Un grupo de ambiente familiar
Como las pel¨ªculas de la sobremesa de los s¨¢bados, el grupo m¨¢s popular del pop espa?ol es familiar. Como si el Sant Jordi fuese un inmenso cine, las familias, cuyos mayores eran algo m¨¢s que simples acompa?antes de los menudos, iban desfilando con alegr¨ªa y nervios hacia los accesos. Una vez superados preguntaban a los acomodadores: ?d¨®nde est¨¢ mi localidad? S¨ª -exceptuando alg¨²n espectador con aspecto de haber asistido a alg¨²n concierto pongamos que de Sabina o, seg¨²n la edad, de El Canto del Loco-, muchos parec¨ªan estrenarse en el recinto ol¨ªmpico. La expresi¨®n de sus rostros al entrar en el local lo dec¨ªa todo, tanto como las interminables colas ante los puestos de bocadillos que denotaban la tradicional imprevisi¨®n de quien jam¨¢s ha tenido que comerse uno de los frankfurts que sirven en el recinto. Nunca se olvidan.
La Oreja de Van Gogh
Palau Sant Jordi. Barcelona, 16 de septiembre.
Amor sublimado
Una vez asentados en sus localidades, era comprobable que los adultos que acompa?aban a ni?os, porque los adolescentes ya iban a su aire, no eran mera escolta. Es cierto que La Oreja de Van Gogh no son al pop de consumo lo que Shrek al cine familiar, pero all¨ª, con el ambiente propio de las grandes ocasiones, disfrutaban todos. Fue uno de los milagritos de la noche, el ¨²nico para ser preciso. Tirando de pedanter¨ªa podr¨ªamos hablar de transversalidad; aunque la realidad se llama simplemente ¨¦xito, el ¨¦xito de un grupo que ha vuelto a poner el amor, sublimado y envasado, en el epicentro de su m¨²sica.
Tras un anuncio del patrocinador que publicitaba un coche rojo que result¨® no ser un Ferrari, el concierto comenz¨®. Amaia, soberanamente ajustada por unos pantalones que sorprendentemente no le restaban movilidad, salud¨® en catal¨¢n y acab¨® por rendir al ¨²ltimo reticente. El resto del trabajo lo hicieron piezas como Par¨ªs, La playa o la final y apote¨®sica Puedes contar conmigo, compa?eras de viaje de las piezas de Guapa, ¨²ltimo disco, origen de la gira y obra de la que interpretaron la pr¨¢ctica totalidad de las piezas.
Ba?ados por las luces que brotaban de varios ingenios m¨®viles y que azotaban un escenario austero, las figuras de los cinco donostiarras centraron la vista del p¨²blico, que se llev¨® esta imagen a casa haciendo un n¨²mero de fotos que se podr¨ªa establecer en una por segundo -el concierto dur¨® dos horas-. Ya casi resulta imposible recordar c¨®mo eran los conciertos antes de la era digital, con su mir¨ªada de flashes dando entretenimiento a la vista cuando el escenario no reclama atenci¨®n visual. La felicitaci¨®n masiva a ?lvaro, bajista que cumpl¨ªa 31 a?os, y el inevitable set ac¨²stico, con los m¨²sicos sentados y m¨¢s pr¨®ximos a la boca del escenario, fueron otros momentos en los que el p¨²blico mostr¨® con ah¨ªnco que La Oreja de Van Gogh tiene recorrido por delante. Porque del Sant Jordi nadie sali¨® contrariado.
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