Retrato del horror
A m¨ª me parece que Salvador, la pel¨ªcula de Manuel Huerga basada en un reportaje de Francesc Escribano que se estrena hoy, aporta, m¨¢s all¨¢ de valores art¨ªsticos y t¨¦cnicos que otros se encargar¨¢n de valorar con mayor conocimiento, el punto de vista de la generaci¨®n nacida muy a finales de la d¨¦cada de los cincuenta y que hoy, por muy poco, a¨²n no hemos alcanzado la cincuentena. Una generaci¨®n bisagra: politizada, s¨ª, pero no exactamente a la manera de nuestros hermanos mayores, que cursaban los ¨²ltimos cursos de carrera o ya se hab¨ªan licenciado cuando nosotros accedimos a la universidad, momento en que el dictador se fue al otro mundo. A diferencia de ellos, nosotros no llegamos a pisar las c¨¢rceles franquistas. A decir verdad, ni siquiera llegamos a militar o si lo hicimos fue de manera residual. En las aulas, muy pronto empezamos a aborrecer a Louis Althusser y a Marta Harnecker. Y tambi¨¦n empezamos a re¨ªrnos de los militantes mao¨ªstas, cuyas novias eran severamente controladas por vig¨ªas del partido, no fueran a introducir veleidades peque?oburguesas en el recto proceder de la izquierda. Apenas participamos en el arduo debate entre reforma y ruptura. Y en esa medida quedamos fuera del gran pacto por la desmemoria que caracteriz¨® nuestra transici¨®n, tal vez el ¨²nico camino posible para no reincidir en el ba?o de sangre.
Fue as¨ª como acabamos orillando la oficialidad, mientras nuestros hermanos mayores ocupaban carteras ministeriales, dirig¨ªan editoriales y medios de comunicaci¨®n y acced¨ªan a las c¨¢tedras universitarias. Nos desperdigamos, si es que alguna vez anduvimos en grupo. Y sufrimos en nuestras carnes los azotes de la ¨¦poca, encabezados por las drogas y el sida. Ahora, nuestros hermanos peque?os toman el relevo y ocupan sillones en ministerios, universidades e instituciones de la cultura. Nada que objetar: fuimos poco constantes y el resultado ha sido el que ha sido.
Pero precisamente esa situaci¨®n intermedia, la navegaci¨®n entre dos aguas, es la que nos ha colocado en la mejor disposici¨®n para releer la historia reciente. Nosotros tambi¨¦n corrimos ante los grises porque era lo que tocaba, aunque no supi¨¦ramos explic¨¢rnoslo del todo. Precisamente esa falta de filtro intelectual es lo que ahora nos permite recordar esa ¨¦poca como un conjunto de sensaciones, colores, olores, sabores y sentimientos ocultos bajo el manto del supuesto an¨¢lisis objetivo de la correlaci¨®n de fuerzas. La muerte de Puig Antich, para Huerga y Escribano -el cual desmiente lo dicho hasta aqu¨ª, pues ¨¦l s¨ª dirige un medio de comunicaci¨®n: TV-3-, fue el ¨²ltimo hito de la adolescencia. Y por eso han podido volver a ¨¦l de forma mucho m¨¢s libre de como podr¨ªa haberlo hecho la generaci¨®n inmediatamente precedente.
Por ejemplo, ambos han abordado sin complejos lo poco que en realidad hizo aquella izquierda organizada para oponerse al tremendo crimen de Estado. Nadie sab¨ªa mucho del grupo de locos que asaltaba bancos para redistribuir la riqueza y que atend¨ªa por el nombre de Movimiento Ib¨¦rico de Liberaci¨®n. En la pel¨ªcula se teje una emotiva relaci¨®n entre el carcelero y el condenado a muerte como dos outsiders del relato oficial. Desde su trinchera, ambos contemplan al grupo de presos pol¨ªticos con quienes comparten represi¨®n desde la distancia y convienen que "esos nos acabar¨¢n mandando". Hace falta esa sensibilidad intermedia de hermano peque?o para captar el dramatismo de esa constataci¨®n. La pel¨ªcula de Huerga posee un ¨²ltimo m¨¦rito: el retrato frontal del miedo, de la brutalidad y la sinraz¨®n. Sin falsa ret¨®rica partidista, sin demagogia, sin tratar de imponer un punto de vista: tan s¨®lo mostrando. Es el mejor alegato contra los negacionistas de la dictablanda que tantas posiciones parecen estar recuperando en este primer tramo del siglo XXI. Corran a ver la pel¨ªcula. Y lloren sin complejos: es una manera estupenda de comprender.Es el mejor alegato posible contra los revisionistas que hablan de 'dictablanda'
Babelia
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