El iberismo
Las relaciones hist¨®ricas de Espa?a y Portugal est¨¢n caracterizadas por fuertes contrastes. Por una parte, junto a la cercan¨ªa geogr¨¢fica (¨¢mbito peninsular, larga frontera com¨²n, cruce de grandes r¨ªos, similar base rural) se ha dado un fuerte paralelismo social y pol¨ªtico. Debido a ello, Te¨®filo Braga, ya en el siglo XIX, no pudo menos que describir el caminar conjunto de Espa?a y Portugal como parte da orden natural das coisas. Por otra, se han establecido entre los dos pa¨ªses enormes distancias que han llegado hasta nuestros d¨ªas.
Hace unos cuantos a?os, las inversiones espa?olas en Portugal y las portuguesas en Espa?a eran escas¨ªsimas. Las espa?olas eran superadas incluso por las belgas, las suecas y las japonesas. Y entre los productos importados de cierta entidad, s¨®lo figuraba el de la leche, por ser necesaria en el ¨¢rea metropolitana de Lisboa. Ahora, Espa?a exporta m¨¢s a Portugal que a toda Am¨¦rica.
El orden natural al que llevaba la geograf¨ªa fue distorsionado por la geopol¨ªtica. El fuerte control de Gran Breta?a sobre Portugal y su comercio, y la existencia del imperio colonial del pa¨ªs vecino -condicionamientos relacionados entre s¨ª-, causaban entre ambos pa¨ªses un notable alejamiento. Pero cuando, en determinado momento hist¨®rico, el influjo ingl¨¦s descendi¨® debido a las hostilidades entre brit¨¢nicos y portugueses en Sur¨¢frica, y las relaciones quedaron enmarcadas por su cauce espont¨¢neo, el iberismo empez¨® a florecer como creaci¨®n portuguesa influyente en Espa?a.
Un poeta como Antero de Quental derroch¨® entusiasmo e ingenio al cantar las grandes creaciones de lo que ¨¦l llam¨® la raza ib¨¦rica: su esp¨ªritu de independencia, su oposici¨®n al dominio romano, su capacidad de liberarse del yugo feudal, la realizaci¨®n de grandes epopeyas oce¨¢nicas. Y en un orden negativo, para Quental, tanto los espa?oles como los portugueses se vieron atrapados por un mismo esp¨ªritu de injusticia: la ambici¨®n de la colonizaci¨®n.
El iberismo desarrollado en Portugal origin¨® tambi¨¦n un pensamiento pol¨ªtico. Te¨®filo Braga estableci¨® un plan concreto de Federaci¨®n Ib¨¦rica en cuya construcci¨®n Espa?a deber¨ªa aceptar importantes condiciones: organizarse como Rep¨²blica, dividirse en territorios aut¨®nomos formando una federaci¨®n, admitir en dicha federaci¨®n a Portugal que ser¨ªa as¨ª la mayor y m¨¢s fuerte unidad del conjunto, establecer en Lisboa la capital de la Federaci¨®n Ib¨¦rica.
Semejante idealismo no pod¨ªa menos que tener su incidencia en Catalu?a. El poeta Joan Maragall, en un art¨ªculo publicado en 1906 en el Diario de Barcelona, dijo que la naturaleza ib¨¦rica, por su suelo, por su cielo y por su gente, parec¨ªa la tierra prometida para concretar el ideal de un nuevo federalismo, no ya pol¨ªtico sino tambi¨¦n humano en el sentido m¨¢s profundo de la palabra. Tiempo despu¨¦s, el periodista Gaziel escribi¨® en 1963: "Pocas veces la insensatez humana habr¨¢ establecido una divisi¨®n m¨¢s falsa. Ni la geograf¨ªa, ni la etnograf¨ªa ni la econom¨ªa justifican esta brutal mutilaci¨®n de un territorio ¨²nico". Y concret¨® la dimensi¨®n pol¨ªtica de su pensamiento introduciendo a Catalu?a en el quehacer del acercamiento peninsular.
