Un himno que se baila
Mario Maya concibi¨® el proyecto de llevar al baile la idea anterior de pasear el Himno de Andaluc¨ªa por los estilos cantaores flamencos de las tierras andaluzas. Esa idea original ha encontrado en la danza algo m¨¢s que un complemento: la expansi¨®n y el enriquecimiento de una obra que discurre de manera fluida, con tanta variedad como la tierra que la alimenta.
Andaluc¨ªa entera cabe en un baile o en muchos. Y en sus cantes, los que van desde los aires festeros de las monta?as a la intensidad que nace en la profundidad de una mina. Con todos esos elementos y el juego de contrastes que conllevan, la labor del maestro Maya es grande en su sencillez. Ordena las partes, las une con unas transiciones inteligentes que ponen en suerte a los solistas y, lo m¨¢s importante, deja espacio y libertad para las aportaciones personales que se suceden hasta construir un mosaico tan rico como colorista. El peligro, ya se sabe, estaba en la constante presencia del himno y sus estrofas, pero ¨¦stas, trasportadas a los diferentes temas musicales, pasan a un segundo lugar, pues las m¨²sicas se superponen y se convierten en veh¨ªculos de un baile multiforme.
Andaluc¨ªa, el flamenco y la humanidad
Direcci¨®n: Mario Maya. Baile: Bel¨¦n Maya, Rafaela Carrasco, Roc¨ªo Molina y Joaqu¨ªn Grilo. Cante: Carmen Linares, Fernando de la Morena, Capullo de Jerez, El Pele, Segundo Falc¨®n. Guitarra: Alfredo Lagos, Miguel Ochando, Juan Carlos Romero. Sevilla. Teatro Lope de Vega, 13 de septiembre.
Sobre ese s¨®lido entramado van entrando en juego las aportaciones de los artistas invitados. Cada cuadro fue un peque?o mundo, un ejercicio de profunda comuni¨®n entre las disciplinas que integran este arte. Las bailaoras lo mismo transmiten el aire tradicional de cada tema que terminan por redondear aut¨¦nticas creaciones propias, m¨¢s all¨¢ de la simple reproducci¨®n del canon. As¨ª lo hizo Bel¨¦n Maya, llenando de expresi¨®n el baile de la cartagenera para despu¨¦s dejar el regusto del baile gitano en los tangos. O Roc¨ªo Molina, que llen¨® de estampas antiguas plenas de plasticidad la taranta que le cant¨® Carmen Linares. Y Rafaela Carrasco que fue sobriedad y contenci¨®n. Purita Sevilla en la sole¨¢ e intimismo en los fandangos de Lucena junto a El Pele.
En esa sucesi¨®n de cuadros, apariciones que surg¨ªan con la fuerza de un asalto. As¨ª entr¨® Jerez, como un carromato de fiesta por buler¨ªas que adorn¨® Joaqu¨ªn Grilo con sublime pat¨¢. Y al siguiente, la panda de verdiales, que elevar¨ªa el tono vital de la obra y de todos los presentes. La misma tierra que por su oeste tiene al fandango como un tesoro que canta, con la virgen belleza de las voces blancas, la Escolan¨ªa de ni?os de Almonte.
Todo pareci¨® posible en esta s¨ªntesis que nos llevaba de un punto a otro de la geograf¨ªa. Los cantes pon¨ªan el acento, las guitarras la armon¨ªa unificadora. En los primeros, el ascendente de cada int¨¦rprete garantizaba la autenticidad. Con las guitarras, un mundo de sutiles creaciones para temas tradicionales. El estudio del himno para siete guitarras del final es otra muestra.
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