrid llam¨® al Teatro Espa?ol para amenazar, fueron aquellos que arengados por los que estimulan a diario el odio y la bronca est¨¢n deseando remangarse la camisa y gritar "?a qui¨¦n hay que partirle la cara?". Muchos ser¨ªamos incapaces de amenazar a nadie en nombre de una Espa?a que no tiene due?o, que es para todo el mundo que quiera pisarla. Pero no todos aquellos a quienes molestaron las declaraciones de Rubianes son fascistas. Molestaron tambi¨¦n a gente sensata, que teme que el pa¨ªs confunda ese tono cuartelario con el ejercicio de la libertad. No todos los c¨®micos son malhablados, los hay incluso a los que les molesta que se pueda entender la chabacaner¨ªa como algo consustancial al oficio. No hay mucha gente que pida disculpas en este pa¨ªs. De modo que si alguien las pide, como las pidi¨® el c¨®mico Rubianes, hay que aceptarlas; se entiende que en la disculpa hay incluido un prop¨®sito de enmienda. No todos los centros p¨²blicos han de estar sometidos a la intromisi¨®n pol¨ªtica y menos a la presi¨®n popular. Los teatros tienen un director, al que ha de conced¨¦rsele toda la confianza. No todos los teatros p¨²blicos tienen un director tan competente como Mario Gas. Ser¨ªa un mal precedente que asuntos como estos minaran su energ¨ªa. No todos los pol¨ªticos nombran a profesionales de otro sesgo pol¨ªtico al suyo para puestos culturales. Eso es habitual en cualquier democracia pero no en la nuestra. Nuestra idea de la pol¨ªtica es que llegas y colocas a tu colega, aunque sea un zoquete. Por tanto, el hecho simple de que Gallard¨®n tenga a alguien como Alicia Moreno se convierte aqu¨ª en algo extraordinario, que hay que aplaudir. Y no entiendo por qu¨¦ "la memoria hist¨®rica" est¨¢ sirviendo, sobre todo, para trufar cualquier debate de expresiones guerracivilescas: fosa, revancha, poeta asesinado, paseo, 36, dos Espa?as. Aunque sintamos la tentaci¨®n de acicalarnos con los m¨¦ritos de los muertos deber¨ªamos ir abandonando esa costumbre tan inquietante. Se est¨¢ empezando a popularizar y nuestra convivencia puede acabar resinti¨¦ndose: ?a nadie le importa?
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