Riesgos de enamorarse del propio zepel¨ªn
Siento aprecio por Pasqual Maragall, como persona y como pol¨ªtico. Quiz¨¢ porque me gusta la heterodoxia y la disidencia. Su perfil psicol¨®gico no responde tanto al de gestor de lo cotidiano, como al del reformador institucional que no se alimenta de peque?as buenas pol¨ªticas, sino de una gran idea que abre una nueva etapa.
En el lenguaje del mundo de la empresa, Maragall no responde al perfil de empresario-gestor de lo existente, sino al prototipo de empresario-innovador, de emprendedor intuitivo, al que lo cotidiano le aburre, que ama el riesgo de innovar y valora m¨¢s las oportunidades que trae el futuro que las dificultades para alcanzarlo. De la misma forma que las revoluciones acaban devorando a sus progenitores, con frecuencia este tipo de emprendedores reformistas se arruinan o mueren en el empe?o. Pero sin ellos jam¨¢s avanzar¨ªamos. En el lenguaje de los economistas, son un bien p¨²blico.
Hace tres a?os, al final de la larga ¨¦poca de Pujol, la pol¨ªtica catalana no pod¨ªa continuar siendo la gesti¨®n de lo existente. Era necesario abrir las ventanas y volar hacia nuevos rumbos. No s¨®lo por el agotamiento l¨®gico de una formula de gobierno que necesitaba de un descanso para renovar liderazgos, sino fundamentalmente porque era necesario buscar soluciones a nuevos problemas (la crisis de la econom¨ªa catalana tradicional, la globalizaci¨®n, los nuevos retos de la inmigraci¨®n y de la pobreza y la exclusi¨®n social creciente, el deterioro de la ense?anza p¨²blica, la degradaci¨®n de muchos barrios y la universalizaci¨®n de nuevos servicios sociales) y experimentar con nuevas pol¨ªticas.
Llevado por su esp¨ªritu de innovaci¨®n y experimentaci¨®n, y a la vista de los resultados de las ¨²ltimas elecciones catalanas, Maragall rechaz¨® la gran coalici¨®n con CiU y puso en marcha el tripartito. El invento ten¨ªa algo de suma de contrarios, pero era, hace tres a?os, la ¨²nica alianza que hac¨ªa posible la renovaci¨®n de las pol¨ªticas y de la pol¨ªtica catalana. Aunque era una combinaci¨®n potencialmente explosiva.
?Qu¨¦ ha pasado? ?Por qu¨¦ ha tenido este final? ?Por qu¨¦ ahora est¨¢ tan inc¨®modo ante un relevo que el mismo vio inevitable y facilit¨®? ?Cu¨¢l ser¨¢ su futuro? En la b¨²squeda de respuestas, la memoria me ha tra¨ªdo el recuerdo de un peque?o texto de Umberto Eco publicado hace a?os en un libro colectivo en el que se ped¨ªa a cient¨ªficos y pensadores que hicieran alguna predicci¨®n sobre nuevos progresos e inventos que iban a tener lugar en los pr¨®ximos a?os (Predicciones, Taurus, 2000).
En su respuesta, Eco mostraba sus reservas a ese tipo de ejercicio, y llamaba la atenci¨®n sobre lo que hab¨ªa ocurrido cuando se invent¨® el dirigible. "Qu¨¦ cosa m¨¢s maravillosa, pens¨® la gente, poder viajar por el aire como los p¨¢jaros. Y entonces se descubri¨® que el zepel¨ªn era un invento sin porvenir. El invento que sobrevivi¨® fue el aeroplano".
Continuaba Eco se?alando que cuando aparecieron los primeros dirigibles, la gente crey¨® que se producir¨ªa una progresi¨®n lineal hacia modelos m¨¢s refinados y m¨¢s r¨¢pidos. Pero no fue as¨ª. Por el contrario, despu¨¦s de que el Hinderbur fuera pasto del fuego en 1937, y causara la muerte de 35 personas, las cosas empezaron a evolucionar en otra direcci¨®n. Al principio la l¨®gica indicaba que hab¨ªa que ser m¨¢s ligero que el aire para poder volar por el cielo; pero result¨® que no era as¨ª.
Acaba Eco sacando una moraleja de esta historia: en filosof¨ªa y en ciencias hay que tener mucho cuidado para no enamorarse del propio zepel¨ªn. Yo a?adir¨ªa, por mi cuenta, que en pol¨ªtica hay que tener, si cabe, a¨²n m¨¢s cuidado.
El problema de Maragall es que se enamor¨® de su propio zepel¨ªn: el tripartito. Eso le impidi¨® darse cuenta a tiempo de que era un invento ef¨ªmero, no una innovaci¨®n perdurable. Y el fue el principal damnificado.
Que ese invento estaba abocado a explotar queda claro cuando se lee el excelente y sincero art¨ªculo que public¨® Ernest Maragall en este mismo diario (EL PA?S, 3 de septiembre de 2006, edici¨®n Catalu?a). Su an¨¢lisis es, por s¨ª solo, suficiente para darse cuenta que al tripartito le iba a pasar lo mismo que al zepel¨ªn. Por eso ser¨ªa una conclusi¨®n pol¨ªtica err¨®nea pensar que lo que abort¨® el vuelo del tripartito fue el acuerdo entre Rodr¨ªguez Zapatero y Artur Mas. Fueron, eso s¨ª, colaboradores necesarios, la espoleta que puso en marcha la explosi¨®n, pero el contenido de la mezcla hac¨ªa presagiar el final, que ocurri¨® finalmente el d¨ªa en que ERC no vot¨® el Estatuto en el Congreso de Madrid.
La pol¨ªtica catalana necesita un invento nuevo para explorar el futuro, desarrollar nuevas pol¨ªticas y experimentar los m¨¢rgenes del nuevo Estatuto. Probablemente, con una mezcla diferente y no tan explosiva como la que acab¨® con el zepel¨ªn-tripartito.
Con el paso del tiempo veremos que la herencia de Pascual Maragall permanece: el giro y las prioridades que imprimi¨® a las pol¨ªticas p¨²blicas, y el haber planteado la necesidad de un cambio profundo en las relaciones de Catalu?a con el resto de poderes del Estado. Y veremos claro tambi¨¦n una lecci¨®n importante: las buenas pol¨ªticas por s¨ª solas no hacen una buena pol¨ªtica.
No tiene nada de extra?o lo que le ha pasado. Recuerdo que hace a?os, despu¨¦s de ser aprobada, no sin fuertes conflictos sociales y pol¨ªticos, la gran reforma que introduc¨ªa la universalizaci¨®n de la sanidad en Espa?a le pregunt¨¦, en su despacho del ministerio, a Ernest Lluch cu¨¢l cre¨ªa que iba a ser su futuro pol¨ªtico y si continuar¨ªa en el Gobierno. Me contest¨® que con toda seguridad no continuar¨ªa en el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. Hab¨ªa estudiado lo que les suced¨ªa a los pol¨ªticos que introduc¨ªan grandes reformas y hab¨ªa visto que una vez aprobadas ten¨ªan que dejar paso a otros m¨¢s pragm¨¢ticos para que las aplicasen. En pol¨ªtica, tanto de izquierdas como de derechas, el reformista innovador es un especimen de corta vida.
No me preocupa el futuro de Maragall. Y creo que a ¨¦l tampoco. En su fuero interno sabe que el destino de los pioneros es descubrir nuevos territorios para dejar despu¨¦s que otros los colonicen. Dentro de poco le veremos inventando alguna otra cosa. Y si no, al tiempo.
Anton Costas catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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