Por el principio

Los griegos llamaban te¨®logos a los poetas que, como Homero, compusieron teogon¨ªas, explicaciones mitol¨®gicas de los or¨ªgenes de la humanidad. Por eso la teolog¨ªa es un lenguaje sin fin: un logos sobre theos en el que el pensador, como el poeta, se ve obligado, cada d¨ªa, a volver a empezar por el principio. Lo dice mejor Karl Barth, protestante, uno de los grandes te¨®logos del siglo XX: "El trabajo teol¨®gico se distingue de los otros porque aquel que quiere realizarlo no puede llegar a ¨¦l descansado, desde unas cuestiones ya solucionadas, desde unos resultados ya seguros". Esta posici¨®n hizo de la teolog¨ªa la emperatriz de las ciencias; y la contraria -el creer que todo est¨¢ dicho- produjo la arterioesclerosis y el largo apag¨®n en que se sumi¨® la Iglesia romana durante siglos, hasta el Vaticano II, el gran concilio de los te¨®logos.

En manos de, por ejemplo,

Juan de la Cruz o Teresa de ?vila, el lenguaje hace presente a quien sentimos ausente: "La soledad sonora", "la melod¨ªa silenciosa". En manos de los grandes te¨®logos del siglo pasado, la teolog¨ªa volvi¨® a ser tema de conversaci¨®n com¨²n. "Si lo conoces, no es Dios", proclam¨® san Agust¨ªn en su idea de la teolog¨ªa negativa, para negar que se pueda conocer a Dios. ?Cu¨¢nto des¨¢nimo!

No es el caso de este nuevo diccionario de teolog¨ªa. Subrayo lo de nuevo. En 1993, Trotta public¨® la obra colectiva Conceptos fundamentales del cristianismo, dirigida por Casiano Florist¨¢n y Juan Jos¨¦ Tamayo. Tuvo gran acogida y, agotada, los autores y la editorial pensaron en reeditarla o en redactar una nueva. Optaron por la segunda idea, en prueba de lo ya apuntado en boca de Karl Barth: la creatividad teol¨®gica. La de ahora, adem¨¢s, es una obra de estudio y consulta duradera, no coyuntural. S¨®lo ha conservado de la edici¨®n de 1993 algunos conceptos, si bien reelaborados: cuatro de Jon Sobrino y uno de Ignacio Ellacur¨ªa, el gran jesuita m¨¢rtir en El Salvador. El resto de los autores, 60 te¨®logos y te¨®logas espa?oles y latinoamericanos, hablan alto de la mayor¨ªa de edad que vive ahora la teolog¨ªa en castellano, una espl¨¦ndida edad de oro tras lo que Tamayo, el infatigable animador de este empe?o, llama "el largo sue?o dogm¨¢tico en que estuvo sumida durante tantos siglos".