"Era imposible que triunfara la revoluci¨®n en Espa?a"
La solvencia y el rigor fueron las caracter¨ªsticas esenciales de los 19 historiadores que, en 1986, reconstruyeron en la edici¨®n dominical de EL PA?S, cap¨ªtulo a cap¨ªtulo, las l¨ªneas maestras de la Guerra Civil. A todos ellos, de procedencias e ideolog¨ªas diferentes, los dirigi¨® el hispanista estadounidense Edward Malefakis (1933), entonces ya un prestigioso maestro en el pasado, no s¨®lo espa?ol, sino tambi¨¦n europeo. Aquella serie se convirti¨® en libro 10 a?os despu¨¦s -La guerra de Espa?a. 1936-1939 (Taurus)- y, ahora, la misma editorial publica una versi¨®n revisada y enriquecida: La Guerra Civil espa?ola.
Malefakis ha actualizado los tres cap¨ªtulos que escribi¨® en su d¨ªa y ha escrito otro, en el que incorpora los recientes conocimientos que se han ido produciendo sobre la contienda y da respuesta a las tesis revisionistas. La nueva versi¨®n incorpora dos trabajos: La econom¨ªa de la Guerra Civil, de Pablo Mart¨ªn Ace?a, y La Guerra Civil como guerra nacional, de Jos¨¦ ?lvarez Junco. Ambos figuran ahora junto a Hugh Thomas, Gabriel Jackson, Raymond Carr, Manuel Tu?¨®n de Lara, Santos Juli¨¢, Gabriel Cardona, Ram¨®n Salas Larraz¨¢bal, Javier Tusell, Juan Pablo Fusi, Julio Ar¨®stegui o Stanley G. Payne, entre otros de similar relevancia.
"Aza?a ten¨ªa que haber condenado con fuerza el asesinato de Calvo Sotelo. Franco todav¨ªa no hab¨ªa decidido incorporarse a la rebeli¨®n"
"Es incre¨ªble que Largo Caballero siguiera defendiendo la revoluci¨®n despu¨¦s del fracaso de octubre. Fue una irresponsabilidad"
Malefakis es un hombre apasionado y, a lo largo de la entrevista, subraya sus comentarios con un redoble de dedos o con un suave mamporrazo sobre la mesa. "Creo que un historiador debe ser cr¨ªtico, y m¨¢s a¨²n con aquellos sectores y personalidades por los que espont¨¢neamente siente simpat¨ªa". Esa m¨¢xima ha orientado su trabajo y es la que sigue motiv¨¢ndolo. "Quiero dejar muy claro que respeto el trabajo de los revisionistas, tienen todo el derecho a dar su versi¨®n y adem¨¢s son un acicate para volver a estudiar ese periodo y actualizar nuestros conocimientos. Lo que critico es que no analizan lo que pas¨®, los hechos, sino que hacen conjeturas sobre lo que podr¨ªa haber pasado, se limitan a hacer interpretaciones. Cuentan las cosas como si el comunismo hubiera podido imponerse. Pero, d¨ªgame, ?conoce muchos casos en los que la revoluci¨®n haya sido el resultado de un r¨¦gimen progresista? Cuatro o cinco, tal vez. ?No ha ocurrido, m¨¢s bien, que triunf¨® en sociedades con reg¨ªmenes autoritarios?".
Pregunta. ?C¨®mo era la Europa de aquellos a?os, el tel¨®n de fondo de la Guerra Civil espa?ola?
Respuesta. Los a?os treinta del pasado siglo fueron una de las d¨¦cadas m¨¢s conflictivas de la historia de Europa. M¨¢s conflictiva a¨²n que la ¨¦poca posterior a las guerras napole¨®nicas, que lo fue en grado sumo, y acaso un poco menos que la Europa de las guerras de religiones, pero ya se sabe que cuando se trata de religiones la gente enloquece. Fue el escenario del brutal enfrentamiento entre fascismo y nazismo contra comunismo. Los m¨¢s conservadores tem¨ªan que una revoluci¨®n terminara con la familia, la religi¨®n y la propiedad privada; los m¨¢s liberales, que llegaran las fuerzas autoritarias y acabaran con las libertades. No hubo lugar para la moderaci¨®n.
