Historia del oc¨¦ano
Cuatro mil quinientos a?os de literatura escrita en decenas de lenguas, y en un espacio geogr¨¢fico que va desde los Himalayas hasta el ?ndico, no se dejan resumir bien. O s¨ª: si hacemos nuestra la desconfianza tradicional de la India por la Historia, al fin y al cabo una empleada menor al servicio del Tiempo, el cual a su vez es un sirviente arrogante pero tambi¨¦n de bajo rango a las ¨®rdenes de la Eternidad, esos cuatro mil quinientos a?os no son agua pasada sino el siempre cristalino y fresco del que uno bebe cuando se asoma a cualquiera de las obras que esa literatura ha producido y produce. En todas y cada una de ellas, desde los himnos v¨¦dicos hasta el poema todav¨ªa in¨¦dito de un joven, pongamos, del Estado de Kerala, lo que importa no es qu¨¦ lugar ocupe en el tablero de los siglos, con sus circunstancias sociales y personales presionando sobre el estilo y los temas, sino en qu¨¦ medida refleja ese siempre, que es como decir: hasta qu¨¦ punto nace desde el interior de un mito -da igual qu¨¦ mito sea porque en ¨²ltima instancia todos hablan de lo mismo- y convierte en mito todo lo que se roza con ella. Eso es lo que le da una misteriosa y evidente unidad a estos cientos de miles de textos m¨¢s all¨¢ de la tensi¨®n entre lenguas y m¨¢s ac¨¢ de los conflictos pol¨ªticos, religiosos y econ¨®micos. Ver esa unidad o no verla no es cuesti¨®n de m¨¦todo sino de talante: el que se enfrente a ella, a esta literatura oce¨¢nica, desde la historiograf¨ªa, la cr¨ªtica o la ideolog¨ªa estar¨¢ entendi¨¦ndola a medias e incluso no entendi¨¦ndola en absoluto, estar¨¢ ley¨¦ndola desde fuera, desde lejos, desde las palabras que la envuelven como un papel de colores, no desde el regalo que vive agazapado dentro. Por eso, ver esa unidad es ¨²til para no ahogarse en esta catarata rugiente de cuentos, leyendas, prescripciones rituales, conjuros, sistemas filos¨®ficos, religiones, poemas, ciclos narrativos, mentalidades, personalidades ejemplares, ap¨®logos, gram¨¢ticas, diccionarios, que, bien mirados, no son m¨¢s que trajes que se prueba la Eternidad, el siempre jugando al escondite en las p¨¢ginas del ¨²nico Libro del Mundo.
La colonizaci¨®n inglesa produjo un doble efecto de fascinaci¨®n y repudio
Las historias al uso de esta lite-
ratura, que estiran y estiran esta masa hasta convertirla en una l¨ªnea recta, forman parte, sin saberlo, del juego. Hojeen cualquiera de ellas y se dar¨¢n cuenta: contradicciones en las fechas -de miles de a?os cuando se trata de periodos, de cientos cuando se refieren a escritores o hechos concretos-, en las causas que provocan los cambios, en los criterios para enjuiciar autores y movimientos, incluso en el orden de los acontecimientos. El paso de la oralidad a la escritura, la contaminaci¨®n mutua entre el hinduismo, el budismo y el jainismo, la invasi¨®n mogola y el empuje del islam como portador de una lengua y una cosmovisi¨®n poderosas, el despertar de las lenguas aut¨®ctonas frente a la monopolizaci¨®n que hasta entonces hab¨ªa hecho de la cultura el s¨¢nscrito -del cual fueron protagonistas los poetas devocionales, que las usaron para rescatar a los dioses del monopolio que hac¨ªan de ellos los brahmanes y ponerlos al alcance de las clases desfavorecidas-, la colonizaci¨®n inglesa con su idioma y costumbres de vocaci¨®n hegem¨®nica y el doble efecto contrapuesto de fascinaci¨®n y repudio que produjo -el conocimiento de los grandes novelistas y poetas occidentales, el surgimiento de la narrativa de protesta y de la poes¨ªa social y vanguardista asociada a los nuevos grupos de resistencia intelectual y pol¨ªtica, la reivindicaci¨®n de un esp¨ªritu propio m¨¢s all¨¢ del asignado al pa¨ªs por el orientalismo reductor y tendencioso del Imperio-, los distintos episodios de la lucha por la independencia, desde el sangriento mot¨ªn de los cipayos de 1857 hasta la aparici¨®n fulgurante y tutelar de Gandhi, que por fin se alcanzara a mediados del siglo XX, los efectos de la partici¨®n en dos pa¨ªses distintos, India y Pakist¨¢n, que luego fueron tres cuando Bangladesh se separ¨® por la fuerza del segundo: hitos que, seg¨²n qui¨¦n los baraje y para qu¨¦, arrojar¨¢n luces y sombras sobre aspectos puntuales de una literatura que es m¨¢s que sus historias, que su Historia, porque tampoco es cada uno de sus lectores por separado sino el lector ideal que forman todos sus lectores pasados, presentes y futuros.
Un oc¨¦ano de historias (o mejor,
la historia del oc¨¦ano) el de la India que ha producido las epopeyas m¨¢s voluminosas pero tambi¨¦n innumerables pensamientos y versos, breves como una gota de agua, tocados por la gracia. Y a la vez con un enorme grado de sofisticaci¨®n ret¨®rica -una obra del siglo VII completa un cap¨ªtulo sin usar ninguna consonante labial, p, ph, b, bh y m, porque se supone que los protagonistas, despu¨¦s de una ardiente noche de amor, ten¨ªan los labios hinchados y doloridos- y una simplicidad natural, de identificaci¨®n con los r¨ªos, las selvas, los seres vivos y las monta?as, purificadora. Sumergirse en ¨¦l, desde cualquiera de sus m¨²ltiples orillas y por la raz¨®n que sea, es uno de los placeres m¨¢s altos posibles para la sensibilidad y la inteligencia, y un acto de honda humanidad.
Jes¨²s Aguado es autor de La astucia del vac¨ªo. Cuadernos de Benar¨¦s (Narila) y de varias antolog¨ªas de poes¨ªa india. En 1990 obtuvo el Premio de Poes¨ªa Hiperi¨®n con el libro Los amores imposibles.
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