Entrados los dos pa¨ªses en la Uni¨®n Europea, la geopol¨ªtica no s¨®lo ha dejado de obstaculizar el acercamiento mutuo sino que lo impulsa positivamente. Gaziel acert¨® en su visi¨®n determinante de la Historia: "No ser¨¢n las voluntades de los hombres sino las leyes de la Historia las que alterar¨¢n la actual estructura de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica". Afirmaci¨®n que se concreta en esta otra: "La mejor forma de producirse esa evoluci¨®n ser¨¢ dentro de una Europa unida".
?sta es la situaci¨®n que afrontamos ahora. En el momento de la Uni¨®n Europea en el que los Estados parecen mostrarse menos solidarios que otras veces, es necesario que se produzcan acercamientos geogr¨¢ficamente parciales que podr¨ªan preparar una cooperaci¨®n reforzada en todo el conjunto de la vieja Europa. Si no es as¨ª, en la Uni¨®n Europea de los 27 dif¨ªcilmente se podr¨¢ conseguir la profundizaci¨®n pol¨ªtica. El acercamiento a?ade, adem¨¢s de la econ¨®mica, otras numerosas perspectivas de relaci¨®n.
Las lenguas, al margen de lo pol¨ªtico y de lo econ¨®mico, tienen unas reglas de difusi¨®n que se apoyan en sus propias estructuras. Debido a la naturaleza ling¨¹¨ªstica del castellano, los erasmus portugueses que llegan a la Universidad espa?ola entienden la lengua desde el primer d¨ªa, sin haberla estudiado nunca. Al cabo de tres semanas hablan portu?ol. Y al final de curso, algunos comenten menos faltas de ortograf¨ªa que los espa?oles m¨¢s rezagados. Portugal -en contrapartida a la facilidad de dejarse penetrar por el castellano- halla su gran campo de influjo en Galicia. Los complejos del pasado fueron superados. Y en el marco de la Uni¨®n Europea y en el de las relaciones transfronterizas, el acercamiento de Portugal a Galicia y el de Galicia a Portugal es cada vez m¨¢s s¨®lido y profundo.
La divisi¨®n de Espa?a en comunidades aut¨®nomas inclin¨® recelosamente al ciudadano portugu¨¦s a votar mayoritariamente que no en el refer¨¦ndum de la regionalizaci¨®n portuguesa. Las partes de un Portugal fraccionado caer¨ªan m¨¢s f¨¢cilmente en manos de las fracciones espa?olas situadas al otro lado de la frontera.
Hace algunos a?os, tras una ponencia que le¨ª en el Instituto de Defensa Nacional de Lisboa, en un portugu¨¦s macarr¨®nico, dialogu¨¦ con los militares sobre las relaciones entre los espa?oles y los portugueses, y surgieron algunas quejas. Entonces pregunt¨¦: ?est¨¢n ustedes mal con los gallegos? La respuesta inmediata fue: ?Nooo! ?Est¨¢n mal con los andaluces? Tampoco. ?Mal con los catalanes? De ninguna manera. ?Mal con los vascos? En absoluto. Y as¨ª segu¨ª: los extreme?os, los aragoneses, incluso los manchegos y los madrile?os. Para todos los mencionados mostraron los dialogantes su simpat¨ªa. S¨®lo apareci¨® un clich¨¦, resquicio de irreductibilidad, el de los castellanos viejos. Entonces les dije: no tienen ustedes nada que temer. Portugal y Castilla La Vieja cuentan con parecido n¨²mero de kil¨®metros cuadrados. Pero sobre la misma extensi¨®n se encuentran, en Portugal, diez millones de habitantes, y en Castilla La Vieja, s¨®lo algo m¨¢s de dos millones. La estad¨ªstica, tan favorable a Portugal, produjo en el auditorio desconocedor del dato una sorpresa. Se disip¨® con ello una percepci¨®n err¨®nea.
Ya dijo Jean Monnet que las dificultades entre los pueblos suelen ser muchas veces artificiales. En aquel coloquio, el iberismo ut¨®pico de Te¨®filo Braga hab¨ªa sido traducido a un pragmatismo m¨¢s modesto pero m¨¢s eficaz. As¨ª son muchas de las relaciones existentes hoy entre los espa?oles y los portugueses, que, como atestigua una encuesta reciente, van dejando paso a una relaci¨®n bastante m¨¢s fluida.
Santiago Petschen es catedr¨¢tico de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.