A los seis meses
Transcurrido medio a?o desde el inicio del alto el fuego permanente de ETA, es esa permanencia la que parece estar en el aire, pese al optimismo del Gobierno, que considera que la decisi¨®n de abandono de las armas es irreversible. Las noticias contradictorias de los ¨²ltimos d¨ªas son un reflejo de las ambig¨¹edades de un proceso que parte de interpretaciones diferentes de su significado: proceso pactado de paz, para el Gobierno; de cambio del marco pol¨ªtico, para ETA y Batasuna.
Como ilustra el caso irland¨¦s, una cierta ambig¨¹edad suele ser componente inevitable del arranque de este tipo de iniciativas; pero a medida que se ha ido acercando el momento de adoptar decisiones comprometidas, los equ¨ªvocos han quedado al descubierto. A fin de evitar vac¨ªos peligrosos, el Gobierno ha tratado de acelerar un acuerdo con ETA que oficializara el car¨¢cter irreversible de su abandono de la violencia, paso previo para cualquier otro movimiento, seg¨²n la resoluci¨®n del Congreso; pero ETA ha interpretado esa voluntad como un intento de atrasar indefinidamente la negociaci¨®n pol¨ªtica (la Mesa de partidos), y ambas cosas han llevado a un aparente bloqueo.
Al mismo tiempo, Batasuna, al parecer presionada por unas bases que se hab¨ªan cre¨ªdo al pie de la letra el discurso triunfalista de sus l¨ªderes, parece haber dado marcha atr¨¢s en su disposici¨®n a presentar unos nuevos estatutos, de acuerdo con la Ley de Partidos, para recobrar la legalidad. En las ¨²ltimas semanas, ambas cuestiones, la exigencia de ETA sobre la mesa de partidos y la de la legalizaci¨®n, han convergido en una: Batasuna plantea que se re¨²na ya (o se acuerde reunir) una mesa "sin exclusiones", es decir, con su presencia en ella: ser¨ªa una forma de legalizaci¨®n de hecho a trav¨¦s de su reconocimiento como interlocutor aceptado por los dem¨¢s partidos. La convocatoria de ese foro sin la previa comprobaci¨®n de que la retirada de ETA es definitiva ser¨ªa el trofeo de Batasuna ante sus bases: la demostraci¨®n de que hab¨ªa quebrado la l¨®gica de la resoluci¨®n del Congreso e impuesto su concepci¨®n del proceso.
Batasuna lleva semanas transmitiendo (en sus contactos con otros partidos y en declaraciones p¨²blicas) dos mensajes: que ellos ya han cumplido al conseguir el alto el fuego permanente, mientras que la otra parte se ha instalado en el inmovilismo: ni fin de las detenciones, ni paralizaci¨®n de los juicios, ni legalizaci¨®n, ni mesa de partidos; y que si esto no cambia, ETA podr¨ªa replantearse el alto el fuego. Aparte de que son dos mensajes contradictorios, es falso que el Gobierno y el PSOE no hayan realizado concesiones: Zapatero dio por verificado el alto el fuego pese a las cartas de extorsi¨®n, y acept¨® respetar la decisi¨®n de los vascos, si bien en el marco de la legalidad; y Patxi L¨®pez se entrevist¨® con Otegi, a modo de reconocimiento de una Batasuna ilegal como interlocutor necesario.
La amenaza del ¨²ltimo comunicado de ETA y la negativa de Batasuna a seguir la v¨ªa de la Ley de partidos suponen un paso atr¨¢s respecto a lo que parec¨ªa establecido: que una Batasuna refundada y respetuosa con las reglas de juego asum¨ªa todo el protagonismo pol¨ªtico (en la linea del discurso de Otegi en Anoeta), y que ETA se limitaba a pactar los t¨¦rminos de su retirada.
No puede haber una negociaci¨®n pol¨ªtica tutelada por una banda armada, y de ah¨ª que en los ¨²ltimos d¨ªas se haya planteado la cuesti¨®n de si en estas condiciones (en pleno rebrote de la violencia callejera) era posible mantener el encuentro con ETA anunciado por Zapatero. La posici¨®n del Gobierno parece ser la de que el propio encuentro permitir¨¢ clarificar la posici¨®n de ETA y desbloquear el proceso. Y ello porque cree contar con datos de que ETA no tiene alternativa al abandono pactado de las armas, y de que la decisi¨®n de no volver a matar ya est¨¢ tomada, aunque no la de su autodisoluci¨®n. S¨®lo el tiempo demostrar¨¢ el fundamento de esa convicci¨®n, aunque es cierto que sectores nacionalistas llevan meses sosteniendo lo mismo y a?adiendo que una decisi¨®n rupturista de ETA no ser¨ªa hoy seguida sin rechistar (como en el pasado) por una Batasuna que se ver¨ªa condenada a la ilegalidad permanente. Sea o no as¨ª, es cierto que en estos seis meses no ha habido atentados personales y tampoco contra bienes de empresarios sometidos a extorsi¨®n, como los registrados en v¨ªsperas del alto el fuego. Y que cada d¨ªa que pasa sin atentados es m¨¢s improbable su regreso, una vez que se ha instalado en la sociedad vasca la idea de que el ciclo de la violencia ha terminado.
Para deslegitimar las pretensiones impositivas que todav¨ªa separan el alto el fuego de la disoluci¨®n de ETA es decisivo ahora el papel del nacionalismo democr¨¢tico. El PNV de Imaz viene manteniendo que primero es la paz y luego la negociaci¨®n pol¨ªtica, y que el acuerdo que resulte tendr¨¢ que ser inclusivo de la pluralidad vasca. Postura bien diferente de la defendida hace dos d¨ªas por Ibarretxe en el debate sobre pol¨ªtica general: volvi¨® a mezclar confusamente paz con aceptaci¨®n de su programa soberanista y a plantear extra?as propuestas que eximan a Batasuna de acatar la legalidad como los dem¨¢s partidos.
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