Negociaci¨®n: la ¨²nica salida
El anuncio de Pyongyang de que llev¨® a cabo, el pasado 9 de octubre, una prueba nuclear ha provocado reacciones de todo tipo. Conviene descartar, de entrada, las menos y las m¨¢s alarmistas. En el momento de redactar estas l¨ªneas, todo parece indicar que se ha tratado en efecto de una detonaci¨®n nuclear, aunque de una intensidad, parece ser, inusualmente peque?a. As¨ª, Corea del Norte posee ya tanto bombas nucleares como misiles, pero se cree que no domina todav¨ªa, afortunadamente, la t¨¦cnica necesaria para miniaturizar las primeras, convertirlas en cabezas nucleares e instalarlas en los segundos.
Esta prueba nuclear es una manifestaci¨®n evidente de la locura a la que ha llegado un r¨¦gimen aislado y plagado de problemas. El razonamiento de Pyongyang no se sostiene: ha afirmado que la prueba era necesaria como elemento imprescindible de disuasi¨®n ante un eventual ataque estadounidense. Lo cierto es que sus fuerzas militares convencionales ya cumplen sobradamente esa labor. No parece adem¨¢s que Washington, aunque quisiera, sea capaz en estos momentos de abrir un segundo frente b¨¦lico, adicional al de Irak y Afganist¨¢n. Ha habido por tanto otras razones: quiz¨¢ la visita del primer ministro japon¨¦s a Se¨²l, la elecci¨®n de un diplom¨¢tico surcoreano al frente de Naciones Unidas, el fracaso de las pruebas de misiles de julio, etc¨¦tera.
EE UU tendr¨ªa que declarar que no pretende atacar a Corea del Norte ni cambiar su r¨¦gimen
En cualquier caso, es un salto cualitativo, que busca intensificar al extremo el chantaje nuclear, con miras a obtener concesiones en forma de levantamiento de sanciones, garant¨ªas de seguridad, ayuda o reconocimiento diplom¨¢tico.
La prueba nuclear es, adem¨¢s, la expresi¨®n de un fracaso colectivo. La ambivalencia de la Administraci¨®n Bush (apoyada en buena medida por el Gobierno japon¨¦s), que en los ¨²ltimos a?os no ha aclarado si su objetivo era evitar un nuevo Estado nuclear o bien provocar un cambio de r¨¦gimen, es en buena parte responsable de la situaci¨®n actual. Por su parte, la apuesta china, surcoreana y rusa por el acercamiento a Pyongyang y el mantenimiento del statu quo ha quedado seriamente maltrecha.
Pero, sobre todo, la prueba va a tener graves consecuencias para la estabilidad y la seguridad en Asia oriental y, por extensi¨®n, en el mundo. En primer lugar, puesto que crea un nuevo Estado nuclear en una zona inestable, podr¨ªa provocar, en un efecto domin¨®, la nuclearizaci¨®n de Corea del Sur y Jap¨®n. Si Tokio empieza a debatir seriamente el dotarse de armas nucleares y no digamos si finalmente lo hace, la reacci¨®n de China podr¨ªa ser imprevisible. En segundo t¨¦rmino, la prueba podr¨ªa facilitar la transferencia de armamento at¨®mico o de conocimientos nucleares de Pyongyang a otros Estados o, lo que es peor, a grupos terroristas, atra¨ªdos por la demostraci¨®n de fuerza. El historial de proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva por parte de Corea del Norte (a Pakist¨¢n, Ir¨¢n, Siria, etc¨¦tera) no es precisamente tranquilizador. En tercer lugar, la prueba nuclear demuestra el fracaso de las conversaciones a seis bandas (China, las dos Coreas, EE UU, Jap¨®n y Rusia), que hasta ahora eran consideradas esenciales por constituir el ¨²nico foro multilateral de di¨¢logo con el r¨¦gimen de Kim Jong Il. Por ¨²ltimo, la crisis, especialmente si se agrava, podr¨ªa tener efectos econ¨®micos nocivos en Corea del Sur y sobre todo Jap¨®n, que se est¨¢ recuperando tras muchos a?os de estancamiento.
La reacci¨®n de la comunidad internacional no es nada sencilla. La opci¨®n militar -invasi¨®n o ataques quir¨²rgicos- deber¨ªa ser descartada. Corea del Norte tiene un mill¨®n de soldados, una imponente fuerza de artiller¨ªa, cientos de misiles y un buen n¨²mero de aviones de combate. En cuanto a los bombardeos de precisi¨®n, no se sabe a ciencia cierta d¨®nde est¨¢n las instalaciones nucleares o de lanzamiento de misiles. Hay riesgo de fugas radiactivas. Y la respuesta de Pyongyang podr¨ªa ser grav¨ªsima: sin ir m¨¢s lejos, Se¨²l est¨¢ al alcance de la artiller¨ªa norcoreana y Tokio es vulnerable a sus misiles.
Las sanciones, aunque inevitables, no suscitan unanimidad en cuanto a su contenido. China y Corea del Sur no quieren provocar un derrumbe del r¨¦gimen. Pek¨ªn no desea perder el tamp¨®n entre su frontera oriental y las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur. Tendr¨ªa adem¨¢s que acoger a cientos de miles de refugiados norcoreanos. Se¨²l no est¨¢ en condiciones de hacer frente a una reunificaci¨®n desordenada de la pen¨ªnsula. Adem¨¢s, las sanciones (econ¨®micas, financieras, diplom¨¢ticas, etc¨¦tera) pueden ser sencillamente ineficaces, al aplicarse sobre un r¨¦gimen aislado y aut¨¢rquico desde hace a?os, salvo que afecten al soporte vital del pa¨ªs, esto es, a su comercio con China y Corea del Sur y a la ayuda energ¨¦tica y alimentaria de Pek¨ªn y Se¨²l.
As¨ª que deber¨ªa imponerse una soluci¨®n pac¨ªfica y diplom¨¢tica a la crisis. Para tal fin, Washington tendr¨ªa que declarar solemnemente que no tiene intenci¨®n de invadir o atacar a Corea del Norte ni de propiciar un cambio de su r¨¦gimen. China y Corea del Sur, por su parte, deber¨ªan reducir (pero no cancelar) su comercio y su ayuda alimentaria y energ¨¦tica. Acto seguido, la comunidad internacional deber¨ªa hacer una oferta que Pyongyang no pueda rechazar, basada en la adopci¨®n de medidas simult¨¢neas por ambas partes.
El objetivo final de la comunidad internacional debe seguir siendo el mismo que el de los ¨²ltimos a?os: el desmantelamiento completo, comprobable y definitivo de los programas nucleares de Corea del Norte. Cualquier otra cosa prolongar¨ªa o agravar¨ªa el conflicto.
Pablo Bustelo es investigador principal (Asia-Pac¨ªfico) del Real Instituto Elcano.
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