"Estamos dejando morir a toda una generaci¨®n en ?frica"
Rafael Vilasanju¨¢n dice adi¨®s en octubre a M¨¦dicos sin Fronteras (MSF). Ha estado los seis ¨²ltimos a?os al frente de esta organizaci¨®n humanitaria internacional, con m¨¢s de tres millones de socios en el mundo y m¨¢s de 200.000 en Espa?a. Barcelon¨¦s de 45 a?os, Vilasanju¨¢n deja MSF camino de una fundaci¨®n dedicada al "entendimiento entre culturas, uno de los mayores retos internacionales en estos momentos". Le sustituir¨¢ Aitor Zabalgogeazcoa, bilba¨ªno de 52 a?os, periodista como ¨¦l y especializado en labores log¨ªsticas y de respuesta inmediata en emergencias.
Pregunta. ?En qu¨¦ ha cambiado MSF desde que usted entr¨®?
Respuesta. En much¨ªsimas cosas. Hoy MSF es un actor global, con mecanismos de presi¨®n, con mucha incidencia en zonas de conflicto o en aspectos epidemiol¨®gicos -como el sida o enfermedades olvidadas-, donde nos hemos dado cuenta de que la negligencia era tan grande que alguien ten¨ªa que tomar el liderazgo. Hace 10 a?os, MSF en Espa?a era una organizaci¨®n con apenas 9.000 socios; ahora somos 200.000, un apoyo que nos permite ser independientes de cualquier inter¨¦s pol¨ªtico. Y ahora somos un movimiento internacional cohesionado, con 19 secciones en el mundo y 5 centros operativos, uno de ellos, Espa?a, con gran peso.
"En muchos pa¨ªses se intenta hacer que las ONG sean parte del poder establecido "
P. ?C¨®mo han afectado a MSF los cambios en las relaciones internacionales?
R. Hemos tenido que adaptar nuestra forma de analizar los conflictos. Nos hemos tenido que acostumbrar a relacionarnos con movimientos que han pasado del poder a la clandestinidad, dejando claro que nos dedicamos a buscar un espacio para devolver la dignidad a las personas en medio de la barbarie. En Ruanda, en 1994, el primer genocidio al que hace frente MSF, al ver que Occidente no hac¨ªa nada, vimos la necesidad de actuar y presionamos por los cauces habituales de la diplomacia. Pero el 11 de septiembre y las consecuencias de la guerra contra el terrorismo nos han llevado a tratar con grupos clandestinos para obtener acuerdos para trabajar en zonas donde act¨²an y pueden impedir el acceso a la ayuda humanitaria.
P. ?Cu¨¢les son los retos a los que se enfrenta su sucesor?
R. Primero, el de mantener criterios estrictos de independencia. Hoy, en muchos pa¨ªses y contextos se intenta hacer que las ONG sean parte del poder establecido. Pero la nuestra debe ser una voluntad de ruptura, de aportar los temas que no est¨¢n en la agenda pol¨ªtica y las preguntas dif¨ªciles. Tenemos que presionar para que se hagan las cosas que no se hacen. Cuando vamos a Irak, a Afganist¨¢n, nos encontramos con una perversi¨®n de la idea humanitaria, de la que la pol¨ªtica se ha apropiado.
P. ?Qu¨¦ operaciones destacar¨ªa en el aspecto sanitario?
R. La promoci¨®n de la investigaci¨®n de nuevos medicamentos, sobre todo para el sida y la tuberculosis. En los casos de sida, el 99% es gente que no tiene acceso a los f¨¢rmacos. Estamos dejando morir a toda una generaci¨®n en ?frica. Y los medicamentos, aunque presionemos para que bajen los precios, no est¨¢n adecuados a la realidad: no resisten m¨¢s de 25-30 grados de temperatura en pa¨ªses tropicales sin buenos sistemas de refrigeraci¨®n. La tuberculosis es una enfermedad emergente, que cada vez afecta a m¨¢s gente, pero la tratamos con m¨¦todos del siglo XIX. Sin embargo, aparece el s¨ªndrome respiratorio agudo severo (SARS), y en tres meses tenemos m¨¦todos de diagn¨®stico. Hay una apuesta por determinadas enfermedades y un mundo que se deja de lado.
P. ?Sobre qu¨¦ enfermedad olvidada ser¨ªa necesario recuperar la memoria?
R. La enfermedad del sue?o, que ha vuelto a crecer desde los a?os setenta y se sigue tratando con medicamentos obsoletos e inadecuados, como un derivado del ars¨¦nico que mata a dos de cada diez personas que lo toman. Y el Chagas, la visi¨®n latinoamericana de la enfermedad del sue?o en ?frica. Su proceso de incubaci¨®n es mucho m¨¢s largo, 20 o 25 a?os. Hay millones de personas en Am¨¦rica Latina que la padecen. Se trata con medicamentos para otras enfermedades, y cuando est¨¢ ya muy avanzada, porque no hay nada para su diagn¨®stico temprano, ni se investiga sobre ello. De las m¨¢s de 10.000 patentes que se han desarrollado en los ¨²ltimos 20 a?os, s¨®lo un 1% ha tenido en cuenta estas enfermedades olvidadas que afectan a un 90% de la poblaci¨®n. Y es ah¨ª donde hay que empezar a actuar con fuerza.
P. ?C¨®mo se puede ejercer esa presi¨®n?
R. Nosotros iniciamos hace seis a?os una campa?a para el acceso a los medicamentos. Los m¨¦dicos que envi¨¢bamos al terreno nos dec¨ªan: "Estoy haciendo de psic¨®logo porque a la mayor¨ªa de los enfermos que me vienen aqu¨ª no les estoy dando nada. Quiero hacer de m¨¦dico, quiero medicamentos que me sirvan para poder salvar la vida de esta gente". Ahora nos abastecemos de medicamentos y conseguimos precios reducidos, pero es s¨®lo un primer paso. Es necesario algo m¨¢s global para que haya dinero p¨²blico para investigaci¨®n de medicamentos. ?Es l¨®gico que la mayor parte de la financiaci¨®n en salud est¨¦ en manos privadas? En el Tercer Mundo, Bill Gates se ha convertido en un financiador mayor que Estados Unidos o Europa. No criticamos las iniciativas del altruismo corporativo, bienvenidas sean, pero eso no puede diluir la responsabilidad para hacer una investigaci¨®n que no se est¨¢ haciendo.
P. ?Cu¨¢l es el papel de los socios colaboradores en todo esto?
R. Imprescindible, sobre todo con donaciones continuadas m¨¢s que puntuales, aunque sean peque?as. Es lo que nos permite mantener nuestra independencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.