Aventuras, quimeras y quebraduras
Aunque gracias a una ya c¨¦lebre clase magistral del Papa Benedicto XVI ante el claustro de la Universidad de Ratisbona haya sido Manuel II, el miembro muy remoto en el tiempo de la milenaria familia Paleologos -o Paleologue en su versi¨®n moderna y fundamentalmente francesa- que ha retornado a la fama, las noticias que nos llegan ¨²ltimamente de casi todas las regiones de Europa deber¨ªan hacernos evocar m¨¢s a un descendiente suyo, mucho m¨¢s pr¨®ximo a nosotros y si no tan poderoso si muy c¨¦lebre y desde luego perspicaz, que fue Monsieur Maurice Paleologue, ¨²ltimo embajador de Francia ante la corte de Nicolas II en San Peterburgo. Lleg¨® don Mauricio a Rusia antes del ultim¨¢tum de Austria-Hungr¨ªa a Serbia y la abandon¨® en plena revoluci¨®n le habr¨ªan resultado tan familiares.
No estamos -salvo improbable alianza triunfal muy chusca entre Lukashenko, Madrazo y Llamazares- ante una nueva revoluci¨®n de octubre ni tendremos una Gran Guerra como la que se fraguaba en aquel verano de 1914 en que llega este lucid¨ªsimo diplom¨¢tico a la corte Romanov. Pero s¨ª se perciben s¨ªntomas de disoluci¨®n de grandes proyectos de equilibrio, una diversificaci¨®n general de voluntades y una continua acumulaci¨®n de s¨ªntomas de conflicto en todo el continente como los que Maurice Paleologue describe magistralmente en las memorias de su paso por la corte imperial rusa. Tiempos de zozobra con el oeste siempre indefinido frente a la brutal definici¨®n oriental.
En el oeste del continente nos encontramos unas democracias en las que la prosperidad y la seguridad alcanzada y base de su paz social y estabilidad pol¨ªtica desde la II Guerra Mundial generan por s¨ª mismas las mayores amenazas para su mantenimiento. Generan en su seno un caudal cada vez mayor de desafecci¨®n mientras atraen a un flujo interminable de fuerzas externas que muy leg¨ªtimamente buscan gozar de los beneficios que ofrece pero en gran parte ignoran cuando no desprecian o combaten las bases mismas del contrato social en el que se basa el funcionamiento de la sociedad libre y pr¨®spera. Cuando el ¨¦xito de la construcci¨®n europea exig¨ªa el salto hacia la irreversibilidad de la unidad en el continente, retornan miedos pasados, surgen otros y parad¨®jicamente se extiende una indolencia que ignora los problemas y parece pretender darlos en herencia a generaciones futuras.
En el este del continente se fraguan mientras conflictos mucho m¨¢s puntuales. All¨ª surgi¨® la tragedia entonces, porque nadie sabe si se habr¨ªan dado Verdun o Somme si no hubiera habido magnicidio en Sarajevo ni ultim¨¢tum de Viena a Belgrado, ni alianza de Rusia con Serbia. En todo caso, con toda Europa occidental ahora metida en varias intervenciones militares, unas m¨¢s lejanas que otras, y el tradicional gran aliado norteamericano paralizado por sus deberes y errores en otros tantos escenarios b¨¦licos, se perfilan nuevos altercados en el este del continente.
Serbia no ir¨¢ a la guerra aunque reclame de nuevo Kosovo. De momento. Pero m¨¢s seria puede ser pronto la escalada de la tensi¨®n entre Rusia y Georgia ante el apetito insaciable de hegemon¨ªa del Kremlin de Vladimir Putin en el C¨¢ucaso y la deriva nacionalista georgiana tan alimentada por los oleoductos y gasoductos como a sus mitos y leyendas. Con el ingreso de Rumania y Bulgaria, la UE ya tiene costa en el Mar negro y dos miembros que aumentar¨¢n la inestabilidad interna, la percepci¨®n de inseguridad y mayor malestar. En muchos pa¨ªses crujen ya las traviesas del Estado de derecho, con el descalabro de las opciones pol¨ªticas democr¨¢ticas y retornos aventureros al experimento social. Mientras los estados paralelos de la delincuencia, las bandas armadas y los guetos ¨¦tnicos y religiosos surgen en este y oeste, se organizan y arman. Maurice Paleologue nos habr¨ªa observado con tanto inter¨¦s nuestra apertura europea del siglo XXI como si del suyo propio se tratara.
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