La carta que quemaba las manos de Unamuno
A lo largo de los ¨²ltimos meses del a?o en que iba a morir, Miguel de Unamuno fue reuniendo ideas y apuntes de la realidad con vistas a un posible libro sobre la Guerra Civil que pensaba titular El resentimiento tr¨¢gico de la vida. En esas notas, escritas, dice Trapiello, con lenguaje expresionista, queda reflejada la desesperaci¨®n con que asiste a la degollina que se ha iniciado en julio de 1936. En una de sus ¨²ltimas anotaciones escribe: "El que una horda de locos energ¨²menos, de desesperados, mate a un n¨²mero de ricos sin raz¨®n ninguna, por bestialidad, no me parece tan grave como que unos se?oritos saquen a un profesor de su carta, con una orden militar, y le asesinen por suponerle... mas¨®n". El lapsus, carta por casa, tiene su explicaci¨®n. A comienzos del oto?o, la mujer del pastor protestante de Salamanca, Atilano Coc¨®, amigo de Unamuno, hab¨ªa enviado al escritor una carta inform¨¢ndole de la detenci¨®n de su marido bajo la acusaci¨®n de ser mas¨®n, lo que, dice ella, "en realidad lo es" como lo son la mayor¨ªa de los pastores en Inglaterra, al igual que el rey de ese pa¨ªs. La mujer ped¨ªa a Unamuno que se interesara por su amigo, pues tem¨ªa que pudiera pasarle algo. Lo que pas¨® entre la recepci¨®n de la carta y la redacci¨®n de las notas en que confundi¨® casa por carta fue que a Atilano Coc¨® lo fusilaron.
Su discurso en el paraninfo es un gesto de atrevimiento para decir no a quienes le halagaban
Pero eso a¨²n lo ignoraba Unamuno cuando, la ma?ana del 12 de octubre de hace 70 a?os y con la carta en el bolsillo sali¨® de su casa camino de la universidad para presidir el acto acad¨¦mico organizado por las nuevas autoridades con motivo del D¨ªa de la Raza. En el reverso del papel fue anotando algunas frases que le suger¨ªan los discursos que iban sucedi¨¦ndose. Luciano G. Ejido tuvo ocasi¨®n de conocer esas anotaciones cuando estaba escribiendo su emocionante Agonizar en Salamanca (Alianza, 1986). En otro libro excelente del muy unamuniano Jos¨¦ Miguel de Azaola (Unamuno y sus guerras civiles. Laga. 1996) se reproduce la hoja original con las anotaciones. Las frases que figuran son las siguientes: "guerra internacional civilizaci¨®n occidental cristiana"; "el rencor ciudadano"; "vencer y convencer"; "odio y no compasi¨®n"; "anti Espa?a?" (y no "arrib. Esp ?", como transcribe G. Ejido); "c¨®ncavo y convexo"; "descubrir un nuevo mundo"; "odio inteligencia, que es cr¨ªtica, que es examen", "imperialismo lengua"; "lucha unidad catalanes y vascos"; y "ni la mujer".
Casi todas esas frases, o las ideas que evocan, aparecen en las versiones que despu¨¦s de la guerra se publicaron del breve discurso de Unamuno que dio lugar al conocido enfrentamiento con el general Mill¨¢n Astray. En una carta a su amigo y paisano el escultor Quint¨ªn de la Torre, el propio Unamuno resum¨ªa as¨ª su intervenci¨®n: "Dije toda la verdad, que el vencer no es convencer ni conquistar es convertir, y que no se oyen sino voces de odio y ninguna de compasi¨®n". La mayor¨ªa de las anotaciones de la carta tienen que ver con el discurso de Francisco Maldonado, el m¨¢s doctrinario de los que se pronunciaron aquella ma?ana y que inclu¨ªa elucubraciones estramb¨®ticas sobre el imperialismo de vascos y catalanes, que formar¨ªan con Madrid el tri¨¢ngulo de la Anti Espa?a, a la que se hab¨ªa opuesto la "Espa?a de la tradici¨®n occidental y de los valores perennes": otra forma de referirse al concepto de "defensa de la civilizaci¨®n occidental cristiana", acu?ado por Unamuno y pronto incorporado por los franquistas, y el propio Franco, al discurso de justificaci¨®n del Alzamiento.
