Del culto a los vivos y a los muertos
Sor¨ªn y Honigmann presentan sus obras sobre Maradona y el cementerio de P¨¨re-Lachaise
Carlos Sor¨ªn es un veterano de San Sebasti¨¢n. Aqu¨ª present¨® Eversmile New Jersey, de 1989; Historias m¨ªnimas, de 2002, y El perro, de 2004, por las que obtuvo diversos premios. Ayer fue El camino de San Diego, que concluye, con las dos anteriores, su particular trilog¨ªa de la gente noble y sencilla.
San Diego no es otro que Diego Armando Maradona y el filme narra el largo viaje hasta Buenos Aires de un habitante de la provincia de Misiones (Ignacio Ben¨ªtez), el m¨¢s entusiasta admirador del futbolista, del que conoce toda su vida, goles, miserias y grandezas. Lleva consigo una gran ra¨ªz de un ¨¢rbol ca¨ªdo en la que sobresale una posible cara del ¨ªdolo. Deduce que tantas coincidencias y circunstancias no son sino una se?al del destino para hacerle llegar la escultura a quien est¨¢ pasando uno de sus peores baches, hospitalizado en 2004 por una grave crisis cardiaco-respiratoria en una cl¨ªnica bonaerense, ante la que se acercan d¨ªa y noche cientos de admiradores o devotos.
Explicaba Sor¨ªn que en Argentina el componente esot¨¦rico e irracional es directamente proporcional a la mala salud econ¨®mica nacional: a m¨¢s problemas de trabajo, inflaci¨®n, etc¨¦tera, mayor presencia e influencia de lo oculto. De ah¨ª el auge de las religiones evang¨¦licas o la veneraci¨®n a personajes como Gauchito Gil. Sor¨ªn, que vuelve a rodar con aficionados, nos muestra una Argentina rural en la que no existen malas personas, ni siquiera malos sentimientos. No es tanto una historia del buen salvaje como un compendio de acrisoladas virtudes humanas. Si como parece ser "a la tercera va la vencida", en su caso a la tercera nos damos por vencidos. La ternura que surg¨ªa en sus Historias m¨ªnimas y, sobre todo, en las andanzas de Bomb¨®n, el perro, en El camino de San Diego alcanza un cierto punto de saturaci¨®n. Demasiada bondad del pueblo llano y sencillo inmersa en una trama bastante insustancial.
La peruana Heddy Honigmann, nacionalizada holandesa, present¨® su documental Forever, un homenaje al cementerio de P¨¨re-Lachaise, en Par¨ªs, que alberga, probablemente, el mayor n¨²mero de restos de glorias art¨ªsticas por metro cuadrado. All¨ª est¨¢n enterrados desde Chopin, Oscar Wilde, M¨¦li¨¨s, Apollinaire, Marcel Proust o Modigliani, a Edith Piaf, el iran¨ª Sadegh Hedayat, Ingres, Simone Signoret, Ives Montand, Maria Callas, Michel Petrucciani y, por supuesto, Jim Morrison, adem¨¢s de numerosos seres an¨®nimos, republicanos espa?oles o v¨ªctimas de la represi¨®n de la Comuna de Par¨ªs.
Heddy Honigmann tiene tras de s¨ª 20 a?os de trabajos cinematogr¨¢ficos, mayoritariamente de documentales. En Forever ha querido realizar una pel¨ªcula sobre "un lugar donde el amor y la muerte van mano a mano y la belleza vive para siempre".
Su pericia le permite sortear la posible monoton¨ªa de las im¨¢genes con espor¨¢dicas intervenciones de familiares, visitantes y admiradores, m¨¢s un a?adido impagable: canciones de Montand, Nocturnos de Chopin, la Casta Diva de Norma por la Callas, un tema de la cantautora francesa Danielle Messia y una composici¨®n de Petrucciani con su sexteto, m¨¢s algunos cuadros de Modigliani e Ingres. Si a ello se le suma la tradicional cultiparlancia de los franceses y un punto de humor por parte de la realizadora, el resultado es un buen documental sobre el amor a los muertos y el ansia de eternidad que encierra la belleza.
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