?Por qu¨¦ nos odian tanto?
No debemos consentir que los ¨¢rboles nos impidan ver el bosque. La guerra del L¨ªbano del pasado verano s¨®lo habr¨¢ sido una batalla m¨¢s de una contienda inacabada, a no ser que pongamos fin al conflicto israelo-palestino, israelo-¨¢rabe.
El odio, desde luego, no se acaba. Crece en el mundo isl¨¢mico desde la partici¨®n de Palestina en 1947-1948. Antes exist¨ªa, pero su auge en la ¨¦poca contempor¨¢nea tiene esa fecha como referencia. Es entonces cuando la conciencia de humillaci¨®n arraiga en las masas palestinas y ¨¢rabes. El resentimiento antibrit¨¢nico se consolida en 1956 y se extiende a Francia. El odio a Israel aumenta, pues en ese a?o los tres pa¨ªses invaden Egipto porque Nasser ha nacionalizado el canal de Suez.
Estados Unidos act¨²a inteligentemente en 1956. Ante las amenazas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de que intervendr¨¢ contra la invasi¨®n occidental-israel¨ª, obliga al tripartito a retirarse. Despu¨¦s de tantos desastres, los ¨¢rabes lo consideran una victoria propia.
Sin embargo, la buena reputaci¨®n norteamericana ten¨ªa, por fuerza, que ser ef¨ªmera. La actuaci¨®n imperial era ya consustancial al sistema y los a?os 45, en que Washington hab¨ªa contribuido a la creaci¨®n de las Naciones Unidas, eran cosa del pasado. Hay un sarcasmo en Suez. Anthony Eden, primer ministro brit¨¢nico en 1956, orden¨® la invasi¨®n tras ceder a las fuertes presiones de israel¨ªes y franceses (la derecha francesa era anti-Nasser porque ¨¦ste apoyaba la lucha argelina por la independencia y la izquierda era proisrael¨ª). El sarcasmo consiste en que, a finales de los a?os ochenta, documentos desclasificados mostraron que la invasi¨®n de Suez desbarat¨® un plan conjunto de los servicios secretos norteamericanos y brit¨¢nicos para derrocar a Nasser.
Pronto result¨® evidente que los norteamericanos, si deseaban ser tenidos en cuenta en el mundo isl¨¢mico, deb¨ªan hacer mayores m¨¦ritos. Ya en 1958 el presidente Eisenhower se lamentaba de que "la campa?a de odio hacia nosotros en el mundo ¨¢rabe no parte de los gobiernos, sino de los ciudadanos". Sentimiento popular carente por completo de tintes o prejuicios ¨¦tnicos, pues el mismo odio que tantos ¨¢rabes evidenciaban hacia Estados Unidos era dirigido hacia sus ¨¦lites gobernantes, corruptas y casi siempre c¨®mplices de Washington en el expolio petrolero.
Esa cita de Eisenhower constituye el meollo de la cuesti¨®n, pues si bien es cierto que diversos gobiernos ¨¢rabes -la mayor¨ªa autoritarios y corruptos- eran y son aliados circunstanciales de Washington, la opini¨®n p¨²blica ¨¢rabe y tambi¨¦n la isl¨¢mica han ido adoptando una actitud netamente contraria a Estados Unidos a medida que este pa¨ªs iba abandonando posiciones de relativa equidistancia en el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. La posici¨®n favorable a dictaduras y contraria a la cultura y religi¨®n isl¨¢micas o la n¨ªtida identificaci¨®n con Israel como aliado estrat¨¦gico aumentan el d¨¦ficit democr¨¢tico de Washington.
Llamativamente, ¨¢rabes laicos o reformadores isl¨¢micos de toda laya -minor¨ªas, pero significativas y en ocasiones influyentes- contribuir¨ªan, en uni¨®n del grueso de la poblaci¨®n, al derrumbe de la credibilidad norteamericana.
Es en relaci¨®n con estos sectores donde se hace m¨¢s patente el sinsentido de la exclamaci¨®n del presidente Bush con ocasi¨®n del fat¨ªdico 11 de septiembre: "Act¨²an as¨ª porque odian nuestras libertades". No, esas minor¨ªas y esas gentes no odian "nuestras libertades", sino a los pol¨ªticos occidentales que elaboran y ejecutan una estrategia anti¨¢rabe y antiisl¨¢mica (equiparando islam y terrorismo) y que, de paso, y en especial en EE UU, recortan seriamente esas libertades.
De ah¨ª que -reconocidas por la Administraci¨®n de Bush, aunque no todav¨ªa por su aliado, el Partido Popular espa?ol, las mentiras de las armas de destrucci¨®n masiva y los lazos Al Qaeda-Sadam Husein- Washington intente jugar ahora la carta de la necesaria democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo. Pero, dados los antecedentes que he expuesto, ?con qu¨¦ cartas y credibilidad se puede acometer tal juego? Bush ha pasado de profetizar en 2002 que "Estados Unidos llamar¨¢ al mal por su nombre y dirigiremos al mundo en la lucha contra ¨¦l", a consentir que su secretaria de Estado, Rice, manifieste en 2005 que "la misi¨®n que Bush ha marcado para Estados Unidosy el mundo es la expansi¨®n de la libertad y la democracia en el planeta". Nelson Mandela, consecuentemente, exclama: "?C¨®mo pueden ser tan arrogantes para dictar qu¨¦ debemos hacer o qu¨¦ pa¨ªses deben ser nuestros amigos. Son inmorales!".