Ya en febrero de aquel a?o hab¨ªa confesado Unamuno al corresponsal de El Sol en Londres, Luis Calvo, su extra?eza al escuchar a los j¨®venes "cosas que dicen haber recibido de m¨ª y que no reconozco". Tal vez pensaba en supuestos disc¨ªpulos como el falangista Ernesto Jim¨¦nez Caballero, que finalizaba un art¨ªculo titulado Frente a los intelectuales, los m¨ªsticos de Espa?a con la consigna "no hay libertad m¨¢s que en la sumisi¨®n" y en la que propugnaba como ideal "la vida arriesgada, el peligro creador, el sentimiento tr¨¢gico de la existencia". ?C¨®mo no iba a espantarse Unamuno de que se citasen sus sentencias y met¨¢foras m¨¢s afiladas en defensa de lo que percib¨ªa como "est¨²pido r¨¦gimen de terror"? Sobre todo, ?c¨®mo no iba a recibir como una lanzada, ¨¦l, que tantas paradojas hab¨ªa puesto en circulaci¨®n, el grito necr¨®filo de Viva la muerte popularizado por el general tullido?
De entre las frases anotadas en el reverso de la carta hay dos que no figuran en ninguna versi¨®n del discurso de Unamuno. Una es "ni la mujer", que no se sabe a qu¨¦ pueda referirse; la otra, enigm¨¢tica, es "c¨®ncavo y convexo". La publicaci¨®n, 55 a?os despu¨¦s de haber sido escritas, de las anotaciones de El resentimiento tr¨¢gico de la vida (Alianza. 1991) aclara el posible sentido de esa contraposici¨®n cuando afirma que "bolchevismo y fascismo son las dos formas -c¨®ncava y convexa- de una misma y sola enfermedad mental colectiva". Con un sentido formalmente similar la expresi¨®n figuraba tambi¨¦n en un art¨ªculo publicado por Unamuno en el diario Ahora en noviembre de 1935: "Espa?a es un don de la guerra civil, del combate entre las dos Espa?as -su lado c¨®ncavo y su lado convexo-".
Unamuno hab¨ªa sido un cr¨ªtico muy severo de la Rep¨²blica, sobre todo del jacobinismo de Aza?a y de la demagogia del Frente Popular. Hay art¨ªculos suyos en los que arremete contra la buena conciencia de las gentes de izquierda que se limitan a llamar "fascistas", creyendo que eso es un argumento, a quienes les reprochan sus comportamientos ilegales, crueles o meramente zafios. Sus advertencias sobre el riesgo de una guerra civil -por la que pide perd¨®n por adelantado en nombre de su generaci¨®n "a los ni?os de Espa?a" en un mensaje le¨ªdo el 6 de enero de 1935- son reiteradas desde ese a?o, y tambi¨¦n los llamamientos a salvar a la Rep¨²blica de s¨ª misma. Por eso se empe?a en ver el levantamiento militar como un pronunciamiento en defensa de la legalidad republicana, creyendo lo que en sus bandos y proclamas iniciales dijeron Queipo de Llano, Yag¨¹e y el propio Franco.
Pero el 12 de octubre la realidad real de la matanza no permite mantener esa ficci¨®n. "Qu¨¦ c¨¢ndido y qu¨¦ ligero estuve al adherirme al movimiento de Franco", le confiesa por carta a Quint¨ªn de la Torre. Todav¨ªa el 6 de octubre el repuesto rector (repuesto por Burgos tras haber sido destituido por Madrid) acude a una audiencia con Franco para pedirle, relata G. Ejido, que "introdujera la compasi¨®n en sus decisiones pol¨ªticas". Pero le dicen que "no es tiempo todav¨ªa de pedir clemencia, humanidad y justicia", seg¨²n relata por carta a su traductora al italiano Mari Garelli.
Vencer¨¦is, porque vuestra es la fuerza, pero no convencer¨¦is, porque os falta la raz¨®n y el derecho, les desaf¨ªa el viejo escritor en cuyas manos palpitaba la realidad real de la carta de la mujer del pastor, y ese gesto ilumina retrospectivamente toda su trayectoria vital, desde el adolescente fuerista radical y el joven redactor de La lucha de clases, el peri¨®dico socialista de Bilbao, pasando por el liberal adulto enfrentado a Primo de Rivera y al Rey, el exiliado intransigente y a su regreso padre fundador de la Segunda Rep¨²blica, de la que se distanciar¨¢ m¨¢s tarde para adherirse en un primer momento al levantamiento militar. El breve discurso de Unamuno en el Paraninfo es un postrer gesto de valor, de atrevimiento para decir no a quienes le halagaban; un gesto de libertad, en las ant¨ªpodas por ejemplo del discurso del Rectorado de un Martin Heidegger, "el m¨¢s grande de los pensadores y el m¨¢s peque?o de los hombres", y en las ant¨ªpodas tambi¨¦n de los silencios cautelosos de muchos intelectuales ante sus propios tiranos de Siracusa.
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