El gran desaf¨ªo del siglo XXI
El atentado del World Trade Center no se ha digerido. El horror del 11-S sigue atormentando los corazones y los esp¨ªritus. Aumenta el n¨²mero de norteamericanos (un 79%, respecto al 72% de hace un a?o) y de europeos (un 66%, respecto al 58% en 2005) que ven en el terrorismo internacional una "amenaza muy importante" (sondeo del German Marshall Fund y la Compagnia di San Paolo). El mundo cambi¨® radicalmente en 2001: hasta esa fecha, y desde el fin de la guerra fr¨ªa, la humanidad cre¨ªa vivir en el horizonte de una paz global cada vez m¨¢s consolidada. Hoy el idilio ingenuo de un "fin de la historia" sin amenazas ya ha caducado.
Una mutaci¨®n tan radical de la opini¨®n deja a los pol¨ªticos desamparados. En la misma encuesta los europeos desconf¨ªan cada vez m¨¢s de Estados Unidos. Sin embargo, la ideolog¨ªa pacifista no es un¨¢nime en el viejo continente: respecto a Ir¨¢n, el 54% de los norteamericanos, pero sobre todo el 53% de los franceses, apoyan una intervenci¨®n armada, en caso de que la diplomacia fracase.De la vida cotidiana se desprende una ambig¨¹edad parecida. La inquietud es general aunque, despu¨¦s de un ligero estancamiento, la econom¨ªa se haya reactivado como si no hubiera pasado nada. Incluso sectores vulnerables, como el transporte a¨¦reo o el turismo, presentan crecimientos espectaculares. Miedo en el est¨®mago s¨ª, p¨¢nico no. Cada uno en su vida privada y familiar reconoce que el peligro es cada vez mayor, pero espera salir de la situaci¨®n.
El malestar es universal. La conmemoraci¨®n medi¨¢tica del quinto aniversario del ataque a Nueva York y Washington se convirti¨® por momentos en una sesi¨®n de exorcismo, en la que el presidente americano era el perfecto chivo expiatorio. Es culpa suya si cada vez hay m¨¢s atentados y amenazas. Vean su triste balance: los terroristas reclutan aqu¨ª como en las ant¨ªpodas a matones sin escr¨²pulos. Si en Irak se prepara una guerra de religi¨®n, si los musulmanes masacran a otros musulmanes en Marruecos, Argelia, Afganist¨¢n o Indonesia, si Ir¨¢n se abastece de armamento nuclear, no busquen a otros responsables, es Bush, s¨®lo Bush. Es el comanditario de la guerra en el L¨ªbano, el promotor del conflicto palestino-israel¨ª, y cuando Putin prende fuego al C¨¢ucaso o chantajea con el gas a los ucranianos y a los georgianos, el Kremlin no hace m¨¢s que responder a las "provocaciones" de Washington. Las 3.000 v¨ªctimas del 11-S fueron inmoladas por la "arrogancia" norteamericana, cinco a?os m¨¢s tarde la v¨ªctima se ha convertido en verdugo.
Anta?o se clavaban agujas a un mu?eco para conjurar la mala suerte y matar a los esp¨ªritus malignos. En nuestros d¨ªas se apostrofa al supuesto Due?o del Mundo reproch¨¢ndole un uso abusivo de su "hiperpotencia". Es el causante de todos nuestros males. Su desaparici¨®n restablecer¨ªa la concordia universal. El dedo ¨ªndice se?ala la causa del caos mundial y la sonrisa angelical asegura que una vez paralizada la potencia maligna, todo funcionar¨¢; la paloma, la serpiente, el le¨®n y el cordero coexistir¨¢n en la armon¨ªa. Hace cinco a?os, la opini¨®n p¨²blica se preguntaba qui¨¦n era el cerebro del mayor atentado terrorista de la historia y, en cambio, el 11 de septiembre del 2006 s¨®lo se fija en el abominable Bush, el desequilibrado EE UU y relega al olvido a los sangrientos instigadores de la masacre. Hasta el punto de que estos apenados se?ores intentaron desesperadamente volver a llamar la atenci¨®n anunciando con un v¨ªdeo que todav¨ªa estaban all¨ª. Reivindican in extremis los derechos de autor que les han robado. Ya recuperados de la pena, los biempensantes concluyen que Washington, con sus oscuras intenciones, les mantiene con respiraci¨®n artificial.
