Para siempre j¨®venes
Me ocurri¨® el mi¨¦rcoles pasado en Burgos. Hab¨ªa ido a la ciudad del Cid Campeador invitado por la Fundaci¨®n La Caixa para pronunciar una conferencia dentro de su programa La vida es cambio, el cambio es vida, dirigido a la adaptaci¨®n saludable de las personas mayores. Mi visi¨®n, como economista, es que el aumento espectacular de la esperanza de vida y el consiguiente envejecimiento de nuestras sociedades constituyen uno de los cambios sociales y econ¨®micos m¨¢s profundos que le han ocurrido a la humanidad, y que, en general, este cambio es para bien. Pero antes del inicio de la conferencia un periodista local me hizo una peque?a entrevista y me lanz¨® una pregunta inesperada: ?qu¨¦ hace un economista en un programa para personas mayores?
Recuperado de la sorpresa, la pregunta me hizo pensar en los muchos prejuicios e ideas preconcebidas y falsas que existen acerca de la situaci¨®n y las condiciones de vida de las personas mayores, entendiendo por tales las de m¨¢s de 65 a?os. Estos prejuicios no dejan ver que las personas mayores son una de las fuentes potenciales de creaci¨®n de riqueza y desarrollo que tienen nuestras sociedades.
La visi¨®n convencional de los mayores es la de viejos que est¨¢n al margen de las preocupaciones y los intereses cotidianos del resto de la poblaci¨®n m¨¢s joven, que han entrado en una v¨ªa secundaria, esperando lo inevitable, y que son, por tanto, campo reservado a las atenciones de m¨¦dicos, psic¨®logos, fil¨®sofos o sacerdotes, pero en modo alguno tema de inter¨¦s de los economistas.
Esta visi¨®n convencional sostiene, por un lado, que los trabajadores de edad avanzada son menos competentes, poco productivos y faltan m¨¢s al trabajo que los m¨¢s j¨®venes; y, por otro, que las personas mayores no pueden valerse por s¨ª mismas, necesitan vivir en residencias y hospitales, y un elevado n¨²mero est¨¢ senil. De hecho, es frecuente encontrarse con an¨¢lisis aparentemente sesudos que nos alertan de una maldici¨®n de Matusal¨¦n, en el sentido de que, al aumentar el coste de dependencia, una sociedad crecientemente poblada de personas mayores provocar¨¢ una situaci¨®n insoportable para la econom¨ªa y los presupuestos p¨²blicos de nuestros pa¨ªses.
A eso se a?ade tambi¨¦n el temor de que una elevada proporci¨®n de personas mayores acabe siendo una sociedad muy conservadora, ego¨ªsta, preocupada solamente por sus pensiones y poco propicia a los cambios espectaculares que est¨¢n desarrollando en este comienzo del siglo XXI, la ciencia, la tecnolog¨ªa y la econom¨ªa capitalista globalizada.
El contacto que ese programa de la Fundaci¨®n La Caixa me ha permitido con personas mayores de toda Espa?a me ha hecho ver que la realidad no responde a esos prejuicios, y que la discriminaci¨®n contra las personas mayores responde a ideas preconcebidas y falsas. De hecho, los promedios de productividad y asistencia al trabajo de los empleados de 60 a?os y m¨¢s son m¨¢s elevados que los de los grupos de trabajadores j¨®venes (quiz¨¢ por eso cuando Seat y los sindicatos acordaron en la ¨²ltima crisis llevar a cabo una serie de despidos utilizando indicadores objetivos de productividad y asistencia al trabajo, se encontraron con la sorpresa de que los menos productivos estaban entre los j¨®venes). Por otro lado, sabemos que el 95% de los mayores de 65 a?os viven en viviendas privadas sin dependencia de ning¨²n tipo, y que tan s¨®lo alrededor del 7% de las personas que est¨¢n entre los 65 y los 80 a?os muestran s¨ªntomas pronunciados de senilidad.
Por tanto, ?es correcto el panorama convencional de la vejez que se nos presenta con frecuencia? S¨ª y no. Por un lado, es cierto que estamos ante un cambio demogr¨¢fico irreversible y sin precedentes. El aumento de la esperanza de vida, con el horizonte inmediato puesto en los 100 a?os de vida media, ha cambiado la sociedad que conocemos. El n¨²mero de ni?os menores de cinco a?os ha dejado de ser mayor que el de personas de m¨¢s de 65 a?os. Del 2% o 3% de personas mayores, que era lo tradicional en la mayor¨ªa de pa¨ªses, hemos pasado al 15% actual, porcentaje que ir¨¢ creciendo a medida que se jubile la numerosa generaci¨®n del baby boom, los nacidos a finales de los a?os cuarenta y en los cincuenta. Sin duda, se trata de uno de los cambios sociales m¨¢s importantes a los que ha asistido la humanidad, con consecuencias de todo tipo, econ¨®micas, empresariales, pol¨ªticas o culturales.
Pero es (o puede ser) un cambio para bien, y no un apocalipsis social y presupuestario. El problema del d¨¦ficit de la sanidad, que con frecuencia se menciona como consecuencia dram¨¢tica, no est¨¢ vinculado directamente al envejecimiento, sino a los avances de la medicina. El aumento del gasto sanitario se hubiese producido tanto si la esperanza de vida aumenta como si no; por eso conviene separar ambas cuestiones. Al contrario, es presumible que el crecimiento del gasto sanitario de las personas mayores se modere como consecuencia de que las condiciones de salud de los nuevos viejos (la generaci¨®n del baby boom) no tendr¨¢n nada que ver con las condiciones y circunstancias personales que hasta ahora asoci¨¢bamos a la vejez. Adem¨¢s, todo anticipa que los avances de la medicina regenerativa van a ser espectaculares, tanto para el alargamiento como para la mejora de las condiciones de vida.
Seremos para siempre j¨®venes, hasta el d¨ªa final. Una sociedad sin edades.
Desde esta perspectiva, el problema social es otro: ?qu¨¦ hacemos con esos 30 o 35 a?os de vida que la ciencia y el desarrollo econ¨®mico conceden a las nuevas generaciones de jubilados? ?C¨®mo aprovechar la fuente potencial de riqueza que significan las personas mayores? ?Qu¨¦ cambios en la organizaci¨®n social, familiar, laboral y empresarial son necesarios? ?Es l¨®gico que la jubilaci¨®n siga siendo a una edad tan joven como los 60 o 65 a?os? ?Es adecuado que se produzca como una ruptura radical y completa del mundo laboral y no como un proceso gradual? ?No ser¨ªa mejor que entre todos -gobiernos, empresas, trabajadores- fu¨¦semos preparando desde ahora ese nuevo escenario, mientras la generaci¨®n del baby boom est¨¦ a¨²n en activo? Mi impresi¨®n es que el manual de instrucciones para el uso de la jubilaci¨®n est¨¢ a¨²n por escribir.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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