En oto?o de 2006, Gaza contin¨²a estrangulada, machacada, degradada, humillada, por el socio estrat¨¦gico de Estados Unidos, Israel. En julio-agosto -al tiempo que este pa¨ªs reduc¨ªa a escombros numerosos barrios de varias ciudades libanesas y causaba matanzas como las de Cana¨¢-, el Ej¨¦rcito hebreo llevaba a cabo en Gaza numerosas incursiones y bombardeos terrestres y m¨¢s de 270 ataques a¨¦reos. Como consecuencia de ello, en esas semanas han perecido 251 palestinos, la mitad, civiles.
La imposici¨®n de un castigo colectivo contra la poblaci¨®n palestina, con la intenci¨®n de atemorizarla, desesperarla y desbandarla, algo prohibido por la Convenci¨®n de Ginebra, contin¨²a a la orden del d¨ªa. Odio.
Mientras tanto, Bush, que dice querer la democracia para Oriente Pr¨®ximo, ante la victoria electoral democr¨¢tica de Ham¨¢s en Palestina, se expresa as¨ª: "Apoyamos la democracia, pero eso no significa que tengamos que apoyar a gobiernos elegidos como resultado de la democracia". Apoyarlos, no, pero ?hundirlos? En cualquier caso, la opini¨®n p¨²blica norteamericana parece haberse percatado de la pamema, pues, seg¨²n un reciente sondeo (6-9-2006), s¨®lo el 45% de la poblaci¨®n piensa que EE UU tiene como misi¨®n promover la democracia en el mundo, frente al 52% en 2004.
En marzo de 2003, unos d¨ªas antes de que Estados Unidos invadiera Irak, John Kiesling, un diplom¨¢tico norteamericano, abandon¨® el servicio exterior de su pa¨ªs en protesta por la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Bush. No lo hizo discretamente. Escribi¨® esto: "?Por qu¨¦ nuestro presidente tolera el enfoque insolente y despectivo hacia nuestros amigos y aliados que esta Administraci¨®n est¨¢ fomentando? ?Acaso el oderint dum metuant se ha convertido en nuestro lema?". La frase ("no importa que nos odien, siempre que nos teman") es del emperador romano Cal¨ªgula, tan distante de la prudencia y buen juicio de Adriano. Y, en efecto, parece que tal sea la filosof¨ªa subyacente en la Administraci¨®n de Bush.
En las mismas fechas en que Kiesling se lamentaba, un analista ultraconservador, Eric Alterman, a?ad¨ªa le?a al fuego: "Europa se ha convertido en una caldera hirviente de antiamericanismo..., una poblaci¨®n envidiosa, frustrada y xen¨®foba gobernada por pol¨ªticos pacifistas y cobardes". La raz¨®n europea ilustrada contest¨® a Alterman: "No somos cobardes, simplemente conocemos la guerra", una expresi¨®n del sentido com¨²n y pol¨ªtico sentado siglos antes por Erasmo: "La guerra es dulce para quien no la conoce".
Por supuesto, el sentido com¨²n y pol¨ªtico existe tambi¨¦n en Estados Unidos, como dej¨® claro un antecesor de Bush. En los a?os cincuenta, el presidente dem¨®crata Harry Truman -presionado por sus asesores para que iniciara una guerra nuclear preventiva contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica y China- manifest¨® que lo ¨²nico que se previene con la guerra es la paz.
El problema para EE UU, y tambi¨¦n para Occidente (en agosto, Kofi Annan result¨® abucheado por una indignada poblaci¨®n en las ruinas de Beirut), es que la sentencia de Cal¨ªgula est¨¢ perdiendo sentido porque cada d¨ªa nos temen menos y nos odian m¨¢s. Es un odio civilizacional derivado del trato dispensado a pueblos, sobre todo isl¨¢micos, que se sienten humillados y degradados. En este sentido, las recientes palabras del Papa contraponiendo al Dios de la raz¨®n cristiano con el Dios isl¨¢mico de la yihad no facilitan las cosas.
En la esperanza de que una pr¨®xima Administraci¨®n norteamericana regrese a los ideales de los Padres Fundadores y deje de interferir en los asuntos de otros Estados y pueblos y en los de sus propios ciudadanos, la Uni¨®n Europea debe trabajar decididamente por la atenuaci¨®n del odio. Nada mejor para ello que poner fin al conflicto israelo-palestino. Ahora bien, si Europa va realmente a intentar algo serio, con acciones concretas, debe ser consciente de que disponemos de muy poco tiempo porque la paciencia palestina, a causa de tanto desenga?o, desilusi¨®n y frustraci¨®n, tambi¨¦n se acaba.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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