Elogio de la moderaci¨®n pol¨ªtica
La templanza y la moderaci¨®n pol¨ªticas, frente a la exaltada imprudencia y la in¨²til temeridad, definen la cualidad de lo sobrio. Ser moderado tiene poco que ver con el semblante enjuto de un esp¨ªritu mojigato. Por el contrario, la sobriedad ata?e siempre a la templanza del talante; al equilibrio de las pasiones y a la posesi¨®n de un esp¨ªritu tolerante y libre. Se es sobrio porque no se precisa el exceso ni nada de lo que a ¨¦l se asocia: el cultivo del esc¨¢ndalo y la algarab¨ªa como sustituci¨®n de la pol¨ªtica y lo pol¨ªtico.
La moderaci¨®n pol¨ªtica tiene que ver con una cierta sabidur¨ªa de la excelencia por la que buscamos antes el equilibrio y el placer de lo conquistado con sosiego que la anhelante b¨²squeda de lo rutilante y estrepitoso. La moderaci¨®n pol¨ªtica que el ejercicio de la sobriedad precisa frecuenta, por el contrario, el arte de la dial¨¦ctica y la cadencia del di¨¢logo; prefiere electivamente una raz¨®n mediadora que una fuerza, bruta e iracunda, enervada, excluyente y, por ello, sectaria.
La moderaci¨®n pol¨ªtica huye de cualquier apocalipsis y no espera ni reclama el juicio final ni la conclusi¨®n convulsa o inerme de la historia o el acoso triunfante y banal de cualquier revoluci¨®n simb¨®lica.
Ejemplos: urge reconducir, en este preciso momento de nuestra actualidad p¨²blica, el debate sobre la tragedia del 11-M a su lugar natural, la Audiencia Nacional, por un lado, y centrarse en lograr por todos el mayor de los apoyos a las v¨ªctimas de la masacre. Urge, a su vez, mirar al futuro del pa¨ªs desde posiciones dialogantes, para mejorar la educaci¨®n espa?ola, de la que depende el futuro entero de nuestra naci¨®n; para terminar con el terrorismo (y en este asunto capital para la vida democr¨¢tica espa?ola ser¨¢, antes o despu¨¦s, imprescindible el concurso de todas las fuerzas pol¨ªticas parlamentarias y constitucionales espa?olas, nacionalistas y no nacionalistas); para normalizar la pol¨ªtica auton¨®mica; para dejar claro de una vez que las autonom¨ªas son Estado y, precisamente por ello, no son contrapoderes del Estado (otra cosa es que la Administraci¨®n central del Estado quiera y deba ejercer leg¨ªtimamente sus competencias propias).
Urge asimismo un trabajo conjunto de todas las fuerzas pol¨ªticas, y muy especialmente las mayoritarias, por llegar a acuerdos razonables, y practicables, acerca de la inmigraci¨®n en Espa?a, que es un enorme beneficio para la sociedad espa?ola, pero sin seguir soportando la ilegalidad de las mafias y los intereses, no siempre altruistas, de los pa¨ªses de origen de esa inmigraci¨®n. Como pa¨ªs de la Uni¨®n Europea, le urge a Espa?a (de manera moderadamente acordada) ser motor de una pol¨ªtica de ayuda y cooperaci¨®n al desarrollo con los pa¨ªses m¨¢s pobres. Por ellos y por la defensa de nuestros propios intereses nacionales.
Todos estos son ejemplos pr¨¢cticos de la moderaci¨®n que debe inspirar el debate y la pol¨ªtica concreta de las grandes fuerzas pol¨ªticas espa?olas, Partido Popular y Partido Socialista.
Por ¨²ltimo, convendr¨ªa pensar con sensatez que los nacionalismos vasco y catal¨¢n, de modo especial, no son enemigos declarados de Espa?a, sino todo lo contrario. Expresan voluntades pol¨ªticas soberanas legitimadas por las urnas, y, por ello, son grupos democr¨¢ticos con los que no dialogar es absurdo en democracia. Porque representan leg¨ªtimamente lo que son.
Y tambi¨¦n habr¨¢ que ir reconociendo que hay pueblos cuya identidad pretende ser una identidad nacional, sin que por ello, en modo alguno, se excluya su integraci¨®n en formas estatales comunes, emanadas precisamente de nuestro ordenamiento constitucional.
Lo importante, al definir conjuntamente la naci¨®n espa?ola, es ser conscientes, todos, de que no puede ser otra cosa que la voluntad de vivir juntos; esto es, de convivir democr¨¢ticamente. Por ello, el termino "nacionalidad o naci¨®n" tambi¨¦n puede ser comprendido, no s¨®lo como una simple reivindicaci¨®n de autodeterminaci¨®n soberana, sino como un modelo constitucional de autoidentificaci¨®n. Como ocurre en el Reino Unido con las diversas "naciones, pa¨ªses y regiones" que lo integran.
Los nacionalismos en Espa?a no tienen, por tanto, que verse como hechos pol¨ªticos negativos a combatir, sino como expresiones democr¨¢ticas positivas con las que dialogar y colaborar, en su caso, desde posiciones moderadas, liberales y no extremistas.
Revitalicemos, moderada y conjuntamente, nacionalistas y no nacionalistas, dem¨®cratas todos, la racionalidad del Estado constitucional. Lo que de racional hay en el ejercicio de la responsabilidad p¨²blica o de la universalidad c¨ªvica de la raz¨®n general necesariamente debe sernos com¨²n, y por ello hay que apostar con claridad, desde cualquiera que sea la mayor¨ªa democr¨¢tica de nuestro Parlamento y pa¨ªs (Partido Socialista, Partido Popular o cuantas combinaciones democr¨¢ticas las urnas demanden y permitan), por la continuidad y mejora del Estado democr¨¢tico en tanto que plasmaci¨®n del elenco de valores que hacen viable la convivencia civil y el apasionamiento incruento.
Por todo ello, la moderaci¨®n pol¨ªtica puede y debe ser cultivo universalmente aceptado en nuestra pr¨¢ctica p¨²blica si queremos mejorar Espa?a y, con ella, la vida de los espa?oles. Que no otros deber¨ªan, a mi juicio, constituir la esencia democr¨¢tica de la pol¨ªtica en el presente de nuestro pa¨ªs y en nuestro m¨¢s inmediato futuro colectivo.
Joaqu¨ªn Calomarde es diputado del PP al Congreso por Valencia.
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