Deseo de Luna
El domingo pasado estuvo en El p¨²blico de Canal 2 Andaluc¨ªa Antonio Mu?oz Molina, hablando de su ¨²ltimo libro, El viento de la Luna. El programa ha consolidado un formato que se mantiene intacto, y eso lo deja al abrigo de la compulsiva necesidad del medio de inventar todos los d¨ªas novedades que envejecen de inmediato. La conversaci¨®n con el escritor fue lo suficientemente larga como para permitir una lectura de mayor calado, pero gir¨® casi exclusivamente sobre la contraposici¨®n m¨¢s obvia con la que Antonio Mu?oz ha jugado al construir su libro.
As¨ª, se insisti¨® mucho, quiz¨¢s porque el autor estaba all¨ª delante, en la circunstancia de que alguien que en 1969 viv¨ªa en una indigencia material tan sorprendente haya llegado hasta hoy siendo lo que es: no s¨®lo un escritor de ¨¦xito merecido y reconocido, sino sobre todo alguien que, con toda una generaci¨®n, ha logrado escapar del espesor material y cultural de la sociedad que conoci¨® en su primera adolescencia y alcanzar la vida en un pa¨ªs democr¨¢tico en el que, como Mu?oz repiti¨® m¨¢s de una vez, ser¨ªa imperdonable reivindicar la nostalgia. Y claro que el libro trata de eso: un cr¨ªo en la sombr¨ªa M¨¢gina sigue a escondidas el viaje hacia la luna, porque ¨¦l mismo es puro deseo de Luna. ?No se pod¨ªa haber ido m¨¢s all¨¢? Porque la tierra del libro no es, en muchos sentidos, menos dura que la que encontramos hoy, en esta democracia m¨¢s o menos luminosa, si damos dos pasos por el borde de las ciudades, por el deshabitado mundo rural, o por la fantas¨ªa descabezada de tanto joven incapaz de aspirar a poco m¨¢s que otra dosis de algo, lo que sea. Y la Luna ha sido sustituida por una mercader¨ªa de mundos paranormales que en televisi¨®n venden bien (ya los tenemos en La Nuestra, por cierto).
En El viento de la Luna, sobre todo si se lee como la prehistoria del protagonista de El jinete polaco, se pueden encontrar referencias m¨¢s que suficientes a lo que yo echaba de menos en el coloquio. Aunque la gran ausencia, para m¨ª, fue la de Italo Calvino, que en la primera de sus conferencias americanas, sobre la levedad, dej¨® abierta de manera deslumbrante la exploraci¨®n literaria de la luna. Calvino habla de Cyrano, Leopardi y otros muchos, todos ellos autores de una escritura suspendida entre la tierra y el deseo de Luna. Y as¨ª es: la levedad de la luna suspendida en el firmamento es la proyecci¨®n perfecta de la necesidad imperiosa de sustraerse a la fuerza de la gravedad de la vida en la tierra, y el ir y venir del texto de esta novela entre M¨¢gina y la Luna tambi¨¦n es una r¨¦plica de aquel viaje enloquecido de M¨¹nchausen montado en su bala de ca?¨®n, camino de la suspensi¨®n, la levedad, la calma. Otra cosa es el final, que no puede ser sino el asentamiento en la tierra. Exactamente, en la tierra de nuestros padres.
Que ahora, por cierto, parece pesar m¨¢s que nunca: es nada menos que una naci¨®n. ?Habr¨¢ que cargar con esto? En la literatura oral el viaje del h¨¦roe hacia la luna expresa la tensi¨®n entre la levitaci¨®n deseada (el cosmopolitismo ilustrado y republicano) y la privaci¨®n padecida (el peso de los v¨ªnculos inventados desde los textos legales). Me parece que el libro habla (tambi¨¦n) de estas cosas. Por eso lo digo.
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