Seamos serios. Cualesquiera que sean sus tanteos y sus errores, Bush no se ha inventado el alcance planetario de un terrorismo que ya exist¨ªa antes que ¨¦l y que durar¨¢ sea quien sea su sucesor. La guerra fr¨ªa lleg¨® a su fin con el desmoronamiento del imperio sovi¨¦tico, pero los guerreros siguen estando presentes. Se emanciparon y fundaron en los cuatro costados del planeta el imperio de la navaja, del machete y del Kal¨¢shnikov. Y esto no era patrimonio exclusivo de los islamistas. Cuando en Argelia el GIA apuntaba a los intelectuales y a las mujeres, y despu¨¦s masacraba en masa a los campesinos, en Europa el terrorismo de la pureza ¨¦tnica (Milosevic) se opon¨ªa a la v¨ªa democr¨¢tica (Vaclav Havel). Los amputadores de brazos y cabezas de Liberia y de Sierra Leona se regocijaban, cuando el genocidio de un mill¨®n de tutsis fue sustituido por una peste negra en el Congo, donde murieron a¨²n m¨¢s civiles. Las guerras y las masacres de Sadam, la jovialidad sangrienta del jomeinismo, las matanzas en Timor, las atrocidades de los tigres tamiles, las ruinas de Grozny y las hecatombes en Darfur demuestran a porf¨ªa que el fin del mundo bipolar dio rienda suelta a los dem¨®cratas, pero tambi¨¦n a las pulsiones homicidas y genocidas. Con la bendici¨®n de diversas ideolog¨ªas religiosas, nacionalistas y racistas.
Soldados regulares o irregulares, de civil o de uniforme, en camiseta, con chilaba o en traje de tres piezas, los guerreros fan¨¢ticos de la posguerra fr¨ªa aspiran a hacerse un hueco, conquistando con el hierro y el fuego viviendas, prebendas, mujeres, galones o poder absoluto. Poco importa su bandera desde el momento en que les da legitimidad para asesinar sin trabas. Hay meses en que el n¨²mero de v¨ªctimas musulmanas del terrorismo iraqu¨ª supera el n¨²mero total de soldados norteamericanos ca¨ªdos desde la ofensiva de Bagdad. No es un nuevo Vietnam, sino un nuevo "Chicago", la versi¨®n etnoteol¨®gica de una guerra de bandas que conquistan territorios mediante la purificaci¨®n ¨¦tnica.
La ca¨ªda del comunismo le permiti¨® a Milosevic perpetrar sus cr¨ªmenes contra la humanidad y a Putin aplastar Chechenia, pero esto no es un motivo para lamentar el hundimiento de los reg¨ªmenes europeos totalitarios que asesinaron a millones de personas. La ca¨ªda de Sadam, el responsable de la muerte de millones de civiles, ha propiciado la formaci¨®n de milicias religiosas sanguinarias, y ello deber¨ªa ser un motivo para ayudar a la coalici¨®n norteamericana en apuros, de la que nadie biempensante desea precipitar su salida.
Una vez desaparecido el fantasma de un EE UU todopoderoso y de un Bush sat¨¢nico, ?qu¨¦ podemos pensar? Hay que volver al principio de realidad, mirar c¨®mo est¨¢ el mundo, fr¨¢gil, ca¨®tico, poblado de individuos y de pueblos atrapados en un espacio intermedio dram¨¢tico. Ya no pueden acudir a las normas milenarias que sus antepasados respetaban con los ojos cerrados; la violencia de los siglos modernos ha acabado enterrando los referentes tradicionales. Tampoco pueden integrarse como nosotros en Estados de derecho que en sus pa¨ªses no existen (todav¨ªa no, dicen los optimistas). En este espacio intermedio, los terroristas de todos los colores proclaman "ganaremos porque am¨¢is la vida, nosotros no tememos a la muerte". El derrumbe de las Torres Gemelas ilustra su desaf¨ªo. ?Qui¨¦n ganar¨¢? ?Los m¨²ltiples combatientes nihilistas que practican el homicidio y el suicidio o una mayor¨ªa de gente honesta que cree vivir civilizadamente, tanto en los barrios de chabolas como en los lujosos? Me temo que aceptar o no la ley de las bombas humanas ser¨¢ para el hijo del siglo la cuesti¨®n clave, la de la libertad y la supervivencia.
Andr¨¦ Glucksmann es fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
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