Gillo Pontecorvo, director de cine
Gan¨® el Le¨®n de Oro de Venecia con 'La batalla de Argel' en 1966
Poco dir¨¢ a un cin¨¦filo joven el nombre de Gillo Pontecorvo, cineasta italiano fallecido ayer en el hospital Gemmelli de Roma. Y eso, por varias razones. Una, importante, porque su ¨²ltimo largometraje estrenado en Espa?a, Operaci¨®n Ogro, en el que daba puntillosa cuenta de la operaci¨®n etarra que acab¨® con la vida del almirante Carrero Blanco, data nada menos que de 1980. Y otra, porque el tipo de cine que cultiv¨® el reci¨¦n fallecido ya no se estila: un cine de compromiso militante, de mirar a la realidad cara a cara y sin esconder las preferencias ideol¨®gicas, pero sin dejar de lado un inter¨¦s notable por alcanzar las grandes plateas, incluso al precio de contradecir a los sectores m¨¢s puristas del cine internacional de los tiempos en que el italiano era uno de los grandes del cine de denuncia, la d¨¦cada de los a?os sesenta.
Nacido en Pisa en 1919, a Gilberto Gillo Pontecorvo lo marc¨®, como a toda su generaci¨®n, la II Guerra Mundial y el compromiso con la Resistencia antifascista. Partisano comprometido con la izquierda, militante del Partido Comunista Italiano, el futuro cineasta obtuvo una licenciatura en Qu¨ªmica, antes de ejercer como periodista; fue justamente mientras desarrollaba este trabajo, como corresponsal en Par¨ªs, que entr¨® en contacto con los ambientes cinematogr¨¢ficos franceses; una ayudant¨ªa de direcci¨®n con uno de los grandes del documental mundial, el holand¨¦s Joris Ivens, decant¨® su carrera hacia el terreno del cine de no ficci¨®n (de hecho, sus primeros t¨ªtulos son documentales, como el que inaugura su, por otra parte, no demasiado larga filmograf¨ªa: Missione Timiriazev, 1953, in¨¦dito en Espa?a).
Pero como a todos los cineastas preocupados de que su mensaje circulara entre plateas m¨¢s multitudinarias, pronto orient¨® sus intereses hacia el cine de ficci¨®n, en el que debut¨®, en 1957, con Prisionero del mar, una coproducci¨®n plurinacional en la que figuraban otros notorios hombres de la izquierda de entonces, como nuestro Paco Rabal o Yves Montand.
Dos a?os despu¨¦s, se atrevi¨® con uno de los grandes temas que golpearon a toda su generaci¨®n, los campos nazis de exterminio, en Kap¨°, un filme recibido con disparidad de opiniones: algunos, entre ellos buena parte de la cr¨ªtica francesa, no le perdonaron el tono melodram¨¢tico con que afront¨® la relaci¨®n entre v¨ªctimas y verdugos, en una pel¨ªcula tan llena de buena voluntad como carente de una reflexi¨®n previa sobre su espinosa, arriesgada materia prima.
Pontecorvo no abandon¨® casi nunca el documental, y de hecho, gran parte de la efectividad de su obra maestra por excelencia, La batalla de Argel (1966), Le¨®n de Oro en el festival de Venecia, se debe a la magistral utilizaci¨®n de su ojo de documentalista para contar la historia de la liberaci¨®n nacional argelina, de la mano del FLN, contra la metr¨®polis francesa.
Filme prohibido, no s¨®lo en la Espa?a franquista (aqu¨ª se estren¨® s¨®lo en junio de 1978), sino en la democr¨¢tica Francia, a cuyas autoridades molest¨® soberanamente la visi¨®n que de sus soldados daba Pontecorvo (de hecho, s¨®lo se estrenar¨ªa en 2004), el filme se convirti¨® en un cl¨¢sico del cine anticolonialista y en referencia obligada para cualquier acercamiento al cine militante, y sin duda alguna, el t¨ªtulo m¨¢s influyente jam¨¢s rodado por el italiano.
De ah¨ª que, ayer mismo, el veteran¨ªsimo director Dino Risi, compa?ero de generaci¨®n del fallecido, reconociera que "La batalla de Argel sigue siendo uno de los mejores filmes pol¨ªticos jam¨¢s realizados", o que un portavoz de la Cinemateca argelina, que prest¨® todo su apoyo al director para el rodaje del filme, afirmara: "Hemos perdido al mayor corresponsal de guerra".
En 1969, el director regres¨® al terreno del anticolonialismo, esta vez fijando su mirada en el Caribe y en el siglo XIX, para, de la mano de un Marlon Brando por entonces en el comienzo del declive de su carrera, contar en Queimada una historia que intenta, sin conseguirlo del todo, el siempre dif¨ªcil maridaje entre mensaje pol¨ªtico y gran espect¨¢culo de masas.
Tras Operaci¨®n Ogro, Pontecorvo ralentiz¨® su actividad como director, aunque particip¨® en varios filmes colectivos, sobre todo documentales, entre ellos L'addio a Berlinguer (1984), el filme de homenaje que los comunistas del cine italiano realizaron sobre el entierro y la herencia del l¨ªder del partido y padre del "compromiso hist¨®rico", Enrico Berlinguer. Tambi¨¦n el t¨ªtulo que cierra su filmograf¨ªa, Firenze, il nostro domani (2003) responde a este esquema de pel¨ªcula a varias manos y documental.
La ¨²ltima tarea que realiz¨® Pontecorvo relacionada con el cine fue la direcci¨®n del siempre convulso festival de cine de Venecia, cuya jefatura comand¨® con buena mano entre 1992 y 1996. La capilla ardiente por Pontecorvo se instal¨®, por expreso deseo del alcalde de Roma, Walter Veltroni, en la sede del Ayuntamiento de la capital.
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