"Mein camp"
Los productores es una catedral de palillos usados, un globo aerost¨¢tico de chicle, un banquetazo en un restaurante chino. En los descre¨ªdos a?os setenta, Susan Sontag acu?¨® el t¨¦rmino camp para designar una sensibilidad nacida de materiales extremos, en los ant¨ªpodas de la mesura y el "buen gusto", pero centrifugados y convertidos en m¨¢quinas de placer. Mel Brooks es al humor camp lo que Robert Aldrich al melodrama g¨®tico o William Castle al cine de terror: un monarca absoluto. Mel Brooks es jud¨ªo, y hablar de "humor jud¨ªo" es hablar de chutzpah, un concepto mucho m¨¢s antiguo que el camp, traducible como descaro sin culpa o desfachatez radical. A primera vista, Los productores contiene algo para molestar a todo el mundo. Su iron¨ªa antinazi avanza con la sutileza de una motosierra, sus personajes no pasar¨ªan el examen del m¨¢s tronado burlesque, sus n¨²meros musicales parecen copias de copias, acumuladas en la glotona memoria auditiva de Brooks. Sin embargo, funciona maravillosamente: es, en jerga de Broadway, un rotundo crowd-pleaser, un artefacto capaz de complacer a todos los p¨²blicos. A estas alturas ya conocen de sobra la historia. Un mangante hiperb¨®lico y su pusil¨¢nime escudero se disponen a dar el gran golpe: producir¨¢n el peor espect¨¢culo del mundo con la pasta de quinientas ancianitas ninf¨®manas. La funci¨®n, seg¨²n sus planes, se ir¨¢ a pique en la noche del estreno y ellos huir¨¢n a R¨ªo con el bot¨ªn de sus inversoras. Cuentan con el peor director de la ciudad, un elenco de todo a cien, y una obra vomitiva cuyo t¨ªtulo no puede ser m¨¢s expresivo: Primavera para Hitler. Sin embargo, su invento se convierte en el mayor ¨¦xito de todos los tiempos. El paralelismo entre significante y significado, que dir¨ªa un pelma, es tan obvio que he estado a punto de titular esta cr¨®nica 'Yo fui una ancianita ninf¨®mana'. Todos somos ancianitas ninf¨®manas, desplumadas y pidiendo m¨¢s, en manos de Mel Brooks: nos encanta que nos lleve al huerto con sus ma?as. Hay otro pedazo de met¨¢fora en el bajo vientre de Los productores. La descastad¨ªsima s¨¢tira del poder gay en Broadway, emblematizada por el director Roger de Bris y su banda de locazas, encubre el mensaje conceptual: ellos, quintaesencia del camp, son quienes transmutar¨¢n la basura en oro, la gaseosa en champ¨¢n. Los productores s¨®lo puede hacerse as¨ª, en estado de pura efervescencia: ¨¦sa es la palabra clave para definir el montaje que acaba de presentarse en el Coliseum de Madrid. Felicidad en vena, y por tres viales simult¨¢neos. No llega todas las noches al torrente sangu¨ªneo la certidumbre de que a) la producci¨®n funciona de f¨¢bula, b) va a eternizarse en cartel, y c) pasa la definitiva prueba del nueve: el mism¨ªsimo Mel Brooks, en la butaca vecina, contempla a los actores con los ojos aclaraboyados de gozo. Y no es amor de padre: la versi¨®n espa?ola de Los productores, dirigida por BT McNicholl, le da cien vueltas a su hom¨®nima inglesa, y la traigo a colaci¨®n porque les cae m¨¢s cerca si quieren comprobarlo. Lo que en el Drury Lane parece un episodio alargado con Viagra del show de Benny Hill, aqu¨ª es un Joven Frankenstein de Chueca con todas sus partes cosidas a mano. La escenograf¨ªa, firmada por Jon Berrondo, no tiene nada que envidiar a la de Broadway y el West End; la orquesta, dirigida por Santiago P¨¦rez, suena de perlas; las coreograf¨ªas de Karen Bruce relumbran, el ritmo es agil¨ªsimo, y los cantables en espa?ol, eterna asignatura pendiente, est¨¢n traducidos con experta malicia por Xavier Mateu. Los productores tambi¨¦n cuenta con algo inusual: un elenco de verdaderos actores, que juegan como ni?os sabios, se lo pasan bomba y contagian su alegr¨ªa. Jos¨¦ Mota es la gran revelaci¨®n del espect¨¢culo, un Leo Bloom que recuerda a un joven Manuel Galiana, cantando y bailando con ¨¢ngel y chispa. El imponente Fernando Albizu (Revelaci¨®n/Confirmaci¨®n Bis) hizo exclamar a Mel Brooks: "Si sabe ingl¨¦s, me lo llevo a Broadway", y no es para menos: su composici¨®n de Franz Liebkind, el nazi tarado (redundancia) que escribe Primavera para Hitler, est¨¢ trenzada con los gloriosos mimbres de Zero Mostel, y su n¨²mero Haben Sie Geh?rt Das Deutsche Band? es un showstopper como la copa de un pino. La efervescencia camp en estado puro corre a cargo de un doble terremoto: Miguel del Arco, formado en la CNTC (y Javert en Los Miserables) es un arrasador Roger de Bris, y ?ngel Ruiz interpreta a Carmen Ghia, su mano derecha (e izquierda), como si el esp¨ªritu del Joel Grey de Cabaret hubiera pose¨ªdo a Octavio Aceves. Cerrando el rep¨®quer, Dulcinea Ju¨¢rez (Yum Yum en El Mikado) es una Ulla perfecta: espectacular en todos los sentidos, exhala la magia de las Grandes Rubias del cine sin un solo ¨¢tomo de la bober¨ªa que les confiere el clich¨¦. Santiago Segura, indiscutible motor del proyecto (gracias desde aqu¨ª) le ha echado un par: no debe ser cosa f¨¢cil debutar en teatro con un personajazo del calibre de Max Byalistock y teniendo al padre de la criatura en la fila siete.
A prop¨®sito de Los productores, de Mel Brooks, estrenada en el Teatro Coliseum de Madrid
Segura no es un cantante pero tiene gracia y o¨ªdo, y saca adelante n¨²meros tan pu?eteros como el enrevesado soliloquio de Traici¨®n: tampoco a Rex Harrison le hubieran contratado en el Covent Garden y ha pasado a la historia como el profesor Higgins. El arquetipo de Torrente era una bestia a abatir, y quiz¨¢ por eso Segura se ha ido un poco hacia el extremo opuesto: si de algo peca su trabajo como actor es de una contenci¨®n excesiva, que en la noche del estreno roz¨® el envaramiento. Como debutante tiene la gran suerte de contar con la tutela de un director con toneladas de oficio y unos compa?eros de post¨ªn, con los que puede medirse, aprender y crecer d¨ªa a d¨ªa. Segura se sabe su personaje al dedillo y lo controla t¨¦cnicamente, pero le falta soltarse, insuflarle su propia autoridad y bajarlo al p¨²blico. No me extra?ar¨ªa nada que, cuando lean ustedes estas l¨ªneas, a una semana del estreno, el gran salto ya se haya producido: es la guinda que le falta a este formidable pastel.
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