P. ?La Guerra Civil fue entonces inevitable?
R. No, para nada. Pudo haberse evitado y, a veces, creo que hubiera bastado un gesto en¨¦rgico. No entiendo por qu¨¦ Aza?a, cuando se produjo el asesinato de Calvo Sotelo (?s¨®lo unos d¨ªas antes del golpe!), no fue a la radio a hacer uno de sus grandes discursos que hubieran contribuido a enfriar los ¨¢nimos. Ten¨ªa que haber condenado con fuerza aquel crimen. Franco todav¨ªa no hab¨ªa decidido incorporarse a la rebeli¨®n y tampoco algunos de los que en Sevilla se decantaron finalmente por el golpe. Sin el aeropuerto de la ciudad andaluza no hubieran podido llegar las fuerzas marroqu¨ªes y, sin ¨¦stas, la Rep¨²blica hubiera resistido.
P. Los errores de los republicanos fueron entonces muy graves...
R. En el nuevo texto recuerdo el libro del destacado l¨ªder socialista Juan Sime¨®n Vidarte: Todos fuimos culpables. S¨ª, tambi¨¦n fueron culpables los republicanos, pero seguramente que en un grado diferente al de los militares rebeldes y los suyos. Insisto en la pasividad de Aza?a. Es incomprensible. Hab¨ªa sido el referente de la aventura republicana, el gran orador que explic¨® a las muchedumbres porqu¨¦ eran necesarios los cambios. Empieza la guerra y se hunde en el mayor de los silencios. ?Por qu¨¦ no fue ¨¦l a Ginebra, por qu¨¦ no explic¨® al Reino Unido lo que estaba pasando?
P. ?Qu¨¦ validez otorga a quienes se?alan la revoluci¨®n de Asturias de 1934 como el verdadero origen de la guerra?
R. Aquella revoluci¨®n se proyect¨® en 25 o 30 lugares y s¨®lo se produjo en uno de ellos, Asturias. Fue sofocada de inmediato por el Ej¨¦rcito en una acci¨®n digamos que de rutina, sin grandes despliegues ni excesivas bajas (unos 1.100 muertos). Es la mayor prueba de que era imposible que triunfara la revoluci¨®n en Espa?a. Para que pueda imponerse un cambio tan radical, la descomposici¨®n del Estado tiene que ser muy profunda. Es lo que ocurri¨® en la Rusia de 1917. Sal¨ªa de una guerra atroz de tres a?os con millones de bajas y sufr¨ªa el colapso de sus fuerzas militares y policiales, y tambi¨¦n civiles. Los bolcheviques eran, adem¨¢s, una fuerza decidida con un programa claro. Nada de eso pasaba en Espa?a.
P. Pero hubo algunos l¨ªderes que proclamaban la revoluci¨®n...
R. Es incre¨ªble que Largo Caballero siguiera defendiendo la revoluci¨®n despu¨¦s del fracaso de octubre. Sus provocaciones fueron una irresponsabilidad y contribuyeron a crear el ambiente propicio para que unos cuantos generales se levantaran con la excusa de salvar a Espa?a del comunismo.
P. La pol¨ªtica de Negr¨ªn fue diferente y se le critica por haber favorecido a los comunistas.
R. No tuvo m¨¢s remedio que resistir porque Franco se neg¨® a pactar, s¨®lo acept¨® una rendici¨®n incondicional. Los famosos 13 puntos de Negr¨ªn buscaban la reconciliaci¨®n. Luego intent¨® negociar sobre la base de que no hubiera represalias con los que se quedaran y que dejara salir a los que quisieran irse. Fue in¨²til. Poco despu¨¦s Franco hizo la ley de responsabilidades pol¨ªticas. Con la que hizo a todos culpables. De sus garras s¨®lo se salvaban las monjas que hubieran pasado la guerra en un convento y, acaso, alguna ama de casa que no hubiera franqueado su hogar.
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