La izquierda y la 'yihad'
En los ¨²ltimos a?os, y especialmente desde que Estados Unidos invadi¨® Irak, en marzo de 2003, se han visto en todo el mundo se?ales de una convergencia creciente entre las fuerzas de la militancia islamista y la izquierda antiimperialista. Aparte de una simpat¨ªa muy extendida -aunque normalmente no expresada- hacia los atentados del 11-S, justificada porque "los americanos se lo merec¨ªan", desde 2003 hemos visto una coincidencia expl¨ªcita de pol¨ªticas y un s¨®lido apoyo a la "resistencia" iraqu¨ª -en la que hay fuertes elementos islamistas- y, m¨¢s recientemente y de forma todav¨ªa m¨¢s expl¨ªcita, al Hezbol¨¢ liban¨¦s. Hace poco, unos manifestantes radicales vascos marcharon precedidos por un militante que ondeaba una bandera de Hezbol¨¢. Adem¨¢s, como la mayor¨ªa de los que se opusieron a la invasi¨®n de Irak en 2003 tambi¨¦n se hab¨ªan opuesto a la invasi¨®n de Afganist¨¢n en 2001, existe asimismo, reconocida o no, una actitud de apoyo a los grupos armados antioccidentales, es decir, talibanes, que est¨¢n actuando en dicho pa¨ªs.
Al mismo tiempo, algunos pol¨ªticos de extrema izquierda en Europa han tratado de hacer causa com¨²n con representantes de los partidos islamistas en temas relacionados con el antiimperialismo y la exclusi¨®n social en Occidente. Un ejemplo es la acogida dada por la izquierda brit¨¢nica -incluido el alcalde de Londres- al l¨ªder de los Hermanos Musulmanes, el jeque Yusuf al Qaradaui. Y m¨¢s importantes a¨²n que el apoyo a los grupos guerrilleros islamistas, por supuesto, son las alianzas entre Estados: Ir¨¢n cuenta cada vez m¨¢s con el apoyo de Venezuela. Ch¨¢vez ha ido a Teher¨¢n un m¨ªnimo de cinco veces. Nos encontramos, quiz¨¢ de manera incipiente, ante un nuevo frente unido internacional.
Lo cierto es que este asunto de la relaci¨®n entre la izquierda radical y el islam pol¨ªtico tiene una larga historia que deber¨ªa hacer reflexionar a quienes tratan hoy de formar una alianza, aunque sea "t¨¢ctica", con los movimientos y Estados islamistas. Ya lo intentaron los primeros bolcheviques: ante el bloqueo de la revoluci¨®n proletaria en Europa despu¨¦s de 1917, volvieron la mirada hacia las fuerzas antiimperialistas y, a veces, isl¨¢micas que actuaban en aquella ¨¦poca en Asia. El primer pa¨ªs del mundo que reconoci¨® la Revoluci¨®n Bolchevique fue el reino de Afganist¨¢n, en pleno conflicto con los brit¨¢nicos. Desde aquel momento, Lenin recomend¨® que la Rusia sovi¨¦tica prestara siempre "especial atenci¨®n" a las necesidades del pueblo afgano, un consejo que iba a tener consecuencias ir¨®nicas pero hist¨®ricas en 1979. Incluso en los a?os posteriores a 1945, los estrategas sovi¨¦ticos intentaron hallar un contenido "democr¨¢tico nacional" en el islam e interpretar su ¨¦nfasis en la igualdad, la caridad, el reparto de la propiedad y, no menos importante, la lucha -es decir, la yihad-, como formas primitivas de comunismo. Aunque en Mosc¨² algunos orientalistas describ¨ªan al profeta Mahoma como un agente del capitalismo comercial, otros autores marxistas, sobre todo el especialista franc¨¦s Maxime Rodinson, trazaron una imagen m¨¢s positiva, si bien este ¨²ltimo reconoci¨® posteriormente que su admiraci¨®n por Mahoma derivaba, en parte, de las similitudes que ve¨ªa entre ¨¦l y Stalin.
Sin embargo, esta simpat¨ªa y esta b¨²squeda de alianzas t¨¢cticas quedaron eclipsadas durante mucho tiempo por otra tendencia, la del enfrentamiento y la lucha entre el comunismo y el socialismo, por un lado, y el islamismo organizado por otro. En los a?os veinte y treinta, los bolcheviques se encontraron con una inmensa oposici¨®n religiosa y tribal en Asia Central y trataron de destruir las bases sociales de la religi¨®n organizada, fundamentalmente mediante la emancipaci¨®n de las mujeres, a las que, en aquel contexto social, ve¨ªan como un suced¨¢neo de proletariado. Como presagio de la guerra fr¨ªa, la insurrecci¨®n nacional en Espa?a, que acababa de vivir sus guerras coloniales en Marruecos, reclut¨® a decenas de miles de soldados ¨¢rabes para la Guerra Civil, con el argumento de que el catolicismo y el islam recib¨ªan el mismo trato por parte de las fuerzas imp¨ªas de la Rep¨²blica.
