Pa¨ªses de la luna creciente
Para alguien que desciende -es mi caso- de ¨¢rabes, jud¨ªos y cristianos (rayado, adem¨¢s, de negro y azteca) no puede serle indiferente el interminable conflicto en el Medio Oriente. Se enfrentan dos pueblos hermanos, ambos semitas -descendientes de Sem, el hijo de No¨¦-: jud¨ªos y palestinos, hebreos y libaneses. Unida la regi¨®n, antes de 1918, bajo la f¨¦rula isl¨¢mica del Imperio Otomano, dividida enseguida, por la paz de S¨¨vres y el Tratado de Lausana, en siete entidades, unas independientes (Arabia Saud¨ª y Yemen), la mayor¨ªa colonias (L¨ªbano y Siria, de Francia; Irak, Jordania y Palestina, de Inglaterra). Turqu¨ªa e Ir¨¢n fueron considerados Estados tap¨®n contra el emergente poder sovi¨¦tico. La Declaraci¨®n Balfour de 1917, en fin, le prometi¨® a los jud¨ªos un "hogar nacional" en Palestina, no como compensaci¨®n por los venideros y terribles a?os del Holocausto, sino en honor a la causa sionista que con tanto fervor impuls¨®, desde el Congreso de Basilea en 1897, Theodor Herzl.
La "p¨¦rfida Albi¨®n" continu¨® en el Medio Oriente la lecci¨®n heredada del anterior imperio mundial, Roma: divide y reinar¨¢s. Francia no hizo sino extender su dominaci¨®n colonial africana, establecida desde 1830 en Argelia, desde 1881 en T¨²nez y desde 1912 en Marruecos, como lo hizo la Gran Breta?a, refrendando su autoridad colonial sobre Egipto (1882), el Sud¨¢n (1898 y la saga novelesca de "las cuatro plumas"), el sur de Arabia y los Estados costeros del golfo P¨¦rsico. O sea: sean cuales sean las caracter¨ªsticas locales de la regi¨®n, toda ella conoce la dominaci¨®n y la explotaci¨®n colonial de Occidente. Esto las une. Las separa, en cambio, la confrontaci¨®n interna entre ricos y pobres, entre ba?ados y mugrosos, entre fervientes y ligeros, entre dem¨®cratas y autoritarios, entre internacionalistas y chovinistas.
Arnold Toynbee hizo una distinci¨®n interesante entre "herodianos" y "fan¨¢ticos". Los primeros, a la usanza de Herodes son dictadores asociados a Occidente, parte de una ¨¦lite que desprecia a las "imba?ables" masas. Los segundos, fan¨¢ticos, pueden compararse a los celotas que combatieron al Imperio Romano (hoy Occidente y, m¨¢s precisamente, EE UU) a fin de alcanzar el reino de los cielos.
Antiqu¨ªsimas historias y verdades actuales. Agotado el colonialismo europeo al finalizar la Segunda Guerra Mundial, poco a poco EE UU se convirti¨® en la potencia dominante en la vasta luna creciente que va del Mediterr¨¢neo al Caspio. Pero el poder no siempre se tradujo en inteligencia, como lo demuestran los hechos actuales.
Los esfuerzos de paz de los presidentes Carter y Clinton han sido abolidos por la torpeza incalculable de Bush. Si antes, en Oriente Medio y tambi¨¦n en el mundo, se sol¨ªa distinguir al Gobierno norteamericano del pueblo y la cultura estadounidenses, hoy esa distinci¨®n se ha desvanecido. La junta gobernante en Washington es vista, casi universalmente, como promotora de violencia, pol¨ªticas b¨¦licas e ignorancia de los terrenos culturales y pol¨ªticos que, como b¨²falos, entran a pisotear.
Ello dificulta enormemente la tarea de quienes, en la regi¨®n, buscan soluciones democr¨¢ticas, templadas, lejos de Herodes y los Fan¨¢ticos. Porque antes y despu¨¦s del militarismo rampante de Donald Rumsfeld, hay en Pakist¨¢n el enfrentamiento de sun¨ªes y chi¨ªes, repetido en Irak con el aditivo kurdo. Hay en Egipto grupos isl¨¢micos promotores de la democracia que reciben palo del Gobierno. Hay en Ir¨¢n tendencias moderadoras (Jatam¨ª e incluso Rafsanyani) satanizadas por Bush y su "eje del mal" a favor del fan¨¢tico Ahmadineyad. Pero hoy ning¨²n islamita democr¨¢tico se atreve a levantar la voz, so pena de ser visto como paniaguado de Bush, Cheney, Rumsfeld y aun de la simp¨¢tica Condolencia Arroz o, como la llama la gran revista conservadora brit¨¢nica The Economist, Condoleezza Polyanna Rice, refiri¨¦ndose a la folcl¨®rica "ni?a feliz" de la mitoman¨ªa estadounidense.
