Violencia
En cualquiera de las tres grandes religiones del Libro, con que haya un solo extremista violento por cada diez mil fieles pac¨ªficos ya se puede formar un ejercito con decenas de miles de fan¨¢ticos. Tres dioses monote¨ªstas, a cu¨¢l m¨¢s celoso e individualista, se disputan hoy la hegemon¨ªa del espacio celestial. Dos de ellos, el Yahv¨¦ de los hebreos y el Dios de los cristianos, est¨¢n armados hasta los dientes y los seguidores m¨¢s exaltados de Al¨¢ tienen ya a su alcance un nivel de armamento suficiente para conmover nuestros cimientos e imponer el equilibrio del terror, de modo que por miedo a aniquilarse en nombre del Dios respectivo se puede llegar a la alianza de civilizaciones. Envuelta en el hojaldre del amor al pr¨®jimo la violencia es un elemento consustancial en cualquier religi¨®n monote¨ªsta. La ferocidad de Yahv¨¦ sembr¨® de cad¨¢veres el Antiguo Testamento. Mois¨¦s baj¨® del Sina¨ª con el quinto mandamiento, que prohib¨ªa matar, reci¨¦n esculpido en las tablas de la ley, pero el propio Yahv¨¦ fue el primero en olvidar su precepto y mand¨® exterminar a miles de id¨®latras que adoraban el becerro de oro al pie del monte. El cristianismo se expandi¨® a caballo del Imperio Romano a punta de lanza y la Iglesia cat¨®lica impuso finalmente el evangelio a sangre y fuego. Despu¨¦s no hubo un gramo de ciencia y de raz¨®n que no le fuera arrancado tenazmente desafiando toda clase de anatemas, torturas, mazmorras y hogueras. Los fan¨¢ticos isl¨¢micos pueden haber sido igual de violentos, pero su cultura, lo mismo que la hebrea y la cristiana, tambi¨¦n ha alcanzado cimas muy altas de espiritualidad y belleza. Benedicto XVI es un te¨®logo muy sutil, experto en hacer encaje de bolillos con las palabras, aunque esta vez se le ha corrido el punto de ganchillo teol¨®gico y ha hecho estallar la violencia est¨¢tica. La historia de las religiones est¨¢ llena de ejemplos en que una sola palabra ha engendrado herej¨ªas sanguinarias y por una conjunci¨®n copulativa en el Credo han sido pasadas a cuchillo ciudades enteras. La Iglesia ha tardado siglos en pedir perd¨®n por haber condenado a Galileo y por haber llamado deicidas a los jud¨ªos. En cambio al d¨ªa siguiente de haber cometido un desliz en Ratisbona con una cita medieval contra la violencia isl¨¢mica, Benedicto XVI se ha apresurado a pedir excusas desde todos los balcones del Vaticano. Se trata s¨®lo de miedo, del equilibrio del terror. Tal como est¨¢n las cosas, te vas de la lengua, y cualquier fan¨¢tico te echa abajo San Pedro de Roma.
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