?D¨®nde estamos?
El proceso que deber¨ªa desembocar en el fin de la violencia terrorista de ETA, ?en qu¨¦ punto se encuentra? ?Ante "momentos trascendentales", como dijo Zapatero, o en "situaci¨®n de bloqueo", como afirma Otegi? Tal vez las dos cosas a la vez, de forma que sea lo primero lo que determine lo segundo: ETA y Batasuna saben que pronto tendr¨¢n que tomar decisiones de las que no podr¨¢n retroceder f¨¢cilmente, y eso les lleva a aplazar aquellos pasos de los que depende el inicio del siguiente cap¨ªtulo.
Horas despu¨¦s de que ETA emitiera, el 18 de agosto, su amenaza de "responder" si las cosas no se enderezaban en el sentido que esperaba, Batasuna difund¨ªa un comunicado en el que acusaba a los socialistas de estar "desfigurando el car¨¢cter pol¨ªtico del proceso". Pero es ETA quien desfigura y hace imposible el debate pol¨ªtico al introducir la amenaza de la violencia. El mensaje etarra, ratificado por Batasuna sin objeciones, ha sido interpretado por los encapuchados como orden de quemar autobuses. Ah¨ª estamos.
Ahora dice Otegi que el Gobierno s¨®lo busca la "rendici¨®n" de ETA (dando largas a la constituci¨®n de la mesa de partidos), y la "humillaci¨®n" de Batasuna (pretendiendo hacerles pasar por la Ley de Partidos para legalizarse). No puede haber negociaci¨®n si uno de los interlocutores amenaza con disparar si no se le da la raz¨®n. Y la negociaci¨®n de una reforma del marco pol¨ªtico en una mesa extraparlamentaria (lo que ya es una concesi¨®n, motivada por la ausencia de Batasuna de las instituciones) s¨®lo es posible si todos los interlocutores aceptan acatar la legalidad y las reglas de juego, como ocurrir¨ªa en cualquier Parlamento. Pero Batasuna no s¨®lo no la acata, sino que considera una humillaci¨®n tener que renunciar a la violencia para recobrar la legalidad. Por una parte, por tanto, ETA se considera con derecho a volver a actuar, y, por otra, Batasuna pretende que se le acepte como interlocutor sin renunciar a nada: ni siquiera a su condici¨®n de brazo pol¨ªtico de ETA, raz¨®n por la que fue ilegalizada (y a la vez, suspendida judicialmente en aplicaci¨®n de la legislaci¨®n penal).
En esas condiciones, ?convendr¨ªa realizar alguna concesi¨®n (flexibilizaci¨®n de la Ley de Partidos, acercamiento de presos) para desbloquear la situaci¨®n, como sostienen algunos nacionalistas? Es dudoso, al menos mientras ETA y Batasuna mantengan su pulso por hacer que sea el Estado democr¨¢tico quien renuncie a aplicar la ley (en la persecuci¨®n de las tramas de extorsi¨®n, celebraci¨®n de juicios pendientes, etc¨¦tera) como condici¨®n para iniciar el previsto di¨¢logo, y sin que ellos den el paso de abdicar de la violencia. Una concesi¨®n ahora ser¨ªa interpretada como prueba de que la amenaza hace retroceder al Estado, y eso s¨®lo puede favorecer a los sectores m¨¢s intransigentes de ese mundo y retrasar los pasos que todos, tambi¨¦n Otegi, saben ineludibles.
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