Inmigraci¨®n: una visi¨®n desde el nacionalismo personalista
La frase "es catal¨¢n quien vive y trabaja en Catalu?a y quiere serlo" es de CiU, tiene m¨¢s de dos d¨¦cadas y ha sido el norte de nuestra pol¨ªtica tanto en los centenares de ayuntamientos donde gobernamos, como en el ejercicio de nuestra responsabilidad al frente del Gobierno de la Generalitat. Sin embargo, ocurre que ¨²ltimamente hay un inter¨¦s creciente por parte de nuestros adversarios en mutilar malintencionadamente la ¨²ltima parte de la frase, obviando el "quiere serlo", para as¨ª poder presentarnos como unos integristas irresponsables capaces de utilizar el problema de la inmigraci¨®n como una simple arma electoral. Nada de ello se ajusta a la realidad.
Es bien sabido que la Federaci¨®n CiU est¨¢ integrada por CDC, una fuerza de amplio espectro ideol¨®gico, y por Uni¨®, un partido de inspiraci¨®n socialcristiana. Ambos partidos compartimos desde el primer d¨ªa lo que podr¨ªamos denominar un nacionalismo personalista. Ah¨ª est¨¢n, y no en las injuriosas acusaciones procedentes de las filas del progresismo instalado, las bases de nuestra pol¨ªtica de inmigraci¨®n. Una pol¨ªtica que, por cierto, ha mantenido a lo largo de los a?os una coherencia notablemente superior a la de los autodenominados progresistas, que, en menos de cuatro a?os, han pasado de la reivindicaci¨®n de los papeles para todos, a la dureza dial¨¦ctica exhibida hace unos d¨ªas por la vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega.
Desde el personalismo que profesamos, reconocemos sin matices la dignidad innegociable de toda persona, con independencia de cu¨¢l sea su sexo, color de la piel, origen social o creencia religiosa. Es un reconocimiento del que emana la atribuci¨®n de derechos tan fundamentales como, por ejemplo, el derecho a la educaci¨®n o a la salud. Pero precisamente porque nuestro personalismo es comunitario, reclamamos de la persona inmigrada un esfuerzo de integraci¨®n a la comunidad que la acoge, una comunidad -para nosotros naci¨®n- a la que consideramos tambi¨¦n sujeto de derechos. As¨ª, la conjugaci¨®n equilibrada de derechos y deberes del inmigrante hacia su comunidad de acogida y de ¨¦sta hacia aqu¨¦l constituye el n¨²cleo de nuestra pol¨ªtica en una materia tan sensible como la que nos ocupa.
Porque somos personalistas, respetamos; y porque somos nacionalistas pedimos ser respetados. Y este respeto, por parte del inmigrante, debe expresarse desde los niveles m¨¢s b¨¢sicos de la convivencia en la escalera de vecinos, en el barrio, en la escuela o en el espacio p¨²blico, y que pasa por un imprescindible esfuerzo de adaptaci¨®n cultural en el m¨¢s amplio sentido de la palabra, a mi modo de ver tambi¨¦n desde el punto de vista ling¨¹¨ªstico. Ser¨¢ al final de este proceso, jam¨¢s a su inicio, el momento en que la atribuci¨®n de plenos derechos a los inmigrantes adquirir¨¢ su pleno sentido. Alterar este proceso, que es por definici¨®n gradual, es tan perjudicial para la comunidad acogedora como para el inmigrante. Y quien diga lo contrario o bien miente, o bien desconoce la compleja realidad de muchos de nuestros barrios.
El debate sobre la concesi¨®n del derecho de voto a los inmigrantes en las elecciones municipales lo abrieron de manera partidista ICV y el PSC, por cierto, con una curiosa aparici¨®n del entonces alcalde Clos defendi¨¦ndolo de forma entusiasta en los Telenot¨ªcies de TV-3. Precisamente este debate lo intent¨® cortar de cuajo Montilla con un argumento que puede calificarse de todo, salvo de progresista: que nadie se alarme porque los magreb¨ªes no van a tener derecho de voto... Por cierto, no he o¨ªdo ning¨²n comentario cr¨ªtico al respeto ni del consejero Saura, ni siquiera del diputado socialista Mohamed Chaib.
Desde CiU simplemente nos hemos limitado a denunciar el uso irresponsable y partidista que el progresismo instalado hace de un tema tan sensible como ¨¦ste, bajo riesgo (por lo visto real) de ser acusados de ultraderechistas xen¨®fobos. All¨¢ cada cual con su conciencia y all¨¢ cada cual con su coherencia. Nosotros exhibimos la nuestra desde hace muchos a?os: defendemos a las personas y defendemos nuestra comunidad nacional, aspectos que a nuestro parecer no son en absoluto contradictorios, siempre que exista mesura y gradualismo. Mesura porque, en tanto que naci¨®n sin Estado, tenemos una capacidad de acogida limitada, y gradualismo porque la acogida es, por definici¨®n, un proceso. Mesura y gradualismo por el bien de todas las partes: de las personas (todas) y de la comunidad nacional que, simplemente, quiere ejercer su leg¨ªtimo derecho a perdurar.
Ramon Espadaler Parcerisas es presidente del Consejo Nacional de Uni¨®. ramon.espadaler@parlament.cat
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