El resultado de la incursi¨®n israel¨ª en el sur de L¨ªbano debiera servir de lecci¨®n, profunda lecci¨®n. Mientras Bush, tartamudeando, anuncia una victoria sobre los terroristas de Hezbol¨¢ y sus patrones iran¨ªes, ¨¦stos se congratulan. Hezbol¨¢ aparece como el defensor triunfal de la soberan¨ªa libanesa contra la alianza de Washington y Tel Aviv y ello aumenta el cr¨¦di-
to de Teher¨¢n. Ahmadineyad, sentado sobre millones de barriles, puede mofarse de Estados Unidos y de Europa. L¨ªbano, la bella hu¨¦rfana del Mediterr¨¢neo, debe acostumbrarse a vivir con -y aun ser dominada por- la autoridad de Hezbol¨¢, vista por muchos libaneses como la ¨²nica barrera a la expansi¨®n de Israel y como el poder de facto que da trabajo, salud y escuela a los libaneses en sus territorios.
Victoria p¨ªrrica la del biso?o premier israel¨ª, Ehud Olmert, y de su ministro de Defensa, Amir Peretz. Desde la derecha y la izquierda de la democracia jud¨ªa, les llueven las cr¨ªticas. Cito, m¨ªsero de m¨ª, al temible reaccionario Benjam¨ªn Netanyahu cuando critica "los fracasos" de la incursi¨®n israel¨ª en L¨ªbano. "Fracaso en identificar la amenaza, fracaso en la preparaci¨®n y el manejo de la guerra, fracaso en el frente interno". ?C¨®mo puede, m¨ªsero de ¨¦l, cantar Bush victoria?
Todos sabemos que el quid de la cuesti¨®n en Medio Oriente est¨¢ en el conflicto entre Israel y Palestina. Si esto no se resuelve, no se arregla nada. La inexperta conducci¨®n de Olmert en Israel tiene su contraparte en el temible ascenso del ala extremista Ham¨¢s en Palestina. Mientras Ham¨¢s no reconozca el derecho a la existencia del Estado de Israel, el camino de la paz estar¨¢ bloqueado. Esto ser¨ªa, digamos, como si M¨¦xico se negase a reconocer la existencia del Estado de Tejas. Cierto: el fait acompli es terriblemente injusto. Hay que negociar con los hechos, sin embargo. Yo no s¨¦ si el sureste de EE UU vuelva a ser mexicano o s¨®lo un campo de batalla entre mano de obra indispensable y "vigilantes" racistas dispensables.
Quiero creer, empero, que el creciente entendimiento pol¨ªtico entre los palestinos moderados (Fatah y el presidente Abbas) y los extremistas (Ham¨¢s y el primer ministro Haniya) pueda concluir en una posici¨®n negociadora aceptable para ambas partes, Israel y Palestina. El cogollo del acuerdo ser¨ªa: a) el retorno a las fronteras anteriores a la guerra de 1967, y b) la renuncia de Ham¨¢s, ya suscrita por Fatah, a destruir el Estado de Israel.
Son estas condiciones b¨¢sicas, anteriores a los dem¨¢s acuerdos imaginables, para una paz duradera en la regi¨®n. Es lamentable que el Gobierno actual de EE UU, en vez de construir para y desde estas bases, se empe?e en desplantes arbitrarios, ideol¨®gicos, supremacistas e ignorantes.
Los pa¨ªses de la luna creciente han experimentado, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, con las formas pol¨ªticas del nacionalismo, el comunismo, el socialismo, la democracia y el panarabismo. Sucesivos fracasos y una situaci¨®n internacional que los pa¨ªses ¨¢rabes no controlan y de la cual se sienten v¨ªctimas, parecen conducirles hoy al islamismo pol¨ªtico, a la adherencia a la religi¨®n m¨¢s que a la naci¨®n, a la fe m¨¢s que a la ley.
Este retroceso s¨®lo puede corregirse, al cabo, en una mesa de negociaci¨®n que reconozca a los factores reales de poder en la regi¨®n y en la que se sienten tambi¨¦n, con otras caras y otras intenciones, futuros gobernantes de EE UU. Hoy por hoy, Washington juega una carta fracasada, los pa¨ªses isl¨¢micos sienten que la religi¨®n puede m¨¢s que la pol¨ªtica y convierten a la religi¨®n en pol¨ªtica.
Entretanto, la Uni¨®n Europea podr¨ªa jugar un papel moderador, esperando que no sea demasiado tarde. Espa?a, por su peculiar condici¨®n multicultural -cristiana, isl¨¢mica y hebrea- tiene un papel importante. Y el mejor negociador europeo es hoy, sin duda, un espa?ol, Javier Solana.
Yo s¨®lo puedo desear que la luna, hoy tan incierta en su luz nocturna, deje de ser menguante y se vuelva, para bien de todos, luna creciente.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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