Al f¨²tbol porque otros van a misa
"Los poderes p¨²blicos mantendr¨¢n las consiguientes relaciones de cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica y las dem¨¢s religiones", sostiene el art¨ªculo 16.3 de la Constituci¨®n. De esa redacci¨®n no se deriva compromiso alguno, pero el Gobierno de UCD lo adquiri¨® a fondo en el invierno de 1978 ante el Estado de la Santa Sede mientras se votaba en Espa?a la Constituci¨®n. El acuerdo sobre ense?anza, uno de los cinco firmados entonces en Roma por el ministro de Exteriores de la ¨¦poca, tiene rango de Tratado Internacional, es decir, una vez publicado en el BOE forma parte del ordenamiento interno a todos los efectos. Lo que se acord¨® entonces fue que la religi¨®n fuese de oferta obligatoria en las escuelas p¨²blicas "en condiciones equiparables a las dem¨¢s disciplinas fundamentales". Salvo denuncia de este tratado bilateral por una de las partes, debe cumplirse.
Es lo que han hecho los sucesivos Gobiernos socialistas, pese a votar el PSOE en contra de lo firmado en Roma por el Ejecutivo de Adolfo Su¨¢rez. Sosten¨ªa ese partido que la escuela p¨²blica no es el lugar apropiado para explicar una fe religiosa en un Estado constitucionalmente aconfesional
El conflicto se acrecent¨® cuando los obispos espa?oles, como representantes del Estado vaticano, exigieron que a la misma hora en que sus catec¨²menos aprenden catolicismo en un aula -por boca de docentes seleccionados por ellos, aunque contratados y pagados por el Estado-, los dem¨¢s alumnos deben acudir a otra clase para estudiar materias de alguna dificultad. Nada de irse a casa, ni al patio a jugar, porque, seg¨²n los prelados, eso vaciar¨ªa las aulas religiosas. Entonces, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez propuso como asignatura alternativa la ¨¦tica, pero el Tribunal Supremo sentenci¨® que esa opci¨®n discriminaba precisamente a los alumnos de religi¨®n
Los socialistas sostienen, por tanto, que el cumplimiento por el Estado del dudoso compromiso de habilitar en la escuela p¨²blica una clase de religi¨®n cat¨®lica no puede convertirse en una carga para los alumnos que no la reclamen, toda vez que es su opci¨®n personal -o la de sus padres- en ejercicio de un derecho. Se preguntan, gr¨¢ficamente: ?Le gustar¨ªa que le obligaran a ir al f¨²tbol porque otros van a misa?
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