A partir de los a?os cincuenta y sesenta, la situaci¨®n empez¨® claramente a cambiar. En el mundo ¨¢rabe, frente al ascenso del nacionalismo laico -sobre todo el "nacionalismo ¨¢rabe" de Egipto-, Occidente y varios Estados conservadores como Arabia Saud¨ª recurrieron a la religi¨®n, denunciaron el comunismo como un invento de los jud¨ªos y criticaron el socialismo por promover el ate¨ªsmo y la lucha de clases. En 1965, Arabia Saud¨ª cre¨® su propia organizaci¨®n internacional en contra de los socialistas, la Liga Isl¨¢mica Mundial, a trav¨¦s de la cual financiaba y guiaba a grupos de todo el mundo; la Liga sigue en activo, sobre todo entre los inmigrantes musulmanes en Europa occidental, y mantiene -cosa tal vez sintom¨¢tica- un gran edificio en el centro de Bruselas. En Egipto, el enfrentamiento entre los Hermanos Musulmanes y el r¨¦gimen nasserista fue en aumento, y su l¨ªder, Sayyid Qutb -posteriormente, la inspiraci¨®n intelectual de Osama Bin Laden-, muri¨® ejecutado en 1966.
Varios pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo utilizaron la oposici¨®n creciente entre la izquierda laica y las fuerzas islamistas en el contexto de la guerra fr¨ªa. Por ejemplo, en Turqu¨ªa, el ej¨¦rcito promovi¨® a grupos islamistas contra la extrema izquierda en los a?os setenta. En Siria, los opositores al r¨¦gimen baazista fomentaron un levantamiento de los Hermanos Musulmanes en 1982. Incluso en Israel, en los a?os setenta, las autorida-
des de ocupaci¨®n, decididas a debilitar las instituciones laicas de Al Fatah, permitieron que varios grupos islamistas, que m¨¢s tarde se convirtieron en Ham¨¢s, abrieran centros educativos y universidades y recibieran fondos de la Liga Isl¨¢mica Mundial.
Esta movilizaci¨®n del islam contra la izquierda result¨® evidente, sobre todo, en tres pa¨ªses. En Sud¨¢n, la llegada al poder en 1989 del Frente Isl¨¢mico Nacional -una rama alejada de los Hermanos Musulmanes- represent¨® el recurso generalizado a la c¨¢rcel, la tortura y la ejecuci¨®n contra los opositores laicos y de izquierdas. El FIN segu¨ªa el modelo de partido leninista y pretend¨ªa, adem¨¢s de aplastar a los comunistas en Sud¨¢n, llevar a cabo la pol¨ªtica revolucionaria de exportar su modelo a Egipto, T¨²nez, Argelia y Eritrea, entre otros lugares. En esta tarea cont¨® con la ayuda, entre 1990 y 1996, de un distinguido hu¨¦sped internacionalista, Osama Bin Laden. A¨²n mayor fue la represi¨®n en Indonesia en 1965, cuando el ej¨¦rcito se volvi¨® en contra del Partido Comunista, en aquel entonces el m¨¢s numeroso fuera de los pa¨ªses comunistas. Los grupos islamistas unieron sus fuerzas a las del ej¨¦rcito y otros grupos interesados en arreglar cuentas locales y, en una serie de matanzas cometidas en Java y otras islas, asesinaron a un mill¨®n de personas.
La alianza m¨¢s espectacular y con m¨¢s consecuencias entre Occidente y el islamismo fue, claro est¨¢, la que se produjo en Afganist¨¢n. En la mayor operaci¨®n secreta llevada a cabo por la CIA, Estados Unidos, con ayuda de Arabia Saud¨ª y Pakist¨¢n, trabaj¨® a lo largo de los a?os ochenta para movilizar a las fuerzas islamistas en contra del Gobierno del Partido Democr¨¢tico Popular y las fuerzas sovi¨¦ticas que acudieron en su auxilio en diciembre de 1979. Fue en Afganist¨¢n donde Bin Laden organiz¨® su ej¨¦rcito de combatientes yihadistas procedentes de todo el mundo y donde elabor¨® la ideolog¨ªa de lucha internacional que cristaliz¨® el 11 de septiembre de 2001. No parece que a los que respaldaban a los islamistas afganos en los a?os ochenta les preocuparan las consecuencias posteriores de sus actos. Y, sin embargo, la guerra afgana fue al mundo del siglo XXI lo que la Guerra Civil espa?ola a la II Guerra Mundial, la cocina del diablo en la que se prepararon por primera vez todos los caldos que despu¨¦s envenenaron al mundo.
A esta historia de la yihad contra la izquierda, a lo largo de muchos decenios, hay que a?adir otra cosa m¨¢s, las enormes diferencias que deber¨ªan separar cualquier programa imaginable de la izquierda radical de los de los partidos islamistas. Los derechos de la mujer, el secularismo, la libertad de expresi¨®n, son temas en los que estas dos corrientes pol¨ªticas se oponen radicalmente. Como deber¨ªan oponerse en relaci¨®n con otro aspecto, que es la falta absoluta, en el programa islamista, de cualquier internacionalismo de inclusi¨®n; por el contrario, al mismo tiempo que hacen sus llamamientos a la umma, la comunidad de los musulmanes, los islamistas -tanto Al Qaeda como Hezbol¨¢- desprenden veneno y un chovinismo implacable respecto a los cristianos, los jud¨ªos e incluso los musulmanes que no sean de su misma secta. Seguramente, quienes desde la izquierda se al¨ªan hoy con los islamistas lo hacen remiti¨¦ndose a cierto concepto de falsa conciencia. Pero est¨¢ por ver qu¨¦ conciencia es la m¨¢s equivocada.
Fred Halliday es profesor de Relaciones Internacionales en la London School of Economics y en el Institut Barcelona d'Estudis Internacionals. Es autor de El islam y el mito del enfrentamiento (Bellaterra, 2005). Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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