Miedo e identidad, respeto y reciprocidad
El papa Benedicto XVI proclam¨® ayer ante diplom¨¢ticos y l¨ªderes de pa¨ªses isl¨¢micos su firme convicci¨®n de que la armon¨ªa entre religiones, especialmente entre el cristianismo y el islam, es m¨¢ximo deseo de la Iglesia que dirige y de toda persona de bien, y que ¨¦sta ha de basarse en el profundo respecto mutuo. Y en la reciprocidad. Se trata tan s¨®lo de lo que siempre damos por supuesto en las razonables relaciones humanas que no se rigen por los v¨ªnculos de sangre o empat¨ªa y que no es otra cosa que la reciprocidad. Esta ¨²ltima palabra tiene mucha m¨¢s carga emocional y sem¨¢ntica que conceptos difusos sobre entendimientos o armon¨ªas. Se trata de respeto mutuo pero con m¨¢s ¨¦nfasis sobre el mutuo que hasta ahora. Es ah¨ª, aseguran muchos, donde el Papa ha querido poner, con todo respeto, la primera pica para un debate europeo y mundial en el que esa reciprocidad en el entendimiento excluya victimismos y chantajes, tantas veces ¨²nico medio de expresi¨®n y lucha de nacionalismos, religiones y sectas.
La reciprocidad -su insistente y tantas veces obscena ausencia inexistencia- es la clave para explicar la crisis europea. En sus relaciones con fen¨®menos religiosos, culturales, nacionales y ¨¦tnicos -nuevos, ajenos u hostiles en el pasado en su imaginario colectivo-. Tambi¨¦n en el fracaso percibido en el equilibrio interno en unas sociedades modernas -de ritmo vertiginoso, generador de angustias y miedo- en el que cada vez son m¨¢s ciudadanos los que se consideran perdedores de un gran juego en el que no deciden nada y sus quejas se estigmatizan y desprecian desde instancias que no comparten sus problemas.
El panorama es tan preocupante hoy como poco previsto, despu¨¦s de que Europa triunfara arrancando a muchos pa¨ªses de la dictadura del socialismo real ya fracasada y de los proyectos suicidas y violentos de los nacionalismos que surgieron de los aparatos comunistas para redefinirse y reocupar espacios, poder y legitimidades perdidas. Tras el ba?o de sangre que los nacionalismos lograron orquestar en ciertas regiones de los Balcanes, es mejor no imaginar las dimensiones de un conflicto semejante extendido por toda Centroeuropa. La transici¨®n ha sido historia de ¨¦xito sin paliativos en Europa Central y el B¨¢ltico. Pero all¨ª, igual que en el seno de los viejos miembros de la UE, la sociedad y los individuos han de comenzar a creer en la reciprocidad en el respeto, en el trato. Quiz¨¢ si este t¨¦rmino hubiera estado vigente en las mentes europeas no estar¨ªamos hoy en un vac¨ªo constitucional y con esta vacuidad pol¨ªtica europea que produce v¨¦rtigo.
Reciprocidad. Todos los llegados de dictaduras comunistas, y antes de dictaduras meridionales de Grecia, Espa?a y Portugal, prometieron y cumplieron con la reciprocidad posible que los convert¨ªa en miembros de un club selecto, pr¨®spero y generoso a cambio del respeto -o inicialmente la voluntad y vocaci¨®n de respeto- a las reglas internas. No hubo bolas negras de los miembros del club a los aspirantes porque todos eran conscientes de lo que ¨¦stos sufr¨ªan en la intemperie. Y se quiso hacer sitio para los nuevos socios aun en la certeza de que no cab¨ªan sin molestar ni en el comedor, en el bar ni en la sala de naipes y billar. Y Rumania y Bulgaria entrar¨¢n aunque las mesas est¨¢n llenas y Croacia que cumpli¨®, tambi¨¦n merece estar dentro, tras entender que el respeto rec¨ªproco pasaba por entregar a su criminal de guerra. Serbia ha sido incapaz de hacerlo. Turqu¨ªa tambi¨¦n. Se ha puesto ella misma la bola negra del victimismo y as¨ª del veto al ingreso en el club. El nacionalismo y el fundamentalismo son t¨®xicos. Neutralizarlos en Europa Central fue la mayor victoria de la democracia tras caer el comunismo. La inestabilidad en Centroeuropa y los extremismos occidentales demuestran que hay que dar de nuevo la batalla. El lema ser¨¢ la reciprocidad.
En Castel Gandolfo ante la televisi¨®n de todo el mundo, incluido el isl¨¢mico, cay¨® ayer de labios del Papa la palabra m¨¢gica que tantos a?oran y sienten propia desde hace tiempo y pocos se han atrevido a articular. Mezquitas e iglesias ac¨¢, all¨¢ y acull¨¢, respeto al orden constitucional, al Estado de derecho y al individuo, libertad de expresi¨®n y de culto. Reciprocidad como b¨¢lsamo para la convivencia.
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