Adi¨®s mi Espa?a preciosa
NO S?LO tengo problemas fuera. Lo de fuera, cr¨¦ame, es una an¨¦cdota. Dentro, lo que es de puertas para adentro, tengo un frente abierto. Mi familia no soporta que, de vez en cuando, siguiendo la estela de tantos intelectuales progresistas occidentales, haga un art¨ªculo contra la familia. A mi familia esos comentarios ni en broma. No te lo dicen directamente, pero te hacen el vac¨ªo, quedan para comer todos los hermanos y a ti no te avisan, cosas de ese tipo. Finalmente te sientes presionada, quieres ser admitida de nuevo en el grupo, y acabas escribiendo, no ya un art¨ªculo, ?un manifiesto a favor de la familia! Recuerdo un art¨ªculo estremecedor que escrib¨ª hace un a?o en Nueva York, esa ciudad que para m¨ª es como una granja de desintoxicaci¨®n (me baja el nivel de Espa?a en las venas), en el que narraba, con notable gracejo, c¨®mo un d¨ªa sinti¨¦ndome sola como una perrilla en la Gran Patata me fui a un centro de masajes y me somet¨ª a los amasamientos de un indio. El art¨ªculo, como todo lo que escribo, ten¨ªa su moraleja. Trataba de la maravilla de vivir fuera; de las virtudes de un cari?o (el del masajista indio) en donde la contraprestaci¨®n est¨¢ clara, no como con la familia, con los que siempre tienes sentimientos de culpa. El cari?o que se paga, acababa yo diciendo esclarecedoramente, tiene sus ventajas, la primera y fundamental: "No tienes que soportar a la familia". A m¨ª (concretamente) esta ¨²ltima frase me pareci¨® gracios¨ªsima. A mi familia, no. La frase sali¨® publicada un domingo y yo estuve junto al tel¨¦fono toda una semana, sintiendo su reproche silencioso. Y dado que uno escribe para que le quieran, desde entonces firmo manifiestos a favor de la instituci¨®n m¨¢s antigua del mundo, y, aunque me gustar¨ªa, como hacen todos, escribir un art¨ªculo echando abajo los valores familiares, me reprimo y escribo una columna como ¨¦sta, que m¨¢s que una columna es un templo a favor de la familia y que est¨¢ dedicado, desde aqu¨ª lo digo, a mi familia: 'A mi familia, que me vio nacer'.
El americano es ese ser que siempre que habla en p¨²blico hace un canto a los valores familiares y que luego est¨¢ deseando que el ni?o cumpla diecis¨¦is a?os para largarlo al college y convertir su habitaci¨®n en esa salita de televisi¨®n con la que siempre so?¨®. El americano es ese ser que ve a sus padres s¨®lo un d¨ªa al a?o (o ninguno), pero cuando los padres mueren va al terapeuta para ver d¨®nde estuvo el error, sin caer en la cuenta de que no es un error, ?es una costumbre! Es una tradici¨®n librarse de los padres y de los hijos. La revista Vanity Fair vive de ofrecer documentad¨ªsimos reportajes sobre lo desgraciada que fue la infancia de los artistas; la literatura americana se nutre precisamente de eso, del desarraigo y la soledad. El espa?ol (o como se llame) es ese ser que abomina de su familia en cuanto puede, que se desahoga con los amigos, con los compa?eros de trabajo, y que si tiene una columna en un peri¨®dico, al menos una vez al a?o (por Navidad), echa pestes de dicha instituci¨®n. Pero eso s¨ª, es capaz de matar si alguien se mete con su madre, asiste como cordero degollado a las mil comilonas familiares, tiene en cuenta las ventajas de vivir cerca del clan, compensa las faltas del sistema econ¨®mico con la ayuda familiar, mantiene a los hijos que cobran sueldos basura, cuida de los padres enfermos, soporta con paciencia infinita la impertinencia de sus mayores y es esclavo de sus ni?os. Las abuelas cuidan a los nietos; las hijas, de los padres; los maridos, de las suegras. Hace un tiempo que hablamos de la nueva familia, lo cual nos hace sentirnos francamente innovadores, pero en el fondo damos un rodeo para llegar a lo mismo. Qu¨¦ m¨¢s da que el chico en vez de novia se eche novio, qu¨¦ m¨¢s da que el ni?o biol¨®gico sea adoptado: la suegra siempre ser¨¢ la suegra, la abuela siempre la abuela. Lo nuestro es estar amontonados. Aquellos que hablaron del fin de los valores familiares, del final de la madre castrante y del padre autoritario, no dec¨ªan la verdad. Cambiar¨¢n los g¨¦neros y los detalles, pero no nuestra tendencia al amontonamiento. Ah, y otra cosa, cuando lean esos art¨ªculos que de vez en cuando les regalamos los columnistas de absoluto rechazo a lo familiar, no se los crean, forma parte del ritual, es el ¨²ltimo coletazo que nos queda de una juventud que mi generaci¨®n se resigna a perder. Ese mismo/a columnista/a que apuesta en p¨²blico por el fin de esta pestilente instituci¨®n es el mismo o la misma al que se le cae la baba con sus hijos, el mismo que si puede los colocar¨¢ en su misma empresa o los recomendar¨¢, el mismo o la misma que estar¨¢ en las funciones escolares y en esas fiestas de graduaci¨®n que les hemos copiado a los americanos a los que tanto odiamos, el mismo o la misma que cuidar¨¢ a la madre cuando se le vaya la cabeza. Quede bien claro, tras esta speech conservador, que el art¨ªculo que a m¨ª me gustar¨ªa escribir ser¨ªa el otro, el de echar pestes, para sentirme una m¨¢s. Pero les deb¨ªa estas emotivas palabras a mi familia, que me est¨¢ escuchando y que tanto se enfad¨® conmigo cuando se me ocurri¨® contar lo feliz que era yo viviendo lejos. Adem¨¢s, qu¨¦ caramba, estoy sentimental. Suele pasar cuando est¨¢s a punto de irte. Debe ser lo que yo llamo el s¨ªndrome de Estocolmo. Por cierto, que el otro d¨ªa unos que gritaban en la calle me mandaban a ?frica. L¨¢stima que ya me hubiera sacado el billete para Am¨¦rica, adonde ya me voy, me voy, cantando aquella copla que se me pone en los labios en cuanto piso la T4: "Adi¨®s mi Espa?a preciosa". Ser¨¦ imb¨¦cil.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.