El cazador
Pasaron los a?os. El ingreso en el bachillerato, el pantal¨®n largo, la universidad, el primer amor, el trabajo, la boda, los hijos, la muerte de un familiar, el ¨¦xito de la empresa y as¨ª sucesivamente hasta llegar a una edad en que el hombre volvi¨® la vista atr¨¢s para analizar las cosas que hab¨ªa vivido y comprob¨® que su biograf¨ªa no era sino una cr¨®nica de sucesos sujeta a una serie de fechas, que se hab¨ªan transformado en un collar de perro en torno a su garganta. Un d¨ªa supo que todo pod¨ªa cambiar. Hasta entonces su vida se hab¨ªa contado por a?os, pero hubo un momento en que los a?os abandonaron el calendario para convertirse s¨®lo en tiempo y su vida se abri¨® en varios brazos como un r¨ªo cuando discurre mansamente por una tierra muelle, sin accidentes, hasta dar en el mar. El tiempo no son los a?os, pens¨®. El tiempo es un estado de ¨¢nimo, una conciencia de las cosas, un arte de vivir y de cazar. Esos humedales, ligeramente putrefactos, del final de un r¨ªo son los m¨¢s fecundos de todo su curso y all¨ª se posan muchas aves azules, aunque tambien hay serpientes y caimanes en las ci¨¦nagas. El hombre se propuso erigir su vida en ese lugar entre la belleza y la muerte. Se sacudi¨® el dogal que le apretaba el cuello hasta convertirlo en un c¨ªrculo de hierro en torno a su persona donde a duras penas pod¨ªa entrar un idiota, un pelmazo, un predicador desga?itado, un pol¨ªtico imb¨¦cil o cualquier aguacil que se acercara dando ¨®rdenes perentorias. Para que los a?os se convirtieran s¨®lo en tiempo necesitaba un arco con algunas flechas y sentirse libre. El paisaje de la desembocadura de un r¨ªo lo forma siempre una l¨ªnea difusa de agua blanda cuya bruma absorbe la franja rosada del horizonte. As¨ª era tambi¨¦n su memoria y dentro de ella se posaban muchas aves en sus migraciones. Decidi¨® comenzar la cacer¨ªa con el arco sin ninguna ansiedad. Puesto que su calendario no ten¨ªa fechas, su vida era ya una aventura personal y tumbado a la sombra de un ¨¢rbol esper¨®. No ten¨ªa prisa. Finalmente tens¨® el arco y dispar¨® tres flechas hacia lo alto sin apuntar a ninguna pieza determinada. Despu¨¦s se baj¨® el ala del sombrero hasta las cejas y mordiendo una brizna sinti¨® que el tiempo discurr¨ªa como un r¨ªo por su conciencia y cuando el sol ya ca¨ªa, vi¨® que la primera flecha tra¨ªa engarzado un pato salvaje, otra hab¨ªa cazado una garza de labios pintados de rojo y la tercera bajaba una carta con una cita de amor para una fecha indefinida. El tiempo consiste en que eso pueda suceder sin que el coraz¨®n se altere, pens¨®.
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