75 a?os merecen m¨¢s
Resulta un misterio comprobar lo dif¨ªcil que resulta hacer las cosas bien cuando se trata de fechas se?aladas, homenajes y dem¨¢s efem¨¦rides. Algo debe de haber, pues en pocas ocasiones lo pretendido coincide con el resultado final. Unas veces se les da tanto bombo con anterioridad que, cuando llega el momento, la gente est¨¢ m¨¢s que cansada de o¨ªr hablar de ello. Otras, como el futuro homenaje a Soloz¨¢bal por parte del Bar?a, se llega con m¨¢s de diez a?os de retraso. Y en algunas te pilla el toro y se acaban haciendo las cosas deprisa y corriendo.
Algo de esto ocurri¨® ayer en la supuesta celebraci¨®n de los 75 a?os de la secci¨®n de baloncesto del Real Madrid. Por muchas vueltas que se le d¨¦ y por muchas excusas que se pongan, el resultado de la pongamos buena intenci¨®n de los organizadores choc¨® con una realidad deslucida y muy lejos de lo que se merece una entidad que si algo tiene es una historia deslumbrante. El Madrid de baloncesto ha sido una referencia de este deporte, por sus equipos han pasado grand¨ªsimos deportistas y sus vitrinas est¨¢n repletas de trofeos del mayor calado posible. 75 a?os dan para mucho y cuando quedan menos de cuatro meses para el final de doce meses tan se?alados, los festejos, perd¨®n, el festejo, ha sido de un desvalido inmerecido.
Programar un acto sin la debida publicidad, hacer la convocatoria con menos de dos semanas, juntar en un batiburrillo de dif¨ªcil explicaci¨®n el Trofeo Saporta, el Memorial Fernando Mart¨ªn, el homenaje a unos cuantos hist¨®ricos (muy importantes algunos presentes, pero sinti¨¦ndose la ausencia de otros tantos que hicieron al Madrid grande) y la presentaci¨®n del equipo de esta temporada dio como resultado algo de dif¨ªcil digesti¨®n y que no tuvo ni el m¨ªnimo calor y respaldo p¨²blico que la ocasi¨®n merec¨ªa. En un pabell¨®n semivac¨ªo (siendo optimista) y sin una sola acci¨®n llamativa que no fuese de los t¨ªpicos y t¨®picos ramos de flores a la madre de los Mart¨ªn y a la viuda del gran Raimundo Saporta, era m¨¢s que complicado que surgiese cualquier clase de emotividad. La sensaci¨®n transmitida no se apart¨® nunca de un apa?o para salir del paso.
Desde hace muchos a?os, existe el debate sobre el inter¨¦s que tiene el Real Madrid en su secci¨®n de baloncesto. A cada presidente que llega se le cuestiona por ello y a todos se les llena la boca asegurando lo importante que es para la entidad. Al final, aunque en alg¨²n caso haya sido por no pasar a la historia como el que la cerr¨®, sigue en pie pese a su insalvable condici¨®n deficitaria. Pero la cuesti¨®n no es si gana o pierde dinero, pues su funci¨®n va mucho m¨¢s all¨¢ y los euros son anecd¨®ticos si los comparamos con lo que se mueve (y a veces se tira) en la zona futbol¨ªstica. Son muchos a?os, innumerables ¨¦xitos, unos cuantos mitos del madridismo y el cari?o y la afici¨®n de mucha gente que a lo largo de tres cuartos de siglo no han dejado de sentir esta secci¨®n como algo inherente a este club. Por todo esto, la celebraci¨®n de ayer se qued¨® a kil¨®metros de distancia de un merecido reconocimiento a una historia como la que tiene. Hasta el punto de convertirse en un acto m¨ªnimo, hecho con demasiadas prisas y que, al menos a los que en alguna de sus ¨¦pocas tuvimos la fortuna de formar parte de esta ilustre entidad, nos dej¨® con un sabor de boca muy alejado de la dulzura.
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